En Sueños de Libertad, los secretos están a punto de estallar, y Damián se encuentra en el epicentro de un dilema que podría cambiarlo todo. Una decisión suya podría marcar el destino de varias vidas, y ahora, con la verdad amenazando con salir a la luz, todo pende de un hilo. ¿Protegerá a Luz o la expondrá ante todos? ¿Será Begoña capaz de hacerlo cambiar de opinión? El tiempo corre, y lo que está en juego es demasiado alto…

Todo comienza con una conversación aparentemente inocente entre el Doctor Fermín y Damián. La atmósfera es tensa, aunque las palabras se pronuncien con calma. Damián, atormentado por la duda, le pregunta a Fermín su opinión sobre la doctora Luz. Sin imaginar las implicaciones de su respuesta, Fermín responde con firmeza: “Es una gran profesional. De las mejores que he visto”. Pero esta afirmación será el catalizador de una tormenta.

Justo en ese momento, Begoña entra con la excusa de tomarle la temperatura al doctor. Sin embargo, su verdadero objetivo es otro: ha oído suficiente para saber que Damián sospecha, que las piezas del rompecabezas están a punto de encajar, y que su amiga Luz podría verse descubierta.

Damián, inquieto, se retira a su despacho. Pero Begoña no led a respiro y lo sigue con paso firme. Ella sabe que cada segundo cuenta. “Quería comentarte algo”, comienza, con voz serena pero decidida. Damián, directo, le pregunta por el estado de Fermín. Begoña responde con honestidad: se recupera lentamente, pero bien, gracias a los cuidados que está recibiendo. Entonces llega el momento que Begoña temía.

Damián, con el ceño fruncido, lanza la acusación como un dardo: “Eso es. Luz ha hablado contigo. Perfecto. Así que tú también estabas al tanto de su gran mentira.”
Begoña no baja la mirada: “Hace tiempo que lo sé. Sí.”

El rostro de Damián se endurece. Le cuesta procesar que no solo su yerno la protegiera, sino que Begoña, una profesional intachable, haya sido cómplice. Él no puede entender cómo alguien que ha hecho el juramento hipocrático pueda haberlo roto así. Pero Begoña no se achica.

“Don Damián, Luz sabe más de medicina que muchos médicos titulados, y lo ha demostrado este último año. A usted le salvó la vida.”
Pero Damián, abrumado, responde con dureza: “Es una mentirosa. Nos puede hundir a todos. ¿Sabes el escándalo que se armará cuando se sepa que nuestra doctora es una farsante? Vendrán denuncias, multas, incluso podemos ir a prisión.”

Begoña entonces lanza la pregunta definitiva: “Pues, ¿qué va a hacer? ¿La va a denunciar?”

Silencio. Damián guarda la respuesta. Está dividido entre el deber, la ética, la lealtad y el miedo. Sabe que, como responsable de la fábrica, si todo sale a la luz, él será el primero en caer. No podrá excusarse diciendo que fue engañado. Y aún así, la duda lo carcome.

Begoña aprovecha su vacilación para atacar donde más duele: “¿Y está dispuesto a asumir ese riesgo? Porque sería algo nuevo para usted, ¿no? O dígame, ¿es que como no se trata de su hijo, la cosa cambia?”

Damián se enfurece, pero Begoña no se detiene. “Nadie en esta casa está libre de pecado. Puede que Luz no tenga un título universitario, pero no ha cubierto asesinatos, ni uno, ni varios.”
La referencia es clara. Los fantasmas del pasado de esta familia están más presentes que nunca.

La discusión sube de tono. Damián recuerda la muerte de Margarita. “Luz ha tenido suerte de no enfrentarse a un caso grave… hasta que llegó Margarita. Y Margarita ha muerto.”

Begoña, con los ojos brillantes, no se inmuta: “Luz es íntegra, honesta, como persona y como médico.”

Entonces Damián pregunta algo que lleva tiempo rondando su mente: “¿Y ese diploma que colgaba en el dispensario? ¿De dónde salió?”
Begoña lo mira de frente: “Se lo consiguió su yerno.”
¿Jaime también lo sabía? pregunta, con incredulidad.
“Sí. Fue él quien reconoció su talento. Quien la ayudó.”

Damián, agotado, se deja caer en su sillón. “Está visto que en esta casa soy el único que no se entera de nada.”
Pero Begoña no se rinde. Le cuenta que Luz, tras lo de Margarita, renunció a ejercer por voluntad propia.
Damián, cortante: “Te recuerdo que ahora mismo está ejerciendo.”

Y Begoña, sin titubear, lanza un argumento devastador: “Solo porque su amigo Herrera, médico con título, sí, pero adicto al éter, sigue ejerciendo. ¿Eso no es negligencia? ¿Qué pesa más para usted, un papel en la pared o la vocación, el talento y la humanidad?”

Finalmente, Damián admite: “De momento ya he relevado a Herrera de su cargo. No podemos permitirnos más escándalos.”

Begoña, con amarga ironía, concluye: “Claro. No con don Pedro en la dirección.”

Y así, Damián queda en silencio. Todo lo que creía tener bajo control se le escapa entre los dedos. Por primera vez, empieza a cuestionarse qué es lo correcto, qué sacrificios está dispuesto a hacer y qué secretos deben permanecer ocultos.

La pregunta sigue sin respuesta: ¿La denunciará? ¿Será capaz de destruir a la mujer que le salvó la vida? ¿Permitirá que se desate un escándalo que arrastraría a todos, incluyendo a él mismo? ¿O cederá ante la verdad, reconociendo que hay veces en las que el corazón debe hablar más fuerte que la ley?

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¡Nos leemos en el próximo avance exclusivo de Sueños de Libertad!