“Lo siento, Marta, pero esto no puede esperar más.”
La tensión en la mansión se vuelve casi irrespirable en el episodio 368 de Sueños de Libertad, cuando Andrés, impulsado por la ira y la desesperación, se dirige directamente hacia la habitación de Gabriel con la intención de destapar lo que él cree es la verdad más peligrosa hasta ahora: que su primo es el espía que ha saboteado la fórmula del perfume de Kobeaga desde dentro.
Con el rostro endurecido por la determinación, Andrés está a punto de entrar cuando la voz de Marta lo detiene. “¿Qué estás pensando hacer?”, le pregunta con ojos que revelan una mezcla de miedo y asombro. En ese instante, dos mundos colisionan: la búsqueda de justicia contra la necesidad de proteger a la familia.
Andrés expone sus sospechas: Gabriel se acercó demasiado a Cristina, la manipuló emocionalmente, y justo en esos días ocurrió el error en la fórmula. Para él, no hay coincidencias. “Estoy convencido de que se llevó la muestra… que lo arruinó todo desde adentro.” Su voz tiembla no por duda, sino por la urgencia de actuar antes de que sea demasiado tarde.
Pero Marta no cede. Se planta frente a él como la última barrera entre el caos y la razón. “No tienes pruebas”, le recuerda, “solo sospechas y celos”. Su preocupación no solo recae sobre lo que Andrés pueda encontrar, sino en las consecuencias irreversibles que su impulso podría provocar. “Esto puede destruir a la familia.”

Lo que sigue es un duelo emocional crudo. Marta intenta apelar a la razón, a la calma, al equilibrio. Andrés, en cambio, arde en un fuego interior que no le permite detenerse. Admite sus sentimientos hacia Begoña, pero insiste: no se trata de eso. Es algo más profundo. Algo que ha estado creciendo como una espina clavada en el centro mismo de la familia.
“Gabriel es un peligro real”, afirma con convicción. Nadie más lo ve. Nadie más quiere verlo. Y esa soledad, esa certeza silenciosa, lo empuja aún más hacia la puerta.
Marta intenta por última vez detenerlo. Su voz se vuelve casi un susurro, cargado de tristeza. “¿Vale la pena arriesgarlo todo?”
Pero Andrés ya ha decidido. Extiende la mano hacia el picaporte. Al otro lado de esa puerta, cree, hay respuestas. Pruebas. La verdad. Lo que no sabe es que, al cruzarla, podría también abrir una grieta en la familia que jamás volverá a cerrarse.
Y Marta solo puede mirar… sabiendo que nada será igual después de ese momento.
¿Quién tiene razón en esta batalla entre la sospecha y el corazón? ¿Debe uno arriesgarlo todo por lo que cree, aunque duela?