En La Promesa, el peligro acecha una vez más en las sombras del palacio y esta vez el nombre en la cuerda floja es el de Ángela. Lo que parecía un gesto romántico y simbólico acaba convirtiéndose en el detonante de una posible tragedia. Y lo más perturbador es que todo ha ocurrido por accidente… o eso queremos creer.

Todo comenzó en la joyería El Job, un lugar tan refinado como enigmático, donde los encargos no son simples compras, sino mensajes codificados para asuntos mucho más oscuros. Curro y Luján, en su intento desesperado por cumplir con un extraño encargo, terminan sumergidos en un juego que no comprenden del todo. Querían una joya, sí. Pero la que acabaron eligiendo —la temida esmeralda oscura— puede costarles mucho más que unas cuantas pesetas.

La esmeralda en cuestión no es cualquier piedra preciosa. Tiene una historia detrás. Según relató la misteriosa encargada de la joyería, Esmeralda, fue el símbolo de una trágica historia de amor. Un soldado la regaló a su amada antes de ir a la guerra. Él murió, y ella, sumida en melancolía, nunca se la quitó. Se decía que la piedra absorbía su vitalidad día tras día, hasta llevarla también a la muerte. Un relato poético, sí. Pero también una clara advertencia.

Curro y Luján, impacientes por obtener la joya sin esperar el mes habitual, ofrecieron pagar el doble. Eso abrió las puertas del misterio… pero también del peligro. El precio final: 3000 pesetas. Un dinero que Curro, en un giro arriesgado, robó del cajón del capitán Lorenzo De la Mata. ¿Coincidencia que el capitán tuviera esa cifra exacta guardada? Puede ser. Pero las coincidencias en La Promesa suelen esconder intenciones más turbias.

Mientras tanto, Lorenzo, engañado por Leocadia, cree que fue Eugenia quien le sustrajo el dinero. Él, en un gesto insólito, decide no actuar, creyendo que su cuñada planea huir con ese botín. Por ahora, Curro ha esquivado la bala, pero el peligro no ha terminado… porque la verdadera amenaza se ha depositado, sin saberlo, sobre el cuello de Ángela.

Y es que en ese teatrillo sofisticado que montaron en la joyería, se dijo que la esmeralda era para la prometida de Curro. Todos los presentes entendieron que se trataba de Ángela. Por tanto, ella es la destinataria del encargo. Y si este encargo, como todo parece indicar, es en realidad una sentencia de muerte encubierta, Ángela está en un grave riesgo… sin saberlo.

El drama se complica aún más cuando descubrimos que la joya no acabará en manos de Ángela, sino en las de Vera. Sí, porque Luján, quizás cegado por sus sentimientos o arrastrado por el remolino de emociones que envuelve al palacio, decide regalársela a ella. Este gesto podría alterar por completo los planes de quienes están detrás del encargo. ¿Verán en Vera la verdadera destinataria? ¿O el objetivo sigue siendo Ángela, pese al cambio de portadora?

Si la esmeralda trae consigo la sombra de la muerte, entonces cualquiera que la posea podría estar en peligro. Y lo más inquietante es que ninguno de los implicados —ni Curro, ni Luján, ni siquiera Vera— comprenden del todo el alcance de lo que han desencadenado. Se han movido dentro de un tablero invisible, donde las piezas se mueven solas y los jugadores no saben que están jugando.

Pero esto no es todo. En medio del caos y el lujo de la joyería, surgió una revelación que podría dar un nuevo giro a la historia: la implicación directa de San Jacobo, el prometido de Martina, en los oscuros asuntos de El Job. Luján y Curro han atado cabos, y ahora sospechan que este joven tan aparentemente correcto está metido hasta el fondo en la red criminal que se oculta tras los escaparates brillantes. La investigación apunta en su dirección, y este descubrimiento podría cambiar muchas lealtades en el Palacio de los Luján.

Lo más trágico de todo es la inocencia de Ángela. Ella, ajena a todo, continúa su vida sin saber que hay un símbolo letal circulando con su nombre escrito en él. Y aunque aún no ha recibido la esmeralda físicamente, el simple hecho de haber sido mencionada como la destinataria oficial podría bastar para colocarla en la mira de quienes ejecutan estos encargos letales.

¿Sobrevivirá? Esa es la gran pregunta que nos deja el episodio. La Promesa ha vuelto a jugar con fuego, mezclando el romance con el crimen, el lujo con la amenaza y lo cotidiano con lo letal. Nada es lo que parece, y todo puede estallar en cualquier momento.

El cambio de horarios anunciado por Televisión Española añade todavía más tensión. A partir del 26 de mayo, la serie comenzará a las 18:20, después de Valle Salvaje. Un movimiento que alterará las rutinas de muchos seguidores —y del propio Gustav, quien sigue entregando dos vídeos diarios pese al cansancio—, pero que no detendrá el avance de esta intriga creciente.

Así concluye esta crónica de alto voltaje. El destino de Ángela está marcado por una joya. La pregunta no es solo si logrará sobrevivir… sino cuántos caerán antes de que se revele toda la verdad.

Porque en La Promesa, cada elección tiene un precio.

Y el precio de una esmeralda oscura… podría ser la vida.