Una sombra inesperada se cierne sobre el palacio de La Promesa, y el corazón de Ángela está a punto de romperse. La jornada del jueves 12 de junio será una montaña rusa de confesiones desgarradoras, decisiones irreversibles y alianzas que cambiarán para siempre el equilibrio entre los personajes. Todo gira en torno a una palabra que en esta ocasión duele más que nunca: separación.
Ángela y Curro han estrechado lazos con una complicidad cada vez más evidente. Entre miradas cómplices, gestos silenciosos y una creciente afinidad emocional, parecía que estaban destinados a recorrer un mismo camino. Pero Leocadia, atenta a cada paso, decide actuar sin compasión. Para ella, lo que se cuece entre su hija y Curro es inaceptable. Con una frialdad demoledora y sin consultar a nadie, toma una decisión que cambiará el destino de su hija: Ángela será enviada a Zurich para continuar sus estudios. Una “oportunidad”, según Leocadia; una condena, para Ángela. La joven no alcanza a entender por qué su madre la arranca de ese lugar en el que, por fin, comenzaba a sentirse viva. Curro, por su parte, queda paralizado. El dolor y la impotencia se apoderan de él. ¿Será esta separación el principio del fin o solo un obstáculo más que desafiarán juntos?
Mientras tanto, en otro rincón del palacio, una revelación impacta a María Fernández. La doncella, convencida de que Petra había sido la responsable de la excomunión de Samuel, recibe una confesión que la deja sin palabras. Es el propio Samuel quien, con la voz quebrada por la culpa, le revela la verdad: fue él quien pidió ser excomulgado. Lo hizo por amor a ella. Para evitar cualquier conflicto moral o espiritual, prefirió cortar de raíz cualquier vínculo con la Iglesia antes de negarse la posibilidad de amarla libremente. María, entre la sorpresa y la ternura, lo insta a ser valiente y contarle la verdad al resto del servicio. Quizás así, al menos, Petra pueda recuperar el respeto perdido injustamente.
Pero no todo son dramas del corazón. La investigación en torno al envenenamiento sigue su curso, y Pía, Curro y el fiel López están dispuestos a llegar al fondo de la verdad, cueste lo que cueste. El hallazgo de la joya con el compartimento envenenado les da una pista clara, pero aún no es suficiente. Deben confirmar si realmente el veneno es cianuro, y para eso… alguien deberá probarlo. No ellos, claro. Deciden buscar una vía segura, pero saben que cualquier error puede costarles la vida. La tensión es máxima, pero no desisten. Su instinto les dice que el asesino aún ronda entre ellos, y no descansarán hasta descubrirlo.
En paralelo, descubren un código oculto entre las compras de joyas y el suministro del veneno. Un patrón que no puede ser casualidad y que podría llevarlos directamente al responsable. ¿Quién se ha valido del lujo para enmascarar un crimen? La pista es fina, pero poderosa.
Vera, por su parte, juega su propia partida. Consciente del peligro que representa el caos desatado por la joya envenenada, decide intervenir. Sabe que Ricardo no parará hasta encontrar un culpable, y teme que su obsesión lo lleve a cometer una injusticia. Por eso, revela algo que cambiará el curso de la investigación: la pulsera de esmeraldas… es falsa. Una réplica, una trampa. Con esta revelación espera frenar la paranoia de Ricardo y reencauzar la búsqueda hacia una dirección más lógica.
Mientras tanto, Manuel se enfrenta a una decisión difícil. Ha recibido una oferta misteriosa por carta, y aunque en principio estaba dispuesto a aceptarla, hay algo que no cuadra. ¿Cómo han descubierto su implicación en ciertos asuntos que solo él y Toño conocían? La pregunta los inquieta. Todo apunta a que hay un topo, alguien que está filtrando información. Y de nuevo, todos los dedos señalan a Leocadia. ¿Está ella detrás de este nuevo entramado? ¿Tiene un interés oculto en desestabilizar a Manuel?
Por si fuera poco, Lisandro sigue insistiendo en agradecerle a Adriano el haberle salvado la vida. Su gratitud se vuelve cada vez más incómoda. Catalina y su esposo no pueden disimular su estupefacción cuando descubren cuál es el regalo que el duque ha preparado como muestra de su aprecio. Un gesto que, lejos de acercarlos, siembra nuevas dudas sobre las verdaderas intenciones del noble.
Y mientras las tensiones se acumulan, en el corazón del palacio también nacen nuevas dudas sentimentales. Jacobo y Martina siguen sin encontrar un punto de equilibrio. Ella percibe que su prometido no puede ocultar los celos que le provoca Adriano, sobre todo después de todo lo ocurrido. ¿Será ese sentimiento lo que pone en peligro la relación o hay algo más profundo que Jacobo no se atreve a confesar?
En la cocina, el ambiente también se caldea. Emilia y Rómulo, después de tantos desencuentros, parecen dispuestos a darse una nueva oportunidad. Sin embargo, no todo es color de rosa. Emilia confiesa a la enfermera que ha notado algo extraño en el comportamiento de Rómulo. Está distante, nervioso. Como si ocultara algo importante. ¿Acaso hay un secreto que amenaza con destruir lo que apenas comienza a renacer?
Y así, el capítulo 615 de La Promesa promete ser una bomba emocional. Con la marcha forzada de Ángela hacia Zurich, Leocadia no solo corta una historia de amor, sino que vuelve a demostrar que en su mundo, la voluntad de los demás importa poco. Pero lo que ella no sabe es que sus decisiones solo están sembrando semillas de rebeldía que pronto germinarán.
Porque en La Promesa, nada queda enterrado para siempre. Ni el amor, ni la verdad, ni la venganza.
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