La tensión en el Palacio de los Luján se ha disparado como nunca antes. La llegada de doña Eugenia Izquierdo, hermana de la marquesa encarcelada, ha revolucionado todos los rincones de La Promesa. Su sola presencia ha activado una cadena de intrigas que amenaza con destruir alianzas, desenterrar secretos y acabar con la paz que, aunque frágil, algunos intentaban mantener.
Desde su regreso, Eugenia ha traído consigo algo más que recuerdos: ha encendido la mecha del caos. Lo que comenzó como una visita aparentemente inocente se ha transformado en una amenaza directa para Leocadia de Figueroa, también conocida ya entre bastidores como la postiza. ¿Por qué este mote? Porque ha venido a ocupar el espacio que antes pertenecía a la temida marquesa Cruz. Y aunque pretende manejar los hilos con la misma maestría, su ambición la delata y su torpeza en algunas jugadas podría acabar costándole caro.
Eugenia, lejos de achicarse, se ha convertido en un verdadero dolor de cabeza para todos los que ocultan secretos. Desde el mismísimo Capitán Lorenzo de la Mata, con quien ha tenido varios enfrentamientos velados, hasta la propia Leocadia, que ya no sabe cómo quitársela de encima. De hecho, como bien reza la máxima que se escucha en los pasillos del palacio: “Si no puedes con tu enemigo… hazlo desaparecer”. Y eso es exactamente lo que se están planteando hacer con Eugenia.
La conspiración ha comenzado. La alianza entre Lorenzo y Leocadia se ha reforzado con una meta clara: eliminar a Eugenia. ¿Cómo? Usando artimañas dignas de novela negra: desde drogarla con láudano a escondidas hasta manipular a los sirvientes y enfermeras para que la mantengan bajo control. Pero lo que no esperaban es que Curro, el hijo de Eugenia, también esté dispuesto a todo por proteger a su madre. Ha comenzado una guerra fría, silenciosa, donde cada gesto puede ser mortal y cada palabra una amenaza disfrazada de cortesía.
El carácter fuerte de Eugenia ha descolocado por completo a Leocadia. Ya no es la única mujer con poder en el palacio, y eso la enfurece. No tolera rivales, y menos aún cuando hay en juego algo tan grande como convertirse en la nueva marquesa de Luján. Su ambición no tiene límites: quiere el título, el poder, el respeto… y para lograrlo, Eugenia es un obstáculo que debe desaparecer.
Y por si fuera poco, la postiza tiene otros frentes abiertos. El evento de la boda entre Catalina y Adriano not le hace ninguna gracia. Presiente que algo se le escapa de las manos, y teme perder el control sobre la estructura del palacio. Y luego está Curro, otro problema que la desvela por las noches. No solo por ser el hijo bastardo del marqués, sino porque su hija Ángela parece sentir algo muy fuerte por él. ¿Cómo va a permitir que una bastarda como su hija termine con un bastardo como Curro? Leocadia, tan clasista como siempre, no piensa permitirlo, aunque para ello deba desatar otra guerra.
Y mientras la tensión crece, en otra esquina del palacio se fragua una historia completamente distinta. Martina y Jacobo viven sus propios conflictos. Él, tradicional y dominante, quiere una mujer sumisa; ella, rebelde e independiente, no está dispuesta a ceder. Jacobo culpa al palacio de la energía extraña que provoca sus discusiones, pero lo cierto es que el verdadero problema está en su forma de ver el mundo. Martina no va a irse, y mucho menos dejarse doblegar.
Y es que ese lugar, tan majestuoso por fuera, se ha convertido en un hervidero de secretos y oscuridades. La joyería de Job, aparentemente un negocio inocente, esconde algo mucho más siniestro: es un centro donde se planean crímenes. Allí fue visto más de una vez Basilio, un personaje misterioso que conecta con los círculos más turbios de la nobleza. Y, para colmo, parece que doña Cruz Izquierdo, aún desde prisión, sigue moviendo hilos en las sombras. ¿Podría esta joyería ser el vínculo entre su poder residual y los nuevos planes que se están tejiendo?
Todo apunta a que los próximos capítulos de La Promesa estarán marcados por traiciones, venenos, alianzas malditas y promesas rotas. Eugenia no está dispuesta a desaparecer sin luchar, y quienes creen que pueden silenciarla pronto se darán cuenta de que han subestimado a una mujer que ha regresado con sed de justicia… y de venganza.
Leocadia, la postiza, ha creído que con astucia y láudano podría controlar el tablero. Pero se ha olvidado de algo esencial: los enemigos más peligrosos son los que no tienen nada que perder.
Y mientras el palacio parece contener el aliento, aguardando el próximo movimiento de sus habitantes, una cosa está clara: en La Promesa, nadie está a salvo, y las sombras se mueven más rápido de lo que creemos.
Porque si no puedes con tu enemigo… hazlo desaparecer.
Nos vemos en el próximo capítulo, donde cada susurro puede convertirse en grito, y cada mirada… en traición.