En el episodio 307 de Sueños de libertad, la tensión emocional y las decisiones que pueden cambiar vidas alcanzan un punto de ebullición. El amor, la traición, el poder y la ambición se entrelazan en una historia que promete dejar huella.

La mañana se abre con un suspiro contenido. María, desde el mirador de la casa Reina, se abandona a sus pensamientos, recordando el instante en que el corazón le ganó la razón: ese momento con Raúl. Como si el destino la estuviera vigilando, Raúl aparece, sonriente, interrumpiendo sus recuerdos. “¿Qué haces aquí?”, le pregunta, entre sorprendida y temerosa. Él, sereno, responde: “Te estaba buscando”.

Lo que sigue es un diálogo cargado de tensión romántica y miedo al qué dirán. María teme ser descubierta, teme por ambos. Pero Raúl, con dulzura y decisión, la tranquiliza. “¿Estás loco?”, le reprocha ella tras un beso furtivo. “Los dos lo estamos”, contesta él. Lo suyo es amor prohibido, clandestino, pero profundamente sincero. Entre miradas, caricias y frases que nacen del alma, María reconoce que Raúl le ha devuelto la luz. Él promete intentar curar su dolor, y ella confiesa que desde que la separaron de Julia, su mundo se ha desmoronado. Entre besos robados y promesas dulces, se despiden con la complicidad de quienes viven un amor que debe esconderse.

Pero la calma no dura. Manuela aparece justo cuando Raúl se marcha, haciendo que María contenga el aliento. ¿La habrá visto? Por ahora, Manuela solo viene con un mensaje: don Pedro la espera en la fábrica.

La siguiente escena cambia de tono. En el despacho de don Pedro, la conversación toma un rumbo inesperado. Él, con una mezcla de sinceridad e interés propio, se muestra preocupado por la situación de María tras haber sido apartada como tutora de Julia. “Todos los Reina han hecho lo posible por dejarme tirada”, le lanza ella, dolida. Don Pedro no disimula: “Yo creo que eras la mejor opción para cuidar de esa niña”.

Entonces suelta la bomba: quiere comprarle las acciones de Julia.

María lo enfrenta con suspicacia. “Lo que quiere es asegurarse mi voto en las próximas juntas”. Pero don Pedro, con una sonrisa, le pinta un escenario sombrío: los Reina intentarán manipularla, la presionarán, y si no cede, la guerra será feroz. “Lo sé. Pero no voy a sacar provecho de nada que tenga que ver con Julia”, responde firme María. Él, entonces, lanza su carta más fuerte: “Yo te ofrezco el doble de su valor en el mercado… más una comisión sustanciosa”.

María vacila. Don Pedro sabe que toca una fibra sensible: el deseo de María por ganarse el respeto de los Reina, por demostrar que no es una simple empleada, sino una mujer con voz y poder. “Véndeme las acciones y les darás donde más les duele”, le dice. Ella no da una respuesta definitiva, pero promete pensarlo.

Más tarde, la escena se traslada al mismo despacho. Digna entra, elegante, y don Pedro no tarda en elogiarla. Pero la conversación rápidamente se torna seria. Digna le informa que Floral se ha adelantado en un asunto clave, generando preocupación sobre cómo puede afectar a Luis. Don Pedro responde con resignación: “Mañana tendremos una propuesta, es lo único que podemos hacer”.

Pero lo más impactante está por llegar. Don Pedro le confiesa a Digna que le ha hecho una oferta a María para comprar las acciones de Julia, las que le dejó Jesús. Digna se escandaliza: “Eso perjudicaría el patrimonio de mi nieta. No lo puedo aprobar”. Pedro intenta justificar su jugada: con esas acciones, Joaquín, Luis y él tendrían el control total de la empresa. Nadie —ni siquiera Damián— podría desafiarlos. Es una estrategia para garantizar el poder absoluto.

“No todo vale”, sentencia Digna, pero Pedro no cede. Le asegura que el dinero irá a nombre de Julia y que cuando sea mayor de edad podrá usarlo. Además, le revela que piensa dejarle sus propias acciones a la niña en el testamento. “Será parte de mi familia”, afirma, conmovido. Ya no tiene a su hijo, y ve en Julia un nuevo propósito. Para él, Julia representa el futuro.

Digna pregunta: “¿Y qué ha dicho María?” Pedro sonríe, confiado: “Aún no responde, pero creo que aceptará”. Y entonces, le pide a Digna su bendición. Ella, aunque molesta porque no fue consultada antes, termina cediendo. Asiente. Pedro, triunfante, le promete: “No te arrepentirás. Es lo mejor para nuestra familia”.

Este capítulo no solo gira en torno a la oferta millonaria, sino al cruce de caminos que enfrentan sus protagonistas. María, entre el amor imposible y la tentación del poder. Pedro, entre la ambición empresarial y el deseo de construir un nuevo legado familiar. Digna, entre su moral y su lealtad. Y Julia, aunque ausente, sigue siendo el eje alrededor del cual gira la lucha por el futuro de todos.

El lunes 12 de mayo, Sueños de libertad nos sumergirá en un episodio lleno de emociones contradictorias, decisiones que cambiarán el destino de los personajes y una propuesta que puede ser tanto salvación como condena. ¿Cederá María a la presión? ¿Podrá su amor por Raúl sobrevivir al fuego cruzado del poder? ¿Y qué precio tiene realmente la libertad?

No te pierdas este capítulo que promete dejar huella. Porque en Sueños de libertad, amar, luchar y sobrevivir no es para los cobardes.