En el capítulo 345 de Sueños de libertad, la mansión vuelve a llenarse de tensión cuando una conversación aparentemente profesional entre Begoña y María se convierte en un campo de batalla emocional, donde el pasado vuelve a golpear con fuerza.
María sigue necesitando atención médica urgente tras su caída y sus secuelas físicas, pero su reticencia hacia Begoña la mantiene inmóvil, tanto literal como emocionalmente. En medio de esa tensión, Begoña, decidida a anteponer el bienestar de María a sus conflictos personales, le informa que ha encontrado una nueva enfermera: Olga, profesional capacitada, con buenas referencias y que vive cerca, lo cual facilitaría el proceso de rehabilitación.
Aunque María reconoce la necesidad imperiosa de iniciar su tratamiento, no cede del todo. Desconfiada, exige conocer personalmente a Olga antes de permitir que alguien entre en la intimidad de su convalecencia. Begoña, sin perder la calma, acepta de inmediato. Sabe que cualquier avance, por pequeño que sea, es una victoria frente al orgullo herido que domina a María.
Pero lo que parecía una conversación de trámite, pronto se convierte en una guerra velada. Begoña, con tono firme, le recuerda a María que el tiempo corre en su contra: la falta de movimiento podría ocasionarle complicaciones graves como trombos, úlceras o incluso daños irreversibles. No se trata de comodidad, sino de urgencia médica.
Es entonces cuando María, acorralada por las verdades que no quiere oír, lanza un dardo envenenado:
—Está claro que te entregas fácilmente.
La frase, que suena más a desprecio que a argumento, hace temblar el aire. Con solo unas palabras, María ataca directamente la moral de Begoña, burlándose de su carácter e insinuando ligereza en sus relaciones. Pero lo que no esperaba es la respuesta que recibiría.
Sin perder el control, pero profundamente dolida, Begoña la mira a los ojos y le recuerda una verdad que quema:
—Ya lo pudiste comprobar cuando te salvé la vida… entregándote mi sangre cuando perdiste a tu bebé.
De pronto, el tiempo se detiene. Las palabras de Begoña golpean con la fuerza de una confesión que lo cambia todo. Porque detrás de esa frialdad que a veces muestra, se esconde un sacrificio silencioso, un acto de amor, o al menos de humanidad, que ahora María ya no puede ignorar. Aquel día en el hospital, cuando la vida de María se apagaba, fue Begoña quien puso su cuerpo para salvarla. No con palabras, sino con su propia sangre.
La conversación da entonces un giro devastador. Begoña ya no discute, ni ataca: plantea una elección.
—Podemos empezar la rehabilitación y evitar que tu cuerpo sufra aún más, o podemos seguir posponiendo esto por los prejuicios que tienes hacia mí.
María, aún temblando por la mención del aborto, se queda sin argumentos. Sabe que Begoña tiene razón. En un susurro, sin poder sostener la mirada, cede:
—Está bien. Tú ganas.
Pero Begoña, con la serenidad de quien actúa desde el deber, le responde con una frase que deja un nudo en la garganta:
—No, María. Yo no gano. El beneficio es para ti.
Con esa sentencia, la escena se cierra, pero el eco de las palabras resuena en toda la casa. Porque lo que se ha dicho no solo revela la gravedad del estado físico de María, sino también la intensidad emocional de una relación que carga con cicatrices profundas, donde el amor, el rencor, la culpa y el sacrificio han tejido una red tan enredada como dolorosa.
A solas, María se queda en silencio. El recuerdo de aquel día, el sabor metálico del hospital, el miedo de perderlo todo… y la presencia inesperada de Begoña, que no dudó en ayudarla, la golpean una y otra vez. ¿Cómo perdonar a quien te salvó? ¿Cómo sanar cuando la herida no es solo física?
Begoña, por su parte, se retira sin esperar gratitud. Ya ha hecho lo que debía. Su prioridad no es ganar terreno emocional ni reconciliarse a la fuerza. Ella solo quiere que María vuelva a caminar, vuelva a moverse, vuelva a vivir.
Este enfrentamiento deja al descubierto la dualidad de ambas mujeres: fuertes, pero heridas. Orgullosas, pero marcadas por decisiones que las siguen persiguiendo. Y aunque la rehabilitación puede comenzar pronto, lo que verdaderamente necesita sanación… es el corazón.
Porque en Sueños de libertad, cada paso hacia adelante viene acompañado de un viaje al pasado, donde las verdades no se olvidan… y los actos de amor, aunque silenciados, siguen latiendo con fuerza.
¿Te gustaría que desarrolle spoilers similares para el próximo capítulo 346 o enfocarme en otra conversación clave?