El capítulo 344 de Sueños de Libertad trae consigo un vendaval de emociones, decisiones difíciles y estrategias arriesgadas que sacudirán a los personajes en todos los frentes. Desde la intimidad del dormitorio de María hasta las tensiones políticas de Pelayo, cada escena está marcada por un pulso dramático que no da tregua.
La historia arranca con María en su habitación, visiblemente frustrada y agotada por las secuelas físicas que sigue enfrentando. Andrés entra con actitud protectora y le pregunta cómo ha dormido. María, con resignación y cierto enojo, le confiesa que no ha descansado nada: los calambres la atormentan, sus brazos se adormecen y la cama se ha convertido en una trampa incómoda. Ni siquiera puede girarse sin esfuerzo. Andrés, en su papel de cuidador atento, la ayuda a trasladarse a la silla de ruedas y le propone buscar un pijama más cómodo para dormir mejor, pero María reacciona con rabia. Para ella, aceptar más cambios significa renunciar por completo a su dignidad. Andrés insiste en que es una medida temporal hasta encontrar a una enfermera, pero María, sarcástica, lanza un dardo: “Seguro que Begoña está buscando”.
Con paciencia, Andrés explica que buscan a alguien con experiencia, pero la conversación escala cuando María pregunta quién la ayudará por las noches. Andrés propone, como alternativa, una enfermera interna. Esta sugerencia desata la indignación de María, quien se niega rotundamente a compartir su habitación con una desconocida. Su deseo es claro: no quiere perder su intimidad ni sentirse vigilada todo el tiempo. A medida que la discusión avanza, María toma una decisión arriesgada pero cargada de vulnerabilidad: le pide a Andrés que vuelva a dormir con ella.
Andrés, sorprendido, se niega al principio, pero María insiste. Le confiesa que la soledad la está consumiendo, que no encuentra sentido a su vida, y que tenerlo cerca la haría sentir menos desamparada. Finalmente, Andrés cede. María, agradecida, admite que es consciente del trastorno que le está causando, pero no puede evitar sentir alivio por tenerlo a su lado una vez más.
Mientras tanto, en otro punto de este drama coral, Pelayo se ve obligado a tomar las riendas de una situación que se le escapa de las manos. Al ver que Marta podría rechazar su peculiar propuesta familiar, decide buscar directamente a Fina. Llega a la tienda con tono serio y directo, sabiendo que la conversación que se avecina será clave. Fina, ya enterada del tema por Marta, le deja claro que necesita tiempo para pensar, pero no entiende por qué Pelayo ha ido a buscarla. ¿Acaso quiere presionarla?
Pelayo le asegura que solo quiere dialogar y que esta decisión los involucra a los tres. Reconoce su error por no haber planteado la propuesta directamente a ambas, y le recuerda que ya han atravesado juntas decisiones difíciles antes, como aquel acuerdo matrimonial en la casa de los Montes.
Pero Fina no lo deja escapar tan fácilmente. Le recrimina que esta propuesta no es para “cubrirse las espaldas” como entonces, sino para impulsar su carrera política. Pelayo, entonces, se sincera: le confiesa que don Pedro ha vuelto a sospechar, esta vez sobre él. Aunque no hay pruebas, lo ha visto conversando con Kobeaga y ha vuelto a sacar conclusiones peligrosas.
Fina, preocupada, pregunta por qué no le contaron antes. Pelayo responde con ternura: no querían provocarle una recaída emocional como la que tuvo semanas atrás. La situación es grave. Deben acabar con las sospechas de don Pedro, y tener un hijo —una familia “tradicional”— sería una buena cortina de humo. Además, le pinta un futuro idílico: vivir todos juntos en la casa de los Montes, lejos de las presiones sociales. Él estará ocupado con su agenda política y Marta y Fina podrán criar juntas al bebé. Una propuesta inusual, sí, pero Pelayo la presenta como una oportunidad rara para ellas.
Fina, sin embargo, no puede evitar sentir que todo esto se está volviendo cada vez más enredado. Necesita tiempo, reflexión y claridad. Pelayo le pide que lo piense sin prisa, recordándole que se tienen los tres… y que aún hay esperanza.
De regreso a casa de los Reina, Begoña visita a María con una noticia aparentemente positiva: ha encontrado a una enfermera llamada Olga, con buenas referencias y dispuesta a desplazarse a diario. María, con su habitual tono irónico, exige conocerla antes de aprobar su contratación. Begoña acepta y sugiere hacer una entrevista esa misma tarde.
Pero el verdadero problema no es Olga, sino el estado físico de María. Begoña le advierte que su rehabilitación no puede seguir retrasándose. Podrían aparecer problemas de circulación o incluso úlceras por permanecer inmóvil tanto tiempo. Cuando empieza a sacar sus implementos para revisar a María, esta se molesta: no quiere que su cuñada invada ese espacio tan íntimo.
Begoña se mantiene firme y profesional. Le recuerda que esto no se trata de una disputa familiar, sino de una paciente que necesita atención médica urgente. Incluso le lanza un recordatorio doloroso pero honesto: “Ya viste cómo me entrego cuando te salvé la vida con una transfusión de sangre”. María, entre la rabia y la impotencia, termina aceptando.
Durante el examen, Begoña descubre rojeces preocupantes provocadas por la falta de movimiento. Propone hablar con Olga para ver si estaría dispuesta a ser enfermera interna. Pero antes de que María pueda rechazarlo, lanza una bomba emocional: “Andrés se ha ofrecido a dormir conmigo”.
La declaración deja a Begoña en silencio por unos segundos. Pero finalmente responde con diplomacia: si ese es el caso, tanto ella como Luz le explicarán a Andrés cómo debe ayudarla durante la noche. A pesar de la tensión entre cuñadas, Begoña prosigue con su revisión mientras María, con una sonrisa sarcástica, saborea su pequeña victoria.
Resumen final:
El capítulo 344 de “Sueños de libertad” entrelaza decisiones íntimas y políticas en una tormenta emocional. María intenta recuperar algo de control sobre su vida desde la vulnerabilidad de su estado, Pelayo juega una arriesgada partida para protegerse de la amenaza de don Pedro, y Fina se encuentra ante una decisión que podría marcar un antes y un después en su vida y en la de Marta. Mientras tanto, Begoña demuestra que su profesionalismo no se doblega ante las rencillas personales… pero las heridas emocionales siguen abiertas.