El capítulo 82 de Una nueva vida llega cargado de tensión, tragedia y un giro inesperado que lo cambia todo: el caos ha estallado y nadie está a salvo, ni siquiera Suna, la esposa de Abidin.
La historia comienza en el hospital, donde el dolor y la incertidumbre envuelven a los protagonistas. Suna se debate entre la vida y la muerte tras recibir un disparo durante un atentado organizado por la gran dama y sus hombres. El eco de las sirenas aún resuena en la memoria de todos, mientras el hospital se convierte en el único refugio de esperanza.
Kim, con el rostro bañado en angustia, encara a Ifakat con una pregunta demoledora: “¿Por qué dejaste sola a Esme y viniste aquí?” Ifakat, agitado y nervioso, apenas puede responder. Esme está siendo atendida por los médicos, pero sigue desmayándose y hay temor de que su situación empeore. El ambiente está enrarecido. Orhan, con una mirada oscura, lo dice claro: “La gran dama y su hijo Abidin nos están llevando al límite.” Nadie lo contradice. Todos saben que esta vez han ido demasiado lejos.
Gulgun, incapaz de comprender lo que está ocurriendo, se aferra a la incredulidad. “¿Cómo pudieron hacerle esto a Suna?”, pregunta, desconcertada. La respuesta de Ifakat no deja espacio a dudas: “Se los advertí. Abidin no vale nada. Algún día intentará matarnos a todos.” Orhan agrega, con rabia contenida, que ese día ya ha llegado. Abidin no solo disparó, sino que puso en peligro la vida de su propia esposa. La violencia ha traspasado todos los límites posibles.
Mientras tanto, en la casa de la gran dama, la tensión es de otro tipo: más oscura, más peligrosa. Abidin, devastado, confronta a Karam, el ejecutor del ataque. “¿Estás loco? ¿Qué sentido tiene dispararle a la gente?”, le grita. Pero Karam no muestra remordimiento alguno. Su respuesta es cínica: “No fuimos a jugar a las cartas. Fuimos a sembrar el terror.” Admite que dispararon en todas direcciones sin preocuparse por quién estaba en el lugar. El rostro de Abidin se crispa de desesperación al oírlo. “Mi esposa estaba allí. Si le pasa algo, te juro que te mataré.”
El diálogo entre ambos revela una fractura brutal entre los aliados. Mientras Abidin pretendía solo intimidar, Karam cruzó todos los límites. Y ahora el precio a pagar podría ser la vida de Suna. La gran dama, hasta ese momento silenciosa, finalmente interviene. Quiere saber si Suna está muerta. Karam, con la frialdad de un verdugo, responde que no se detuvo a mirar. La reacción de la matriarca es inmediata: “Nos vamos ya. A la casa de la montaña. Si no viene la policía, vendrán los Coran. No nos dejarán escapar.”
Y así, mientras la noche envuelve la mansión, los hilos del destino se tensan. La huida comienza. El caos sigue su curso.
De vuelta en el hospital, Ferit también ha resultado herido. Una bala le rozó la costilla y, aunque su vida no corre peligro inmediato, el dolor lo mantiene postrado. Pero su preocupación no es su salud, sino Seiran. “¿Dónde está Seiran?”, pregunta con desesperación, ignorando las recomendaciones médicas. La enfermera intenta tranquilizarlo, pero Ferit no puede dejar de imaginar lo peor.
Orhan entra en la habitación e intenta calmarlo. “No puedes seguir forzándote así.” Pero Ferit no está dispuesto a quedarse de brazos cruzados. “¿Y qué debemos hacer? ¿Esperar?” La respuesta de Orhan es firme: “No haremos nada hasta que llegue tu abuelo. Y mientras tanto, debes apoyar a Seiran.” Es una orden que suena a sentencia.
Sin embargo, el silencio posterior es más elocuente que cualquier palabra. Ferit sabe que, aunque se vea obligado a esperar, el tiempo no está de su lado. El enemigo no descansa.
En la mansión, la gran dama no oculta su furia. Camina de un lado a otro, los tacones golpeando el mármol con el ritmo de su desesperación. Mira a Karam con los ojos llenos de reproche: “Nos has conducido por un camino sin retorno.” Pero Karam, lejos de arrepentirse, la enfrenta con la frialdad de un hombre que ya cruzó todas las líneas. “Desde el principio sabías que no iría allí a regresar con las manos vacías.”
El cinismo de Karam es inquietante. Asegura que no disparó directamente, pero sí incitó a los hombres a no ser cobardes. La gran dama, consciente de que no hay vuelta atrás, toma el control: ordena la evacuación inmediata. Sadik, siempre fiel, recibe la orden de no perder de vista a Abidin. La confianza se ha evaporado. Nadie es digno de plena seguridad.
Así se cierra este capítulo lleno de tensión, heridas abiertas y destinos inciertos. Abidin ha cruzado la línea más peligrosa: disparar y poner en riesgo la vida de la mujer que dice amar. Karam se ha desatado como una fuerza de destrucción imparable. La gran dama, fiel a su naturaleza estratégica, mueve sus piezas para escapar del desastre que ellos mismos provocaron.
Pero la pregunta que queda en el aire es la más dura de todas: ¿Sobrevivirá Suna? ¿Y qué pasará cuando Ferit, Orhan y los demás descubran toda la verdad? La guerra está en marcha, y las consecuencias podrían ser devastadoras para todos los involucrados.
El próximo capítulo promete más drama, más revelaciones y, quizás, una venganza que podría cambiarlo todo. ¿Podrá el amor resistir en un mundo donde la traición es moneda corriente y la vida pende de un hilo?
La respuesta está por venir. Pero por ahora, Una nueva vida nos ha dejado un capítulo imposible de olvidar.