Una desaparición que enciende alarmas, tensiones que hierven… y un regreso que lo cambia todo.
El capítulo 354 de Sueños de libertad se adentra en una noche de inquietudes, silencios cargados y verdades a punto de estallar. Todo comienza con una pregunta que ronda la mente de Manuela: ¿Dónde está Begoña?
Manuela, preocupada, comenta en voz alta que pensaba que Begoña había salido sola. La ausencia empieza a generar desasosiego, y su nerviosismo va creciendo a medida que pasan los minutos. Andrés intenta tranquilizarla, pero es evidente que él tampoco tiene las respuestas. En su rostro hay más preocupación que certezas.
“Estaba segura de que volvería a cenar…”, dice Manuela, con la mirada perdida, como si intentara convencerse a sí misma. Lo más inquietante: Begoña no dijo a dónde iba. Manuela, incapaz de quedarse de brazos cruzados, le pregunta a Andrés si cree que ha podido pasarle algo. Su respuesta —seca, directa— cala hondo: “Es posible.”
La tensión sube. Andrés, sin dar más detalles, decide salir a buscarla. Pero no aclara con quién habla ni adónde va exactamente, lo que deja a Manuela todavía más confundida. Ella le pide que descanse, que no se agobie más… pero al final, es ella quien va a la cocina, esperando que Begoña entre por la puerta y pueda ofrecerle algo caliente, algo que calme esa inquietud punzante que no la deja en paz. “Ojalá que sea pronto”, susurra.
Y entonces aparece María.
Su entrada no calma nada; al contrario, prende fuego a una conversación ya cargada. Con una mezcla de celos, sospecha y resentimiento, María lanza una acusación camuflada de pregunta: “¿No la has olvidado, verdad?” La tensión se corta con cuchillo. Es evidente que no está hablando solo de una preocupación por Begoña, sino de algo mucho más personal. María ve a Begoña como una amenaza, y deja entrever que si Andrés sigue involucrándose emocionalmente con ella, ella —María— podría acabar herida. Literal o metafóricamente.
Andrés intenta defenderse. Dice que se preocuparía igual por cualquier persona de la familia. Pero María no le cree. Le recrimina que si está tan angustiado, debería llamar a la Guardia Civil, en lugar de salir él mismo a buscarla como si tuviera una conexión especial con ella. “¿Por qué tienes que ir tú?”, le pregunta con un tono cargado de sospecha y dolor. El subtexto es claro: hay algo más entre Andrés y Begoña, algo que María teme y que, tal vez, ya no pueda controlar.
Y cuando la tensión llega a su punto máximo… la puerta se abre.
Begoña entra cojeando, visiblemente cansada, pero viva. A su lado, casi como un guardián inesperado, aparece Gabriel. Manuela respira, aliviada. La mujer que todos buscaban ha vuelto. Y aunque su tobillo torcido es motivo de preocupación, el alivio de verla a salvo es más grande que cualquier dolor físico.
Gabriel, sin perder tiempo, se ofrece a buscar hielo. Begoña explica que solo fue un accidente, que se torció el tobillo… pero que está bien. Y entonces, con un guiño de complicidad y gratitud, le dice a Andrés: “Menos mal que estaba Gabriel contigo”. Una frase sencilla, pero que resuena en la habitación. Manuela, sorprendida, admite que pensaba que Begoña había salido sola. María, incapaz de ocultar su sarcasmo, suelta una frase punzante: “Qué discretos.” A lo que Begoña responde con tranquilidad: “Fue improvisado. Gabriel se unió en el último momento.”
Pero nada suena del todo inocente.
María, visiblemente molesta por no haber sabido nada antes, comenta que se habría ahorrado el mal rato si le hubieran dicho con quién iba. Su tono deja claro que el malestar sigue latente. Mientras tanto, Manuela, con lágrimas de alivio en los ojos, agradece a Dios por el regreso de Begoña. El ambiente se relaja por unos segundos, pero las heridas abiertas siguen supurando.
Andrés y María se retiran a descansar, no sin antes echar una última mirada hacia Begoña y Gabriel. La escena final deja un sabor agridulce: sí, la desaparición se resolvió, pero las emociones que desató —celos, miedo, sospechas— ya no pueden deshacerse.
Este capítulo es una bomba emocional. Begoña, sin quererlo, se ha convertido en el epicentro de una tormenta que sacude a todos. Su cercanía con Gabriel genera rumores, su relación con Andrés inquieta a María, y su sola presencia parece remover fantasmas que algunos preferirían no enfrentar.
Pero lo más inquietante es la advertencia implícita de María: “Podrías ponerla en peligro.” ¿Fue una expresión emocional… o una amenaza velada?
Lo cierto es que esta noche en Sueños de libertad nadie duerme en paz. Y con el regreso de Begoña, la historia no ha encontrado su final, sino apenas su nuevo comienzo. Porque a veces, lo verdaderamente peligroso no es torcerse un tobillo… sino lo que se rompe por dentro cuando el corazón sigue mirando hacia otro lado.