“No te acerques más… ¿o has venido a terminar lo que empezaste?”
La penumbra de La Promesa es más densa que nunca. Mientras el amanecer ilumina los ventanales del palacio, las sombras dentro se multiplican. Con la partida del duque de Carvajal y Cifuentes, Leocadia parece debilitada. Pero como fiera herida, no está dispuesta a ceder el trono sin morder. En ese clima enrarecido, Lope se convierte en la pieza más inesperada del tablero.
Bajo las órdenes silenciosas de Vera, y con la precisión de quien ha memorizado cada grieta del palacio, Lope se desliza por los corredores como un espectro. Su misión es clara: infiltrarse en la residencia de los duques de Carril. Lo que no sospecha es que el destino le ha preparado un reencuentro con una figura que creyó extinta en el pasado: Amalia.
La señora Amalia, tan enigmática como letal, lo espera al final del pasillo oculto. Su presencia no es solo un revés para el plan del cocinero, sino una grieta en el relato oficial que muchos en el palacio han intentado enterrar. ¿Quién la protegió? ¿Qué secretos ha guardado? Y sobre todo, ¿por qué ha regresado ahora?
Mientras tanto, la presión en la corte se acumula. Adriano, nuevo conde, ve su autoridad erosionada por la matriarca Leocadia, quien aprovecha cada gesto torpe para sembrar la duda sobre su capacidad de liderazgo. Las miradas inquisitivas, los susurros entre mármol y cortinas, y el recuerdo bochornoso de su discurso nupcial convierten cada paso suyo en una prueba de fuego.
Rómulo y Emilia preparan su boda en silencio, pero Petra lanza una prohibición implacable: ningún sirviente podrá asistir a la ceremonia religiosa. La decisión abre una grieta emocional entre los criados, que se debaten entre el respeto y la rebelión.
Enora, la joven doncella de mirada inquieta, se convierte en el centro de un conflicto inesperado. Manuel la expulsa del hangar, pero Toño la defiende con vehemencia, reivindicando su curiosidad como un acto de justicia. Y no solo eso. Toño, embriagado por la brillantez técnica de la joven, le ofrece un puesto en el proyecto aeronáutico, desafiando las normas de género que imperan en la Hacienda.
Pero en un movimiento que revela su lado más oscuro, Toño comienza a apropiarse de las ideas de Enora, presentándolas como propias ante Manuel. La tensión se palpa: cada mirada, cada palabra técnica, puede desvelar el engaño.
Samuel, por su parte, envía una carta a Lorenzo con intenciones pacíficas, tras haberlo atacado en la fiesta. María, siempre dividida entre el corazón y el deber, duda si intervenir como mediadora entre Samuel y Petra, su amiga de infancia.
El palacio se convierte en un hervidero de conspiraciones. Leocadia sigue socavando la confianza de Catalina hacia Adriano, mientras que Manuel descubre que la matriarca ha acumulado en secreto la mayoría de las acciones de su empresa agrícola. Un movimiento silencioso, pero devastador, que apunta a un golpe maestro por el control económico de toda la Hacienda.
Angela, obligada a presentarse ante el marqués de Andújar tras su agresión, se prepara para el escarnio. Pero no está sola. Una figura inesperada se alza a su lado, dispuesto a endurecer aún más el castigo… o quizás a protegerla.
Y en medio de todo esto, un nombre emerge como una daga en la conversación entre Leocadia y Alonso: Cristóbal Ballesteros. Su mera mención hiela la sangre. ¿Es este el verdadero sustituto del duque? ¿O es el emisario de una catástrofe aún mayor?
El relato avanza como un río desbordado. La historia de La Promesa ya no es solo una lucha de clases o de poder. Es una guerra entre el pasado que regresa con sed de venganza y un presente que apenas logra mantenerse en pie.
¿Puede un infiltrado como Lope alterar el equilibrio de una casa tan frágil? ¿Y qué papel jugará Amalia en este nuevo tablero, ahora que ha salido de las sombras?