Esta semana en ‘Una nueva vida’, el temor comienza a enredarse en el alma de Seyran como una hiedra oscura. Cada vez que imagina a Ferit viviendo bajo el mismo techo que su padre, Kazim, un escalofrío le recorre la espalda. ¿Y si él también cambia? ¿Y si la convivencia lo convierte en una réplica de aquel hombre autoritario que ha marcado su infancia? Pero Ferit es tajante. Tras lo que ha pasado en el capítulo 38 de ‘Una nueva vida’, se niega a regresar a la mansión mientras Nuket y Kaya sigan allí. “Esto es un matrimonio, y a veces tienes que hacer cosas por tu marido”, le dice con firmeza. Sus palabras son una súplica y una orden al mismo tiempo, una declaración de amor disfrazada de imposición.
Halis, desde la cumbre de sus años y su autoridad, observa a Nuket con una mezcla de afecto y desconfianza. Sabe que en la mansión cada gesto tiene un trasfondo, y cada alianza, un precio. Por eso le lanza una advertencia con tono grave: que no confíe en Ifakat. “Siempre ha querido manejar los hilos de esta casa”, le dice, como quien revela una verdad antigua. Nuket asiente con la cabeza, pero en sus ojos brilla una determinación ajena al miedo. Le promete a su padre algo difícil: reconciliar a los primos. Pero Kaya ya ha decidido alejarse. La sola presencia de Ferit le repugna. “Confía en tu madre. Pondré las cosas en orden en esta familia”, le asegura Nuket, aferrándose a la promesa de reparar un vínculo roto.
Kaya ve su orgullo herido en ‘Una nueva vida’
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La noche cae sobre la casa como un manto de inquietud. Orhan regresa tambaleante, con el aliento impregnado de alcohol y el alma extraviada. Dicle, siempre solícita, lo ayuda sin hacer preguntas, pero sus gestos suaves no escapan a la mirada vigilante de Sultan. Hay algo en esa entrega silenciosa que le resulta sospechoso. Más que sospechoso, peligroso. Una chispa no debe acercarse al fuego. “No quiero volver a verte cerca del señor Orhan”, le dice con frialdad. “Si vuelvo a presenciar una escena parecida, te enviaré con tu padre”. Su voz es un cuchillo disfrazado de advertencia. No es solo una amenaza, es una sentencia.
La tregua parecía posible. Nuket, armada de paciencia, logra que Kaya se disponga a tender una rama de olivo a su primo. Juntos acuden a casa de Kazim, decididos a dejar atrás el conflicto. Pero Ferit no está dispuesto a olvidar tan fácilmente. Con una sonrisa amarga, los recibe con sarcasmo. “La hija y el nieto vienen a justificar al abuelo… Yo lo único que quiero es que os vayáis de mi casa”, escupe, como quien cierra de golpe una puerta demasiado tiempo entreabierta.
Kaya, ofendido, se levanta y se dirige al baño sin decir una palabra. En su ausencia, Suna da un paso al frente. Ya no puede callar. “Mi hermana confió en ti, pero has demostrado que no tienes nada de humano”, le lanza a Ferit, con la voz temblando de furia contenida. “Quiero que dejes en paz a Seyran y a Ferit”. Sus palabras son un escudo, un acto de defensa desesperada por proteger lo poco que queda intacto en su familia.