En el episodio 312 de Sueños de Libertad, se desata una tormenta emocional que pone en jaque la relación de Don Pedro y Digna, dejando al descubierto los oscuros hilos de ambición, manipulación y traición que envuelven a los personajes más poderosos de la serie.
Todo comienza cuando Don Pedro, visiblemente alterado tras una reunión fallida con María, recibe a su hermana Irene con gritos y reproches. La tensión en el ambiente es insoportable. Pedro, furioso porque María se ha negado a venderle las acciones de Julia, estalla contra Irene por llegar tarde. Ella, con la calma que la caracteriza, le recuerda que estaba con Digna escogiendo las invitaciones de su boda. Pedro intenta disculparse, pero su irritación lo delata: está al borde del colapso.
Irene, preocupada, trata de entender qué ha sucedido. Pedro no tarda en desahogarse: está convencido de que María es inestable, caprichosa, y que su negativa es una estrategia. Pero hay algo más. Pedro ha descubierto que la Reina —enemiga declarada— intenta aliarse con Digna para hacerse con esas mismas acciones. Para él, esta jugada no solo es una amenaza financiera, sino también personal.
Entonces Irene lanza una advertencia devastadora: “Tu matrimonio está en peligro”. La frase cae como un rayo. Irene, cansada de las mentiras, le revela que Digna ya no confía en él. Que lo ha dado todo para protegerlo, incluso mintiendo, y que la única manera de salvar lo que tienen es si Pedro deja a un lado su sed de venganza.
Pedro, herido, intenta justificarse. Jura que ama a Digna como nunca ha amado a nadie. Pero Irene lo enfrenta con una verdad incómoda: él no está construyendo un matrimonio, está levantando un imperio sobre mentiras. Le arrebató la dirección de la empresa a su hijo, y ahora quiere apropiarse de las acciones de su nieta. ¿Amor o ambición? ¿Está Pedro usando a Digna como peón en su guerra contra los Reina?
La conversación deja a Pedro devastado, pero no inmóvil. Más tarde, en medio del silencio nocturno, el empresario se presenta en la casa de los Reina. María, incrédula, lo recibe con frialdad. ¿Qué hace usted aquí a estas horas?, le pregunta con desdén. Pedro, desafiante, insiste en hablar con ella. No está dispuesto a esperar más.
La conversación entre ambos es tensa, cargada de sarcasmo, reproches y verdades ocultas. Pedro le recrimina a María su cambio de opinión. Ella, firme, le recuerda que en esa casa nadie puede dar nada por sentado. Él insiste en que creyó que María aceptaría su oferta. Ella le exige claridad: “¿Qué quiere de mí?”.
Pedro no se anda con rodeos. La acusa de aferrarse a un poder que no le pertenece, de usar su rol como albacea de Julia para conservar relevancia en la familia Reina. María lo escucha con una mezcla de desprecio y decepción. Pero Pedro va más allá: le insinúa que su negativa a vender las acciones no tiene que ver con justicia ni con lealtad, sino con un deseo desesperado de seguir siendo alguien dentro de la familia. Le lanza una frase envenenada: “Lo que haces, María, es un poco triste”.
El silencio que se apodera de la estancia es tan elocuente como brutal. Pedro ha jugado su última carta… pero quizás el precio sea más alto de lo que imagina. María no responde. Solo lo observa, herida, y lo deja marchar sin promesas ni respuestas.
Lo que Pedro no sabe es que esa conversación podría haber sellado su destino. Porque Digna, cansada de ser usada, empieza a ver con claridad el verdadero rostro del hombre con quien pensaba casarse. La mujer fuerte, protectora de los suyos, duda seriamente si debe seguir adelante con un compromiso que cada vez se siente más como una transacción que como una unión sentimental.
¿Será capaz Pedro de renunciar a su ambición por amor? ¿O terminará perdiendo a la única mujer que ha sido capaz de tocar su corazón? La duda se cierne como una sombra sobre el futuro de ambos. Mientras tanto, la familia Reina se prepara para lo que podría ser una nueva guerra de poder. Y esta vez, el amor no será suficiente para frenar el desastre.
En Sueños de Libertad, los sentimientos se enfrentan al poder, y la lealtad se pone a prueba a cada paso. La tensión ha alcanzado su punto máximo… y lo peor aún está por llegar.