En La Promesa, la elegancia siempre esconde algo. Y hoy, la alfombra del palacio comienza a levantarse para mostrar los secretos más oscuros. Bajo su fachada de noble caballero, Jacobo Monteclaro, el prometido de Martina, podría no ser más que una farsa con intenciones siniestras.
La investigación arranca con una premisa inquietante: ¿Quién es realmente Jacobo y qué oculta tras su sonrisa perfecta y sus modales aristocráticos? Desde su repentina llegada al palacio con Martina tras su misterioso viaje, todo ha sido incómodo, calculado… y muy sospechoso.
Primero, descubrimos que Martina no estuvo “acompañando a Matilde” como había dicho. En realidad, escapó con Pitita de la Serna para sumarse a las fiestas más selectas de la aristocracia española, y fue en San Sebastián —donde veraneaba el mismísimo rey Alfonso XIII— donde conoció a Jacobo. ¿Casualidad? Cuesta creerlo. Jacobo parecía conocerla… como si la hubiera estado esperando.
Desde entonces, su actitud en el palacio no ha hecho más que levantar alertas. Arrogante, machista, fuera de sintonía con el carácter libre y combativo de Martina, Jacobo parece más un intruso que un enamorado. Y sin embargo… están comprometidos.
Pero lo más perturbador viene después. Trini, empleada de la joyería Yob, afirma haber visto varias veces a Jacobo visitando el lugar. ¿Buscaba joyas para su prometida? Improbable. Nunca se ha visto que le entregue ninguna. ¿Entonces qué hacía allí? Recordemos que esa joyería es conocida por vender, además de joyas, venenos exóticos y artículos para “clientes especiales”.
La conexión más peligrosa se produce con la muerte de Jana Expósito. Tras recibir un disparo en el vientre, Jana estaba estable, y el bebé que esperaba con Manuel sobrevivía. Pero entonces ocurrió lo inexplicable: Jacobo pidió quedarse a solas con ella. En una escena aparentemente tierna, le humedeció los labios con un pañuelo mojado. Días después, Jana empeoró… y murió.
¿Fue envenenada? La respuesta es devastadora. Pía Adarre, junto a Curro, investigó y exhumó el cuerpo. El cadáver presentaba signos inequívocos de envenenamiento por cianuro: tono azulado en la piel, lengua y uñas. Y lo peor es que el cianuro puede disolverse fácilmente en agua… justo como Jacobo lo administró aquella noche.
Este detalle cambia toda la narrativa. No fue un accidente. Fue asesinato.
La visita recurrente de Jacobo a la joyería Yob toma un nuevo significado. No buscaba un anillo, sino un arma invisible. Y nadie sospechó… hasta ahora.
Pero ¿por qué querría Jacobo asesinar a Jana? ¿Qué gana con su muerte? ¿Y por qué está realmente en La Promesa? La respuesta podría estar en la ambición.
Los Monteclaro han perdido el brillo de antaño. Jacobo no es el heredero —ese honor le corresponde a su hermano— y él mismo confesó que siempre llega tarde a todo. Incluso bromeó con que, si hubiera estado presente cuando Eugenia intentó matar al Duque de Carvajal y Fuentes, hoy él tendría ese título real que fue a parar a Adriano. ¿Es esta frustración el motor de su venganza?
¿Y si su infiltración en La Promesa no es por amor, sino por destruir a los Luján desde dentro? Usar a Martina como herramienta en su plan sería tan vil como efectivo.
Y aquí surge una conexión aún más escalofriante: Leocadia. Desde que Cruz fue acusada del intento de asesinato de Jana y enviada a prisión, Leocadia ha tomado el control del palacio, apoderándose de la empresa de Manuel. ¿Está Jacobo aliado con ella? ¿Comparten un plan para acabar con los Luján y quedarse con todo?
Recordemos: las pruebas contra Cruz fueron demasiado perfectas. Un botón de su bata apareció en la mano de Jana. El arma fue encontrada en una maceta, justo donde Teresa solía regar… un lugar que Cruz detestaba. Todo huele a montaje.
¿Fue Jacobo quien ejecutó el crimen, mientras Leocadia tejía el escenario para culpar a Cruz? Las piezas encajan.
Este hombre, venido de la nada, con un pasado opaco, podría ser la mayor amenaza que ha pisado el palacio. Ha seducido a Martina, asesinado a Jana, y ahora podría estar más cerca que nunca de su verdadero objetivo: el control absoluto de La Promesa.
La pregunta es: ¿quién lo va a detener antes de que sea demasiado tarde?
Porque en La Promesa, las apariencias engañan, los crímenes se maquillan de cortesía, y los enemigos más letales… siempre entran por la puerta principal.
🔍 La Promesa Investiga continuará siguiendo cada paso de Jacobo Montecaro. No te pierdas el próximo episodio porque el pasado siempre vuelve, y en esta casa… nadie está a salvo.