En el capítulo 37 de Una nueva vida, la tragedia sacude el universo de los Coran y la incertidumbre lo impregna todo: Ferit ha recibido un disparo en el pecho, y su vida pende de un hilo. El ataque, inesperado y brutal, desencadena un caos emocional y logístico que arrastra a toda la familia a una tormenta de miedo, recriminaciones y secretos largamente guardados.

En la mansión Coran, el pánico estalla como una bomba. Orhan toma el control, intentando mantener a flote a una familia que se desmorona por dentro. Alí, aún convaleciente de un infarto, se enfrenta a la posibilidad devastadora de perder a su nieto. Se moviliza un avión ambulancia privado para trasladar a Ferit desde Gaziantep hasta Estambul, mientras la sombra de la muerte acompaña cada minuto del vuelo. Los médicos luchan contra el reloj. Ferit llega al quirófano en estado crítico.

En la sala de espera del hospital, el silencio es casi insoportable. Alí contiene las lágrimas con estoicismo, Gulgun se derrumba sin consuelo, y Orhan alterna entre el miedo visceral y una furia que apenas puede controlar. La pregunta flota como un espectro: ¿quién disparó a Ferit?

Seiran llega al hospital, desesperada por saber si Ferit sigue con vida. Pero su presencia aviva aún más las llamas del conflicto: la familia Coran, especialmente Gulgun, la acusa directamente del atentado. Seiran no puede defenderse. A su alrededor, todo se tambalea. Kazım irrumpe con su furia contenida y exige respeto para su hija. No permitirá más humillaciones.

Y justo cuando parece que el caos no puede ir a más, aparece İfakat, señalada por Kazım como la responsable indirecta del ataque, por haber introducido a los Safetaoğlu en la vida de los Coran. Las máscaras caen. Las tensiones estallan. Y entonces, las puertas del quirófano se abren. El médico tiene noticias: Ferit ha sobrevivido, pero podría quedar con el brazo izquierdo paralizado por daño en la médula espinal.

La alegría de que haya salido con vida se ve empañada por la gravedad de su condición. Seiran, rota por dentro, apenas puede sostener las lágrimas. Orhan ya organiza una segunda operación. Pero cuando Ferit despierta, su primera palabra es un nombre: Seiran. A pesar del odio que la familia le profesa, Ferit solo quiere verla a ella.

Gulgun y Alí no soportan esa lealtad. La tensión alcanza cotas insoportables cuando Atilla llega con una posible solución: un trato con los Safetaoğlu que implica la entrega de Tarık a la policía. Alí, aunque a regañadientes, acepta. Pero la herida está lejos de cerrarse.

Ferit, aún débil, intenta mover el brazo. No puede. La desesperación lo consume. Seiran, incapaz de decirle la verdad, lo consuela con promesas de esperanza. Él le jura que luchará para recuperarse. Ella, temblando, le promete que no lo dejará solo.

Pero la calma es ilusoria. En un momento de soledad, Seiran entra al baño y allí se topa con İfakat. La tensión explota. İfakat, rabiosa, la culpa de todos los males que azotan a los Coran. Pero Seiran ya no es la muchacha sumisa de antes. Con voz firme, lanza su amenaza: “Si sigues atacándome, contaré lo tuyo con Orhan.” Las palabras retumban como una sentencia. İfakat queda paralizada. Por primera vez, siente miedo real.

Mientras tanto, el médico da un nuevo parte: Ferit necesitará una larga rehabilitación para recuperar la movilidad. Al menos, su vida ya no corre peligro. La familia entra a verlo. Gulgun llora. Orhan y Alí ocultan su emoción tras un velo de serenidad fingida. Pero Ferit, con voz débil pero clara, deja algo muy claro: “No voy a renunciar a Seiran. La amo, pase lo que pase.”

La bomba estalla. Alí, enfurecido, estalla contra Orhan e İfakat, responsabilizándolos del desastre. Luego toma una decisión que cambiará todo: llama a Londres. Es hora de que su hija Nükhet regrese. Es su carta secreta para recuperar el control de la familia.

Por otro lado, İfakat, arrinconada, le confiesa a Orhan que Seiran conoce su secreto. Si habla, están perdidos.

Kazım, aún furioso, visita a Ferit en el hospital. El joven, al principio desconfiado, termina escuchando con atención. Kazım menciona las constantes humillaciones a Seiran por parte de los Coran. Ferit, dolido, busca respuestas en su esposa. Ella le dice, simplemente: “No quería cargarte con más preocupaciones.” Él se quiebra por dentro. La ama más que nunca.

En otro rincón del hospital, Suna intenta hablar con Abidin, su antiguo amor. Él, frío, le responde con dureza: “Ya no eres la misma.” Suna queda destrozada.

Alí decide entonces actuar con firmeza: llama a Kazım para formalizar la propuesta de matrimonio entre Ferit y Seiran. Pero Kazım da un giro inesperado: la rechaza. “No forzaré a mi hija. Nos volvemos a Gaziantep.”

Pero Ferit no se rinde. Dos días después de recibir el alta, se presenta en casa de Kazım junto a su padre. Quiere pedir de nuevo la mano de Seiran, esta vez por amor, por convicción. Alí, aunque molesto, lo acompaña. Tras un tenso silencio, Kazım accede. La boda se celebrará.

Y así, dos semanas después, Ferit y Seiran sellan su unión en una ceremonia íntima pero llena de emoción. Sus miradas brillan. Sus manos se entrelazan. Pero la tensión no desaparece. Gulgun y Orhan se mantienen fríos. Alí, silencioso, planea su próximo movimiento.

Y entonces, el golpe final: una visita sorpresa sacude los cimientos de la familia Coran. Llega un coche a la mansión. De él baja Nükhet, la hija de Alí, junto a su hijo Kaya. El pasado ha regresado. Con él, viejos secretos, heridas sin cerrar… y un nuevo capítulo que promete incendiarlo todo.

La historia de Ferit y Seiran apenas comienza. Lo que está por venir cambiará sus vidas para siempre.