El capítulo 81 de Una nueva vida arranca con una tormenta emocional que sacude los cimientos de la mansión. La tensión se respira en cada rincón. Orhan, fuera de sí, no cesa de repetir con angustia: “¿Qué te hicieron?”. La situación es crítica: el hermano de Abidin, Karam, ha lanzado una amenaza directa. Llama exigiendo una decisión: “¿Vas a entregar a Suna o no?”. El rostro de Orhan se transforma en furia pura. Jura encontrar a Karam no para devolverle a Suna, sino para castigarlo con sus propias manos. Suna, aterrada, pregunta qué ocurre, y Orhan le revela lo inevitable: “Te quieren a ti”.
En la casa de la gran dama, las palabras entre hermanos hieren como cuchillas. Abidin se pregunta qué sentido tiene pedir a Suna, pero Karam lo presiona asegurando que es por su bien. La gran dama se muestra cómplice: “Es tu hermano, está tratando de ayudarte”. Pero lo que se presenta como ayuda, es en realidad una amenaza encubierta.
Mientras tanto, Ferit vive su propia guerra interna. A solas, lucha contra la voz de su conciencia. “Todo es tu culpa”, le repite su mente una y otra vez. Las palabras le taladran el alma: “Eres basura, ridículo, mereces morir”. El peso de la culpa es tan aplastante que, pistola en mano, se dispone a hacer lo impensable. Seiran lo encuentra justo a tiempo y, con el corazón en un puño, le ruega: “Ferit, ¿a dónde vas con esa pistola? No lo hagas”.
En la mansión, Atice no puede creer lo sucedido. Orhan revela una verdad perturbadora: “Mi padre sabía lo que pasaba”. Pero Atice lo niega, incrédula. La tensión se desborda cuando Izzat pide, con voz rota, que todos se retiren. El miedo se ha instalado en su cuerpo. “Sí pueden hacerlo otra vez”, susurra. La amenaza es real y constante.
En las afueras de la casa de la gran dama, Ferit desafía a los hombres armados. Les apunta con su pistola, dispuesto a arriesgarlo todo. “Si no me disparan ustedes, lo haré yo”, dice con frialdad. Abidin le grita que está loco, pero Ferit sonríe con amargura: “¿No vamos a morir todos algún día?”. El enfrentamiento está a punto de estallar cuando Seiran se interpone entre Ferit y las armas: “Si disparan, será a mí primero”. Su gesto conmueve hasta al más frío. Abidin cede: “Toma a Seiran y vete”. Pero Ferit, antes de irse, lanza una advertencia escalofriante: “Volveré”.
Poco después, la gran dama llama por teléfono. Su tono es escalofriante. “Ferit le disparó a mi hijo, pero le perdoné la vida. Ahora envíame a la esposa de mi hijo o prepárate para su muerte. Tienes 48 horas.” Alice, firme como una roca, responde con valentía: “No te enviaré a ninguna mujer de mi familia”. Pero sabe que el peligro está más cerca que nunca. Ordena que todos se retiren, menos Orhan. “Sigue a Ferit. Algo me dice que camina hacia la muerte”.
Mientras Ferit se hunde en su desesperación, Seiran trata de alcanzar su corazón. “¿Por qué me tratas como enemiga?”, le pregunta con dolor. Ferit, con los puños cerrados y la mirada perdida, le responde: “Quiero que sea así”. Pero en el fondo, es su forma de protegerla.
Alice, por su parte, interroga a Ferit. “¿Qué hiciste?” Él responde sin titubear: “Lo que tenía que hacer”. Alice, preocupada, teme por su vida. “Te van a matar”, le advierte. Pero Ferit lo tiene claro: “A veces hay que arriesgarse a morir para mantener vivos a los demás”.
Seiran, desesperada, confiesa: “Nunca había visto a Ferit así. Está al borde del abismo”. Alice, conmovida, le dice: “Hija, hay una guerra afuera, pero otra aún más cruel arde dentro de él. No te rindas. Solo tú puedes atravesar esos muros”. Seiran comprende lo que debe hacer. “Si logro hacerle soñar con el futuro… si le muestro que puede ser padre… tal vez vuelva a vivir”.
En otro rincón de la mansión, Seiran intenta consolar a Izzat, devastada tras una agresión terrible. “Solo me importa cómo estás tú”, le dice con dulzura. Izzat rompe a llorar. “Me desnudó, me fotografió, me humilló. No entiendo por qué”. Seiran la abraza con fuerza. “Cada uno vive su propio infierno. Si quieres contarlo, te escucharé”. Pero Izzat, desbordada por la ira, sale de la habitación y se lanza sobre Suna. “Todo esto pasó por tu culpa”.
Ferit interviene y detiene la agresión. Izzat, aún entre lágrimas, le lanza un ultimátum: “O tiras esa porquería de pistola o entregas a esta mujer. De lo contrario, esta tristeza me matará”. Ferit se vuelve hacia Suna con una mirada impenetrable. “Te irás de la mansión por el bien de todos”. Suna, herida hasta el alma, le pregunta con incredulidad: “¿Tanto me odias?” Ferit responde con frialdad: “Te vas porque así lo quiero”. El corazón de Suna se hace añicos. Ya no queda rastro del hombre que alguna vez la protegió.
Después, Izzat intenta justificarse ante Seiran. “Perdóname por gritarle a Suna. Pero mientras ella esté aquí, nuestra familia está en peligro”. Seiran le responde con serenidad: “No estoy enojada”. Izzat la mira sorprendida. “¿Siempre fuiste así de buena?” Seiran, con una sonrisa triste, murmura: “Tal vez solo viste mi amabilidad como estupidez”. Por primera vez, Izzat baja la guardia y le agradece con sinceridad: “Gracias por estar conmigo en mis momentos más oscuros”.
En las afueras de la mansión, la seguridad se refuerza. Kim, implacable, exige los teléfonos de todos los guardias. “Revisaremos cada mensaje y llamada. Si alguien se ha comunicado con Abidin, será despedido al instante.” El silencio entre los hombres es sepulcral. “El grupo anterior ya fue expulsado. Ni siquiera piensen en seguir a Abidin en redes sociales.” La advertencia es clara: no hay espacio para la traición.
Así concluye el capítulo 81, con un giro desgarrador: Suna es expulsada de la mansión, no por decisión propia, sino por el miedo, la traición y la desesperación que ha comenzado a envenenar a toda la familia. Y mientras Ferit se hunde en su abismo personal, la guerra que se libra en las sombras promete cobrar muchas más víctimas. ¿Será posible que el amor y la verdad prevalezcan en medio del caos? ¿O esta nueva vida terminará siendo una pesadilla irreversible?
¿Te gustaría que el próximo avance se centre en el destino de Ferit y Seiran?