Desde su primera aparición, Fina se ganó el cariño del público. Ambientada la historia en los años 50, en un entorno opresivo y marcado por las convenciones sociales, ella encarnó la lucha silenciosa de muchas mujeres que debieron sobrevivir en un mundo que les negaba la posibilidad de ser quienes eran realmente. Su condición de lesbiana en una sociedad profundamente conservadora ya constituía una carga casi insoportable, una condena que le impedía vivir abiertamente sus sentimientos. Sin embargo, lo que la hizo aún más fascinante fue la valentía con la que, a pesar de los riesgos, se permitió amar a Marta, su jefa y gran amor. Esa relación, tan intensa como peligrosa, puso a Fina en el centro de un torbellino emocional que cautivó a los espectadores, quienes siguieron con el corazón en vilo cada paso de su historia.
Pero el camino de Fina estuvo plagado de tragedias y pruebas. A muy temprana edad perdió a su madre, lo que marcó una infancia solitaria y dura. La posterior muerte de su padre, figura fundamental en su vida, la dejó sin raíces familiares en un mundo donde el amparo de los padres era indispensable para sobrevivir. Como si todo esto fuera poco, también sufrió un intento de abuso, que dejó en ella heridas profundas, no solo físicas sino también emocionales. Y más adelante, la injusticia alcanzó uno de sus puntos más crueles: ser enviada a prisión por un crimen que no cometió. El peso de la humillación, la marginación social y la desesperanza podrían haber destruido a cualquiera, pero no a Fina.
Cada caída, cada golpe de la vida, en lugar de aniquilarla, la transformaba. Allí radicaba su verdadera grandeza: la resiliencia. Siempre se levantaba, siempre encontraba un motivo para seguir, incluso cuando parecía que todo estaba perdido. En esa obstinación por no rendirse, el público encontró una fuente de inspiración. Fina se convirtió en un espejo para muchos espectadores que, a través de ella, recordaban que la dignidad y la esperanza pueden mantenerse vivas incluso en los contextos más oscuros.
La salida del personaje quedó marcada por una escena tan dura como coherente con su trayectoria: la muerte de Santiago. No se trató de un acto de violencia gratuita, sino de un gesto desesperado de defensa propia. Ese instante, en el que se ve obligada a protegerse y al mismo tiempo proteger a la persona que ama, resume a la perfección la esencia de Fina: sacrificarse, aunque el precio sea altísimo. Tras el suceso, su única salida es la huida, un destino incierto que priva a la serie de una de sus presencias más poderosas y conmovedoras. El espectador percibe, al contemplar su marcha, no solo el cierre de un arco argumental, sino la sensación de que se apaga un faro que iluminaba a muchos otros personajes y tramas.
La ausencia de Fina es, en muchos sentidos, un desafío para la propia narrativa de Sueños de libertad. Ella no era únicamente una pieza en el tablero, sino la fuerza emocional que dotaba de humanidad a numerosas historias. Su capacidad de empatizar, de sacrificarse y de luchar a pesar de la adversidad la había convertido en el corazón de la serie. Por eso, la partida de Alba Brunet —aunque temporal— deja la pregunta en el aire: ¿cómo se llenará ese vacío?, ¿qué rumbo tomará la historia sin la calidez y la resistencia de Fina?
En las redes sociales, los seguidores no tardaron en reaccionar. Abundan los mensajes de tristeza, gratitud y admiración hacia la actriz. Muchos destacan la sensibilidad con la que Brunet supo dar vida a un personaje tan complejo, y subrayan el impacto emocional que generó en la audiencia. Fina no fue solo un rol en una trama de época; fue un símbolo. En un contexto televisivo donde a veces predominan los estereotipos, ella representó la autenticidad, el dolor real y la esperanza genuina. Por eso, los espectadores la consideran irreemplazable.
El futuro de Fina queda abierto. Aunque todo apunta a que su ausencia será temporal, su marcha nos recuerda que hay personajes que trascienden la pantalla y que se instalan en la memoria colectiva de quienes los han seguido semana tras semana. Son personajes que, por lo que representan, resultan insustituibles. Fina es uno de ellos: una mujer que, a pesar de haber sido golpeada por la vida, nunca dejó de ser fiel a sí misma ni a lo que sentía. Una mujer que, con sus silencios y sus luchas, encarna el coraje de muchas otras que vivieron y aún viven atrapadas en contextos donde ser diferente significa cargar con un peso enorme.
Así, la despedida de Alba Brunet no solo marca un punto de inflexión en la trama de Sueños de libertad, sino que también abre un espacio de reflexión para el espectador. Fina nos enseñó que la libertad, el amor y la dignidad son sueños por los que merece la pena luchar, incluso cuando el mundo entero parece estar en contra. Y aunque ahora la serie deba continuar sin ella, el legado de su personaje permanecerá intacto, grabado en la memoria de quienes encontraron en Fina una voz, un refugio y una inspiración.
En definitiva, la marcha de Fina no es el final de su historia, sino una pausa cargada de significado. Porque hay personajes que se convierten en símbolos, y símbolos que trascienden las tramas. Y si algo queda claro tras este adiós, es que Fina ya forma parte de ese grupo selecto de personajes televisivos que nunca se olvidan.