La tensión se respira en cada rincón de Sueños de Libertad, y el capítulo 316 no será la excepción. Las intrigas se espesan como niebla en la finca de los Reina, mientras los secretos comienzan a tambalear los cimientos de confianza entre personajes que creían tenerlo todo bajo control. Esta vez, una mujer herida y un grupo de hombres decididos a desenmascarar una red de mentiras cambiarán el destino de todos. Y en el centro de todo: Digna, que por fin se planta y pide lo impensable.

Desde los primeros compases del episodio, la conversación en la casa de los Reina revela el punto de ebullición de la desconfianza. Damián y Begoña debaten lo evidente: Gorriz, apenas salió del encierro, corrió a encontrarse con don Pedro. Andrés lo confirma, los vio hablando en el camino del pozo viejo. Todo apunta a una única verdad: Gorriz no es un simple peón, sino el instrumento de una maquinación más oscura, orquestada por Carpena para destruir a Joaquín desde dentro.

Damián, visiblemente alterado, no se guarda palabras: “Ese miserable urdió su plan para quitarle el puesto a Joaquín y encima quedar como el salvador de los Merino”. La rabia de Damián es palpable. No sólo se trata de un sabotaje económico, sino de una humillación pública a Tasio, al revelar que es su verdadero padre. Pero Andrés aún no lo ve del todo claro. Prefiere ser cauto, rechazar las acusaciones sin pruebas firmes. No quiere creer que Pedro esté detrás de la muerte de Jesús.

Aun así, Damián insiste. Jesús no se suicidó. Él lo conoce, lo siente. Andrés propone un camino: si Gorriz recibió un pago por divulgar calumnias, deben conseguir que lo confiese. Él sabe dónde está hospedado y se compromete a buscarlo en Madrid, aunque, según su investigación, esa noche no estaba en Toledo. Jugaba cartas en un bar cercano a la catedral. Pero algo queda claro: Pedro utilizó a Gorriz para ganar poder, y eso sí pueden probarlo.

La gran incógnita ahora es qué hacer con Marta. ¿Contarle todo? No. Damián se opone. La cercanía actual entre ella y Pedro es demasiado peligrosa. Cualquier palabra podría delatar sus planes. Antes hay que confirmar cada sospecha, con evidencia irrefutable.

Mientras tanto, en casa de don Pedro, Digna hace su aparición. Vestida con su dignidad por delante, le revela al prometido que no está allí solo para saludar. Ha estado reflexionando. La última discusión sobre las acciones de Julia la dejó inquieta. No quiere que los asuntos económicos enturbien el vínculo que construyen. “Cuando iba a casarme con Damián, él cambió su testamento para beneficiarme. Jesús no lo vio con buenos ojos, fue horrible”, confiesa con dolor.

Y entonces, llega la bomba: “Quiero que nos casemos en separación de bienes”. Don Pedro, desconcertado, intenta suavizar la situación, asegurando que quiere compartir todo con ella. Pero Digna se mantiene firme. “Sobre todo compartiremos el amor. Pero con el dinero, no me sentiré cómoda si no lo hacemos así.” Don Pedro, cautivado por su determinación, cede. Le promete que lo hará, incluso si tuviera que traerle la luna. Digna, emocionada, lo besa. Ha logrado algo que pocas mujeres logran en aquella época: poner sus condiciones en una relación desigual.

Sin embargo, mientras el amor parece encontrar equilibrio, la verdad se sigue escapando como arena entre los dedos. Andrés acude a Pedro con la determinación de un hombre que ya no se deja engañar. Lo confronta directamente: “¿Dónde ha metido a Gorriz?” Pedro, con su máscara de caballero impecable, no niega que hablaron, pero finge indiferencia. “No soy su niñera”, dice con frialdad. Asegura que Gorriz quería recuperar su puesto en la fábrica y que él se negó, por respeto a Joaquín y a Tasio. Andrés no se deja impresionar. Sabe que Pedro oculta más de lo que dice. La conversación es un duelo de ingenio y veneno disfrazado de cortesía.

Pedro, intentando desviar la atención, plantea que quizás la competencia esté detrás del sabotaje. Pero Andrés ya ha dado el primer paso: sabe que Gorriz desapareció de la pensión donde vivía con su familia. Y no va a parar hasta encontrarlo.

Mientras tanto, la cocina de los Reina se convierte en un campo de batalla menor, pero igual de tenso. Raúl entra con su desparpajo habitual, dispuesto a probar lo que Manuela cocina. Pero esta, harta, lo echa con desprecio. Raúl no entiende qué ha hecho mal, hasta que Manuela lo enfrenta con furia: ha ido pregonando por el pueblo que salía con una chica de Camarena cuando en realidad estaba relacionado con doña María. Claudia lo descubrió, y eso ha encendido todas las alarmas.

Raúl intenta negarlo, pero Manuela ya no le cree. “Nada más que pensando con la bragueta”, le espeta, sin filtros. El engaño no solo amenaza su lugar en la familia, sino también su permanencia en la finca. Si quiere conservar algo, deberá cortar de raíz con María.

En un giro final, volvemos a casa de don Pedro. Este realiza una misteriosa llamada telefónica. Su tono es frío, calculador. Le ordena a su interlocutor, ya con el dinero en mano, que se embarque rumbo a Venezuela y no vuelva jamás a pisar España. Al terminar la llamada, aparece Irene, curiosa por saber qué ocurre. “Va camino de Lisboa. Mañana embarca rumbo a Venezuela con toda su familia”, le explica Pedro. “Pobre hombre”, murmura ella. Pero Pedro corta cualquier compasión: “De pobre nada. Se va con una buena suma.”

Sin embargo, no todo está bajo control. “El problema es otro”, confiesa con tensión creciente. Andrés lo vio hablando con Gorriz. El cerco se estrecha. Los pasos del enemigo están cada vez más cerca.

Y así concluye un episodio cargado de tensión, sospechas y revelaciones que no solo cambian alianzas, sino también corazones. Digna se planta, Andrés investiga, Raúl tambalea, y Pedro… Pedro comienza a perder su aura de invulnerabilidad. Las piezas se mueven y el tablero arde.

¿Será Gorriz la clave para desmantelar el plan de Pedro? ¿Podrá Andrés resistir la presión y llegar al fondo de la verdad? ¿Aceptará Pedro de verdad las capitulaciones, o prepara un nuevo engaño? Todo esto y más, en el próximo capítulo de Sueños de Libertad.