El capítulo 296 de Sueños de libertad llega con una carga emocional y estratégica altísima, donde los lazos familiares, las traiciones y los juegos de poder se entrelazan en un episodio que marcará un antes y un después en la lucha por el control de la fábrica y la familia Reina. Andrés y Damián, padre e hijo, a pesar de sus profundas diferencias, por fin comprenden que solo unidos podrán hacer frente al enemigo común: Pedro Carpena.
Todo comienza en la casa de los Reina, donde Andrés, harto y visiblemente frustrado, le confiesa a su padre lo insoportable que resulta la constante manipulación de don Pedro, quien no pierde oportunidad de recordarle que Mateo murió por su culpa. Damián intenta calmarlo, pero Andrés, que ya ha visto a Pedro jugar con la culpa como un titiritero experto, sabe que no es una coincidencia. “Te tiene justo donde quería”, dice. El plan es claro: hacer que Pedro pierda todo apoyo dentro de la empresa, aunque eso implique movimientos oscuros.
Pero Damián no es ingenuo. Reconoce que mientras María siga votando a favor de Carpena, será muy difícil derrocarlo. Además, Tasio se ha convertido en otro peón de Pedro. Lo que más desconcierta a Andrés es que su propia esposa, María, se haya alineado con el enemigo. Él cree que actúa solo por el bien de Julia, pero para Damián hay algo más: “Tú eres el único que puede traerla de vuelta a nuestro lado”, afirma.
Andrés se resiste. Hace tiempo que dejó de compartir terreno, emocional o personal, con María. Pero su padre insiste: debe hacer lo que sea necesario para conseguir su voto, incluso ganarse su confianza en el terreno empresarial. Andrés, escéptico, recuerda que María ha votado en su contra incluso cuando él fue quien la asesoró. Sin embargo, Damián cree que aún hay un vínculo entre ellos que puede reactivarse: Julia, la niña que ambos aman. Y también hay un punto ciego en María, una herida abierta: los celos hacia Begoña. “Castigar a Begoña también te castiga a ti”, concluye Damián.
Lo cierto es que Pedro ha ganado demasiado terreno, incluso emocional, sobre María. Damián no sabe cómo lo ha hecho, pero lo ha conseguido. Y si quieren recuperar el control de la empresa, tienen que reaccionar ya. “Tú por tu sobrina. Yo por mi empresa”, sentencia.
Mientras tanto, Damián se mueve por su cuenta. Llama al detective Ángel Ruiz para poner en marcha un plan paralelo. Aparentemente se trata de incorporar a un asesor de seguridad en la empresa, pero en realidad, el tal Amado Rojas —nombre falso del investigador— será una tapadera para infiltrar a alguien que vigile los movimientos de Pedro desde dentro.
Cuando Andrés se entera, se queda boquiabierto. ¿Un investigador privado dentro de la fábrica? ¿Y con qué fin? Damián le explica que Pedro descubrió su reunión con Solís, antiguo socio de Carpena, lo que solo puede significar una cosa: hay un topo. Y todo apunta a que es María. Andrés, incrédulo, se resiste a pensar que su esposa haya llegado tan lejos, pero Damián es tajante: “Si lo piensas bien, todo encaja”.
Esta teoría lleva al episodio a un tono aún más oscuro. ¿Y si María está jugando un doble juego? ¿Y si ha cruzado límites que Andrés no se atreve ni a imaginar? Damián lo tiene claro: María y Pedro están construyendo una alianza silenciosa pero letal. Si no los frenan a tiempo, serán expulsados de su propia empresa.
Paralelamente, la doctora Luz Borrel entra de nuevo en escena. Está cuidando del doctor Herrera cuando Damián la visita con un tono irónico cargado de segundas intenciones. Aunque Luz responde con profesionalismo, no tarda en enfrentarlo directamente. Le deja claro que no tolerará amenazas ni sarcasmos, y le ofrece incluso retirarse del caso si hay algún problema con su presencia.
Damián, por su parte, intenta mantener la fachada: solo está allí por Fermín. Pero Luz no se deja engañar. Sabe que Damián está husmeando, y también sabe que guarda secretos que podrían perjudicarla. En un cruce tenso, él le recuerda que ella puso en riesgo su empresa en el pasado, aunque también le salvó la vida. Por eso, le propone un pacto tácito: “No revelaré tus secretos, y te pido que hagas lo mismo”.
Pero el punto más delicado es la mención de la muerte de Valentín. Ahí la tensión sube de nivel. Damián no solo está hablando del Doctor Herrera, sino de todo lo que Fermín sabe sobre la familia… y sobre esa muerte misteriosa. Luz intenta garantizar que nada de lo relacionado con Herrera saldrá de su boca, pero no puede prometer lo mismo con el resto. Y eso, para Damián, es una amenaza latente.
En los últimos compases del episodio, Andrés propone una alternativa para el plan del asesor, pero Damián le revela la verdad: no se trata solo de Pedro, sino de todo el entorno. Alguien está filtrando información. Y aunque Andrés sigue sintiéndose incómodo con los métodos poco éticos de su padre, entiende que el momento exige decisiones duras. “Esto no es una guerra, hijo. Esto es supervivencia”, concluye Damián.
Así, padre e hijo —con sus diferencias, rencores y heridas— se dan cuenta de que si quieren vencer, deben unir fuerzas. Andrés, a pesar de sus reticencias, comprende que no pueden permitirse más pérdidas. Y Damián, más pragmático que nunca, está dispuesto a llegar hasta el final, caiga quien caiga.
Este capítulo 296 es una declaración de guerra sin balas, pero con traiciones, vigilancia encubierta y alianzas que cuelgan de un hilo. Sueños de libertad nos entrega uno de sus episodios más intensos, donde la familia se convierte en campo de batalla y el amor, en un arma de doble filo.
Y lo mejor (o peor) está por venir.