Lo que comenzó como un intento cruel de humillar a Ángela terminó siendo la noche en la que La Promesa se resquebrajó por completo y dejó escapar todos sus fantasmas. La salud de Ángela pendía de un hilo tras varios días de huelga de hambre, su cuerpo debilitado y su espíritu desafiando a la madre que buscaba aniquilarla con una elegancia vil. Leocadia, lejos de conmoverse, orquestó una fiesta para terminar de aplastarla socialmente. Sin embargo, no contaba con que ese evento marcaría el retorno de un fantasma del pasado: don Ignacio, el tío desaparecido desde la guerra de Cuba.
Mientras Leocadia y Lorenzo tramaban exponer a Ángela como una “loca” a los ojos de la nobleza, Rümulo regresaba al palacio junto a Ignacio. Su irrupción en medio de la celebración paralizó a todos. Curro, que había descubierto la conexión entre Ignacio y la joyería Job gracias al testimonio estremecedor de Esmeralda, fue quien primero reconoció el rostro del hombre que tantos creían muerto. Las piezas del rompecabezas por fin encajaban: Ignacio no solo había fingido su desaparición, sino que desde las sombras había levantado un imperio que destruyó la vida de muchas familias, incluida la de Esmeralda.
La noche se tiñó de revelaciones. Alonso, destrozado por la renuncia definitiva de Rümulo, sintió que su hogar se desmoronaba bajo sus pies. Catalina, mientras tanto, urdía junto a Adriano una respuesta audaz al ofrecimiento del Duque de Carvajal: aceptar el condado, sí, pero sin perder la libertad. Su plan revolucionario se gestaba en silencio mientras la nobleza aplaudía a Leocadia, sin saber que la verdadera señora de La Promesa era su hija.
En otro rincón, Samuel defendía con firmeza el regreso de Petra, otra víctima de las purgas de Leocadia. Aunque la marquesa lo despreció con frialdad, la semilla de la duda quedó plantada. Y mientras los criados se afanaban con velas, alfombras y manjares, Manuel y Toño se refugiaban en el hangar. Allí, entre aviones y sueños de libertad, una figura oculta emergió de las sombras: un joven con restos de uniforme militar, cuyo pasado aún es un misterio.
Todo en La Promesa gritaba caos contenido. La noche que debió ser una proclamación de poder para Leocadia, se convirtió en el escenario de su inminente caída. Ángela, debilitada pero intacta en su dignidad, vio cómo sus enemigos se tambaleaban ante una verdad imposible de detener. Ignacio había vuelto, no como salvador, sino como detonante de un incendio que arrasaría con las mentiras del pasado.
¿Podrá Ángela sobrevivir físicamente a esta guerra silenciosa? ¿Se atreverá Leocadia a dar el último golpe, sabiendo que su imperio se agrieta desde dentro? Y lo más importante: ¿qué papel jugará Ignacio ahora que su presencia ha expuesto verdades inconfesables? Una noche, una fiesta, una verdad que cambia el destino de todos en La Promesa.