En la casa de los Carpena, un almuerzo improvisado entre Digna e Irene marca el inicio de un capítulo cargado de emociones y revelaciones. Pedro ha decidido comer en la fábrica, lo que deja a ambas mujeres solas, propiciando una conversación íntima. Irene, con algo de inseguridad, aprovecha la oportunidad para hacer una pregunta que llevaba tiempo guardando: quiere saber por qué terminó la relación entre Digna y Damián. Digna, sin evasivas, le explica que durante años guardó silencio, pero que hubo secretos que no pudo perdonar, especialmente aquellos que la afectaban directamente y que Damián ocultó incluso estando dispuesto a casarse con ella.
Reconociendo que también cometió errores, Digna pregunta por qué tanto interés en ese tema. Irene, un poco apenada, admite que le llama la atención Damián, que lo ve como un hombre complejo cuyas decisiones ya han influido en su vida. Digna no se sorprende: percibe que entre ellos hay una creciente cercanía, y le lanza una advertencia. Le dice que con Damián uno nunca termina de conocerlo. Irene le pregunta si eso es una advertencia directa, pero Digna se mantiene neutral: cada quien debe vivir su historia, y aunque ella ya no quiere a Damián en su vida, no significa que Irene deba pensar igual.
Irene trata de saber más, pero Digna corta el asunto: su historia con Damián es única y no tiene por qué repetirse. Quizá él ha cambiado. Irene, pensativa, admite que es pronto para hablar de algo serio, pero Digna le responde que no es pronto para reconocer lo que siente. Damián puede ser muchas cosas, pero cuando ama, lo hace intensamente. Eso, dice, no se lo puede negar.
Mientras tanto, en otro rincón de la historia, Damián, tras hablar con Manuela, se entera de que entre María y Raúl hubo algo más que una simple relación laboral. Decide confrontar a María directamente. En su habitación, le pregunta cómo está. María, a la defensiva, cree que viene a juzgar a Andrés y se adelanta a decir que ya está mejor. Pero Damián quiere hablar de Raúl. Le parece sospechosa su repentina salida. María intenta minimizar el tema, dice que era solo el chófer, pero Damián no le cree y le lanza una dura acusación: Raúl fue más que un empleado para ella.
María intenta desviar la conversación, pero Damián no se detiene. Dice que ella usó a Raúl para llenar el vacío que le dejó Andrés, y cuando ya no le sirvió, lo desechó. María, al borde del llanto, le pregunta cómo puede juzgarla así. Finalmente, admite que sí tuvo algo con Raúl, que se sintió sola, que Andrés estaba enfocado en Begoña y que el propio Damián quiso echarla de la casa. ¿Qué tenía de malo querer sentirse querida?
En pleno cruce, entra Andrés. Quiere saber qué pasa. Damián le dice que María tiene algo que contarle, y si no lo hace, lo dirá él. Expone que María ha descargado su resentimiento involucrándose primero con Víctor y luego con Raúl, usando a ambos como reemplazo emocional. Andrés, sereno pero firme, le responde que eso no es asunto suyo. Damián, sorprendido, le pregunta si ya lo sabía. Andrés confirma que sí, pero que no cambia nada.
Indignado, Damián lo acusa de dejarse manipular por María. Le dice que ha dejado de ser el hombre fuerte que era. Andrés entonces le recuerda, con dolor y rabia, que fue él quien manipuló todo al enviar la carta falsa haciéndose pasar por el padre de María para obligarlos a casarse. Le exige que se retire. Damián, derrotado, se va sin decir una palabra más. Andrés también está por irse, pero María le pide que se quede. Le confiesa que lo siente, que terminó su vínculo con Raúl antes del accidente. Andrés, dolido, le dice que ya no quiere saber nada.
Horas más tarde, en la fábrica, Damián se cruza con Irene. Le agradece el tiempo compartido esa mañana y le propone volver a verse, quizás con un café. Pero Irene, incómoda, le dice que no. Damián pregunta si fue demasiado directo, pero Irene le responde que simplemente tiene dudas. Damián intenta sincerarse: le recuerda que ella dijo que las segundas oportunidades deben aprovecharse, y que él siente que Irene es alguien especial. Le pide sinceridad.
Irene, mirando a los ojos, le dice que ha tenido muchas decepciones y que no soportaría otra más. Damián lo entiende. Dice que ambos ya tienen edad suficiente como para no perder el tiempo, y que solo pide una oportunidad para demostrarle quién es ahora. Irene, con honestidad, le expresa su mayor duda: no sabe si él realmente ha superado lo que tuvo con Digna o si está usando esta nueva relación como una vía de escape. Damián no se ofende. Reconoce que su historia con Digna fue dolorosa y que ambos se hicieron daño, pero que eso lo llevó a cambiar.
Admite que su reputación como hombre frío y ambicioso no es infundada, pero también que ha pagado un alto precio por sus errores. Ahora solo quiere una oportunidad real. Irene lo escucha. Le pregunta si habla en serio, si de verdad quiere cambiar. Damián, con sinceridad, responde que sí. Que si ella le permite, podrá conocer al hombre que realmente es ahora. Irene, sin comprometerse del todo, le dice que necesita tiempo. Damián asiente, con una sonrisa comprensiva: “Tómate todo el tiempo que necesites”.
Este episodio deja al descubierto verdades dolorosas, afectos mal canalizados y heridas aún abiertas. María enfrenta las consecuencias de sus actos, Andrés se planta ante su padre, y Damián, por primera vez en mucho tiempo, muestra vulnerabilidad. Mientras tanto, Irene se debate entre sus dudas y la posibilidad de empezar una nueva historia.
¿Podrá María recuperar la confianza de Andrés? ¿Irene se atreverá a dar el paso con Damián o el pasado pesará demasiado? ¿Y qué otras consecuencias tendrá esta confesión inesperada en el equilibrio de la familia?
Los próximos capítulos prometen no darnos tregua.
