La Promesa Capítulo 592: “Tengo dinero y poder. Mucho poder, Eugenia”

El silencio de la sala se rompe con el crujido de una puerta que se abre lentamente. Leocadia entra con paso cauteloso y se encuentra con una escena desconcertante: Eugenia, sentada en un rincón, perdida en sus pensamientos, con el rostro marcado por la tristeza y la indignación contenida. Leocadia, intentando sonar amable, le pregunta si todo está bien. Pero la respuesta no se hace esperar. Eugenia levanta la mirada, fría y directa, y sentencia: “No. Las cosas están lejos de estar bien.”

Leocadia frunce el ceño, preocupada, y da un paso más hacia su antigua amiga. “¿Qué ha pasado?”, se atreve a preguntar. Y entonces, con una mezcla de furia y dolor, Eugenia lo suelta todo. “Me he enterado de cosas horribles que ocurrieron mientras estuve fuera… Y lo peor es que lo descubrí de la forma más cruel posible.”

Leocadia palidece. Intenta entender a qué se refiere. “¿Qué cosas, Eugenia?” Pero la respuesta que recibe la deja sin aliento. Eugenia revela que todo lo que le dijeron sobre Kejana —su supuesta marcha tras casarse— era mentira. La verdad es mucho más devastadora: Hana no se fue… Hana fue asesinada. Y no por cualquiera. Fue su propia hermana, Cruz, quien le arrebató la vida. “La mató a sangre fría.”

Leocadia retrocede, impactada. Pregunta, casi sin voz, “¿Quién te ha dicho eso?” Y la respuesta llega con una crudeza que estremece: “Tuvo el descaro de contármelo mi propio marido. El capitán de la mata. Sin compasión, sin tacto, sin humanidad.”

El ambiente se torna denso, cargado de tensión. Leocadia intenta consolar a Eugenia, proponiéndole salir a caminar o simplemente quedarse a su lado. Pero Eugenia, sin rodeos, le responde con frialdad: “No tienes que fingir más. No estamos en ese juego de falsas amistades.” Ya no hay lugar para hipocresías. Eugenia afirma con claridad que ya no es la mujer rota de antes, no está loca. Está lúcida, fuerte y despierta. Y ahora ve las cosas con una claridad que antes le fue negada.

Leocadia intenta defenderse, niega las acusaciones. Pero Eugenia no se detiene. “Siempre estuviste más cerca de Cruz. Y no fue por cariño, fue por interés. Porque Cruz tenía algo que yo no: el poder. El título nobiliario que tú tanto anhelabas.” La herida está abierta, y Eugenia no tiene intención de cerrarla sin antes vaciar todo el dolor acumulado durante años. Le dice a Leocadia que su amistad nunca fue real. Que todo fue un pacto silencioso entre conveniencia y apariencias.

“¿Conseguiste ese título que tanto codiciabas?”, lanza Eugenia con una mezcla de sarcasmo y tristeza. Leocadia no se inmuta. “No”, responde con calma. Pero añade algo que deja a Eugenia sin palabras por un instante: “Ahora tengo algo mucho mejor. Tengo dinero. Y tengo poder. Mucho poder.”

Es en ese momento cuando todo cambia. La conversación, que parecía un último intento de reconciliación, se convierte en un duelo entre dos mujeres que, tras años de máscaras y secretos, se enfrentan sin filtros. Eugenia, destrozada, ya no busca consuelo. Leocadia, por su parte, deja ver su verdadera cara: una mujer ambiciosa, pragmática y sin escrúpulos, dispuesta a renunciar a todo por alcanzar la cima.

Lo más trágico de este enfrentamiento no es solo la traición familiar que ha salido a la luz, sino la pérdida de una amistad que, aunque ya estaba rota, aún dolía. Eugenia, que había idealizado a Leocadia durante años, se enfrenta a una doble traición: la de su hermana Cruz y la de quien creyó su confidente más cercana.

“Siempre supe que Cruz te parecía más fuerte. Pero yo tenía algo que tú nunca podrás comprar: corazón.” La frase de Eugenia cae como un mazazo, y por un segundo, el rostro de Leocadia parece tensarse. Pero enseguida recupera su compostura. Porque ahora, más que nunca, Leocadia sabe lo que quiere, y no está dispuesta a mirar atrás.Uploaded image

En el fondo, ambas mujeres saben que nada volverá a ser como antes. Esta conversación es el cierre definitivo a una relación construida sobre cimientos débiles, manipulaciones y silencios. Eugenia ha despertado a una realidad brutal, en la que no puede confiar ni en su sangre ni en su entorno. Pero también ha ganado algo: la determinación de enfrentarse a todo. De vengar la muerte de Hana. Y de alzar la voz que tantos quisieron silenciar.

Leocadia, mientras tanto, sale de la habitación con la cabeza en alto, convencida de que su nuevo poder le permitirá dominar cualquier tablero. Pero lo que no sabe es que ha encendido en Eugenia una llama peligrosa: la del rencor, la justicia… y quizás, la venganza.

“La Promesa” Capítulo 592 es una bomba emocional que revela traiciones familiares, secretos oscuros y ambiciones desmedidas. Eugenia ya no es la sombra de lo que fue. Ahora es una mujer despierta, que ha dejado atrás la fragilidad para abrazar la verdad… aunque esa verdad duela hasta los huesos. Y si algo está claro es que la batalla apenas ha comenzado.

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