La tragedia no da tregua en Una nueva vida, y en este capítulo 85, el dolor y la tensión se apoderan de cada escena, marcando un antes y un después en la historia de los Corhan. Todo comienza con un pequeño respiro: la familia logra llegar sana y salva gracias a la conducción prudente de Ferit. Pero esa calma dura poco. Desde el extranjero, Alice inicia su tratamiento médico, ajena a que en casa, la sombra de la muerte se cierne implacable sobre los suyos.

El golpe más brutal llega con la muerte de Aysen. La policía no tarda en actuar y detiene a Suna, acusada de asesinato. El escándalo es inmediato. La familia, desesperada, corre a la comisaría, donde la tensión alcanza un punto de quiebre. Sefika, entre lágrimas y acusaciones, señala sin titubeos: fue Suna quien empujó a su hija por las escaleras. La sentencia se sella cuando Cicek afirma haber presenciado todo. La versión cala hondo en los corazones de los presentes, especialmente en Karam, quien no puede soportar más el peso de los secretos.

En un crudo enfrentamiento con su madre, Karam escupe su verdad: “Mataste a una niña inocente por no perderme… Nunca me amaste lo suficiente, pero ya no me importa.” Cicek, sorprendida por su furia, se queda sin palabras. La grieta entre madre e hijo parece irreparable.

En la prisión, Suna encara a Ferit con la mirada herida y desafiante. “Dicen que los asesinos siempre vuelven al lugar del crimen. ¿Qué hago aquí? Tú me besaste y luego me trataste como si yo fuera una criminal.” Ferit, afectado por la culpa, le promete hacer todo lo posible para sacarla de allí. Pero las palabras ya no bastan. Suna lo sabe. “Para mujeres como yo, que creímos en tus promesas, la cárcel es el precio. A mí me arrestaron, y Seiran casi pierde la vida por ti.”

El drama se intensifica cuando Seiran y Ferit deciden investigar por su cuenta la misteriosa muerte de Aysen. Pero mientras recorren los pasillos del hospital en busca de pistas, Seiran hace una confesión devastadora: su enfermedad podría reaparecer si queda embarazada. Ferit, furioso, le reclama su silencio. “¿Cómo pudiste iniciar el tratamiento? ¿No entiendes que si tú no existes, yo tampoco?”

Detrás de escena, Sadik sigue moviendo los hilos. Le asegura a la gran dama que todo está controlado. La enfermera sobornada no hablará y el veneno que usaron no aparecerá en la autopsia. El crimen parece perfecto. Pero no contaban con que la verdad comenzaría a filtrarse por las grietas.

Cazim, impulsado por el amor y la impotencia, visita a Suna en la cárcel. Su reacción al verla destrozada es tan intensa que termina enfrentándose a los guardias. Suna, entre lágrimas, le confiesa: “Por primera vez, tus manos me dan seguridad.” Él jura no dejarla sola nunca más.

Sin embargo, los obstáculos no cesan. Ferit y Abidin descubren que las grabaciones del hospital han sido borradas misteriosamente. Un hombre sospechoso los observa desde lejos. Cuando intentan interrogarlo, los guardias intervienen, obligándolos a retirarse sin respuestas.

Pero una pista inesperada aparece cuando Seiran ve a una mujer fotografiando a un recién nacido. Algo en su actitud le resulta extraño. Tal vez allí esté la clave de quién entró en la habitación de Aysen esa noche. Justo cuando se disponía a investigar, una llamada urgente de Ferit la obliga a abandonar el hospital.

Por otro lado, Orhan llega con una revelación inquietante: alguien saboteó los frenos del coche. Seiran no duda: fue Karam. Abidin, aún incrédulo, niega con la cabeza, pero el peligro es real. Esme confirma que intentó que Sefika dijera la verdad, pero Cicek la manipuló para incriminar a Suna.

En un momento decisivo, Ferit y Seiran logran acceder a las grabaciones hechas por la familia del bebé. Al revisar el material, todo queda claro: una enfermera entra y sale de la habitación de Aysen varias veces. En una esquina, se la ve aceptando un sobre de dinero. ¡La prueba que necesitaban ha llegado!

La presión cae ahora sobre Sefika. Enfrentada por Izakat y Orhan, baja la mirada. “Cicek me obligó a mentir… pero no puedo seguir ocultándolo.” Finalmente, accede a contar la verdad al fiscal.

Justo cuando todo parece resolverse, una nueva bomba estalla. La puerta del despacho del fiscal se abre de golpe. Sadik entra con una sonrisa macabra y una confesión helada: “No hace falta que sigan investigando. Yo maté a Aysen.” El silencio se vuelve insoportable. “Teníamos una relación. Pero me dejó… y la maté.”

Mientras tanto, Karam confronta a su madre en la mansión. “¿Arriesgas todo por Abidin porque sabes que yo no puedo tener hijos? ¿Un día también me sacrificarás?” La gran dama no responde. Su silencio es tan revelador como cualquier palabra.

Ferit, en su propio campo de batalla, planea derribar a la gran dama. “Tenemos que demostrar que es culpable de la muerte de Aysen.” Pero Seiran, agotada y dolida, le lanza una advertencia: “Le prometimos a Alisaga proteger a nuestra familia. Si sigues así, me iré lejos con mi hijo.”

En prisión, Sicercó visita a Suna y le lanza una propuesta inquietante: “Si aceptas vivir en la mansión, te sacaré de aquí.” Suna, atrapada, siente un nudo en el estómago. Acepta… por su hijo.

La noche cierra con una escena brutal. Ferit y Abidin, llenos de rabia, se enfrentan a golpes en unbar de mala muerte. La policía llega y los arresta. Pero el destino aún guarda una última sorpresa: al entrar a la celda, se encuentran cara a cara con Sadik. Ferit lo mira y sonríe con malicia.

Y así, capítulo tras capítulo, la red de engaños, pasiones y venganzas se teje más apretada. Suna, inocente o no, ha sido marcada. Y la verdad, aunque finalmente asome la cabeza, sigue cobrándose un precio altísimo. En Una nueva vida, nadie sale ileso.