“Lo mejor es que viene un huevo de la Reina.”
Con estas palabras llenas de ternura, Damián Reina abraza a su hija Marta y recibe una de las noticias más profundas de su vida: va a ser abuelo. Pero esta escena, que podría parecer simple y feliz, es en realidad el reflejo de una historia de coraje, amor y decisión compartida.
Marta entra en el despacho de su padre con una mezcla de firmeza y vulnerabilidad. Tiene algo importante que contarle, algo que no puede seguir esperando. Damián, fiel a su estilo cercano pero cuidadoso, la recibe con una sonrisa y hasta con una pequeña broma. Pero él ya lo intuye. La mira con cariño y suelta, casi con picardía: “No me digas que vais a animaros a darme un nieto.”
Marta se sorprende. Él ya lo sabía. Pelayo le había mencionado algo, aunque bajo confidencialidad. Aun así, nada le quita la emoción del momento. Damián está conmovido. La sola idea de ser abuelo le da una nueva luz a su rostro. Se siente rejuvenecido, ilusionado, útil. “Ese niño va a ser feliz,” le dice a Marta, “y yo voy a estar ahí, siempre que mi salud me lo permita.”
Marta lo escucha con emoción, pero también con realismo. Le explica que no será sencillo. Tendrán que viajar a Londres para realizar el procedimiento de inseminación artificial. Le habla de sus dudas iniciales, de la importancia de que Fina estuviera plenamente implicada. Porque sin Fina, nada de esto tendría sentido. Y si Fina no hubiera dicho que sí, Marta nunca habría seguido adelante.
Damián no es ingenuo. Sabe que no todo será felicidad. Le recuerda a Marta, con el amor y la firmeza de un padre que ha vivido mucho, que además del reto de criar a un hijo, también tendrán que enfrentarse a los prejuicios. “Tendréis que luchar contra las miradas, los rumores, la intolerancia.” Pero su voz no juzga. Solo advierte. Y lo hace porque ama.
Marta, con esa madurez que la ha ido definiendo episodio tras episodio, le responde con tranquilidad. “Lo hemos decidido los tres. Sabemos lo que implica. Y estamos preparados.”
El momento es íntimo, pero universal. Es la escena de una generación que entrega sus bendiciones a otra que desafía las normas. Es un padre que reconoce que su hija no solo ha encontrado el amor, sino también la valentía de formar una familia a su manera.
Antes de terminar la conversación, Damián bromea con dulzura: “Lo mejor es que viene un huevo de la reina.” La frase, aparentemente cómica, esconde una verdad emotiva: el nacimiento de ese niño no solo será una nueva vida, sino también una semilla de cambio en una familia marcada por la tradición.
Y cuando Marta le aclara, con convicción, que ella y Fina no lo hacen por las apariencias, él simplemente responde: “Ya lo sé, hija. Ya lo sé.”
Es en esa respuesta donde se condensa todo el amor, la comprensión y la evolución de un hombre que, quizás sin decirlo abiertamente, está aprendiendo a amar de nuevo… de otra forma.