En el impactante capítulo 79 de Una nueva vida, los secretos, las traiciones y las decisiones impulsivas de Ferit desencadenan una tormenta que amenaza con arrasar no solo su vida, sino la de toda su familia. El episodio arranca en plena tensión: Ferit se encuentra atrapado en una bodega, rodeado de armas y hombres dispuestos a matarlo. “¿Quién eres?”, pregunta con voz firme. “Adiaga nos envió”, responde uno de ellos con una frialdad que hiela la sangre. Ferit, frustrado y desafiante, lanza una frase cargada de rencor: “Hasta para morir tengo que pedirte permiso, abuelo”.
Mientras tanto, en la mansión, el ambiente no es mejor. La Gran Dama intenta calmar los ánimos asegurando que todo está bajo control, pero Abidin no confía en esa paz aparente. “No conoces a Ferit. Cuando se enfurece, arrastra a todos con él”, advierte. Las palabras no tardan en volverse proféticas. Naz, visiblemente afectado, le confiesa a Abidin que Ferit lo amenazó con matarlo si no lo eliminaba antes, y en un momento de desesperación, le apuntó con una pistola. Abidin, desbordado por la furia, lo enfrenta: “¡Te haré tragar esa pistola!”. Pero la tensión cede brevemente al saber que los hombres de Alisaga han llegado a tiempo para rescatar a Ferit.
En la mansión, la desesperación es cada vez más palpable. Ferit no aparece, los teléfonos no responden y el miedo se apodera de todos. Gulgun, con el rostro desencajado, le ruega a Orhan que lo encuentre. “Si le pasa algo, no podré seguir viviendo”, susurra con lágrimas en los ojos. Suna y Seiran comparten la misma preocupación, mientras el silencio se vuelve insoportable. Finalmente, Ferit aparece en la puerta, magullado pero vivo. Su regreso debería traer alivio, pero lo que estalla a continuación es una guerra familiar sin precedentes.
Alisaga, imponente y colérico, irrumpe en la sala y lanza un reproche que estremece: “¡Hace mucho que ignoran mis palabras en esta casa!”. Su mirada se clava en Ferit. “¿Quién te crees que eres?”. Ferit lo enfrenta, orgulloso: “Soy el nieto al que diste este anillo. Si lo quieres de vuelta, tómalo. Pero si me diste esta responsabilidad, entonces déjame actuar”. Las palabras caen como puñales. Alisaga no se queda atrás: “Te arrepentirás de cada decisión que tomaste”. Y con voz rota por la decepción, grita: “¡Sal de esta casa!”.
Pero lo peor aún no ha sido revelado. Sean toma la palabra y lanza una bomba: Ferit hipotecó la mansión para comprar unas misteriosas piedras, y lo hizo junto a su hermana. Alisaga, atónito, pierde los estribos: “¡Entregaste nuestra casa en secreto! Desde hoy, no tendrás voz ni voto aquí”. Ferit, dolido, acepta su castigo, pero promete algo con el alma herida: “Encontraré esas piedras, se las daré a los Coran… y desapareceré para siempre”.
Abidin, impotente, arremete contra Suna: “¡Solo por seguir a Ferit destruimos esta familia!”. El ambiente es asfixiante. La tensión se corta con cuchillo y hasta Kazim interviene para apaciguar a su hijo. Pero ni la sabiduría de los mayores consigue frenar el colapso. Kim, en voz baja, le recuerda a Abidin que están en el mismo bando que la Gran Dama, y que deben jugar con astucia. “No muestres tu verdadero rostro ante Alisaga”, le dice, mientras la intriga interna sigue creciendo.
En otro rincón de la casa, Seiran y Suna estallan en una discusión brutal. “¡Eres una estúpida!”, le grita Seiran. “¡Nos hundiste con tus buenas intenciones!”. Suna, rota, llora sin consuelo: “Todo esto es culpa mía… soy ignorante, soy tonta…”. Pero no todos están dispuestos a consolarla. Sean, implacable, la acusa de traicionar la confianza familiar: “¿Cómo pude dejarte esta mansión en tus manos?”.
Esme entra en escena para poner fin al caos, recordando que se están peleando por una casa que ni siquiera es realmente suya. Suna, buscando consuelo, se refugia en su tía Atice y le suplica comprensión. Pero Atice no se apiada: “Tomaste una decisión de peso sin consultar a tus mayores. ¿Tienes cabeza para esto?”. Luego, con dureza añade: “Tú y Seiran tendrán hijos algún día… ¿les vas a enseñar a actuar así?”.
La tensión escala cuando Suna, fuera de sí, lanza una verdad cruel como un dardo: “¡Al menos yo podré tener hijos! Dile a Alisaga que Seiran, a quien tanto ama, ¡nunca podrá darle nietos!”. Seiran, destrozada, acude a su madre con el alma en pedazos: “¿Qué pasará si Ferit sabe que no puedo tener hijos?”. Esme, entre lágrimas, comprende el sacrificio de su hija. “Vas a arriesgar tu vida para que él encuentre la suya”, le dice con ternura.
La esperanza de Seiran es que un hijo transforme a Ferit, lo vuelva más sereno, que le dé un propósito, un motivo para vivir. Pero la tragedia de no poder concebir amenaza con destruir ese sueño.
Al día siguiente, Suna se encuentra con Abidin, buscando una última chispa de comprensión. “Tomé esa decisión por todos nosotros”, suplica. Pero Abidin, lleno de dolor, responde con frialdad: “Si me hubieras escuchado, te habría dicho que no lo hicieras”. La desesperanza de Suna es absoluta. “¿Quién soy yo?”, pregunta entre sollozos. “Solo la sombra del señor Ferit”, responde él, con una mezcla de tristeza y rencor.
Y así, con cada personaje enfrentado a su culpa, su dolor o su impotencia, el episodio cierra con la certeza de que nada volverá a ser como antes. Ferit, despojado de su familia y de su hogar, ha llevado a todos a la ruina. Pero en su interior aún arde la determinación de cumplir su promesa… y desaparecer.
¿Podrá redimirse? ¿O este será el principio del fin para-Una nueva vida? La respuesta, como siempre, en el próximo capítulo. ¿Quieres que te prepare también el spoiler del capítulo 80?