Ferit y Seyran viven un momento íntimo que alivia las heridas recientes. Él le dice con serenidad que no hay prisa, que solo debe avanzar hacia la universidad cuando esté lista. Este gesto comprensivo afloja la presión en el pecho de Seyran. A pesar de las tormentas pasadas, el apoyo constante de Ferit fortalece el lazo entre ellos. Sin notarlo del todo, esa cercanía silenciosa comienza a transformarse en un amor más profundo. Uno que no necesita ser gritado, pero que se siente en cada mirada y cada pausa.

Mientras tanto, Nükhet, cada vez más incómoda con el protagonismo de su hijo en los conflictos recientes, llama a Kaya y le recuerda por qué llegaron realmente a Turquía: no para involucrarse sentimentalmente, sino para debilitar el imperio Korhan desde dentro. Con tono cortante, le recalca que su rol no es enamorarse de nadie, sino romper las estructuras internas de la familia. Kaya escucha sin decir palabra, pero algo en su interior se enciende. Las palabras de su madre reavivan su sed de venganza.

Y no es el único que se deja tentar por las estrategias ocultas. İfakat también mueve ficha. Después de manipular a Suna, ahora apunta hacia Kaya. Le sugiere, con elegante malicia, que Ferit no está a la altura de liderar la familia, que sus emociones lo debilitan. Luego le lanza su propuesta: casarse con Suna. Según ella, esa unión sería la jugada perfecta para reconfigurar los equilibrios de poder en la mansión. Para Kaya, esta idea se transforma en un nuevo campo de batalla: un matrimonio que no solo lo acercaría al núcleo de la familia, sino que también pondría a Ferit contra las cuerdas.

Kazım, mientras tanto, sigue imponiendo su voluntad. Esta vez, con un objetivo más oscuro: que Seyran tenga un hijo lo antes posible para asegurarse su permanencia y parte de la herencia Korhan. La universidad, para él, es una amenaza. Presiona a Esme y Hattuç para que convenzan a Seyran de abandonar sus sueños. Esme, atrapada entre el amor por su hija y el miedo al temperamento de Kazım, guarda silencio. Hattuç, más prudente, intenta acercarse a Seyran con cuidado, pero la presión la desarma.

Cuando Kazım intercepta a Seyran en el pasillo, suelta su veneno. Le ordena dejar la universidad y le exige que se enfoque en ser madre. Pero esta vez Seyran no se calla. Responde con firmeza, defendiendo su derecho a elegir su destino. La tensión crece hasta explotar en una fuerte discusión que no pasa desapercibida. Nükhet, al escuchar los gritos, interviene. Intenta calmar la situación, pero Kazım, cegado por su arrogancia, la ataca verbalmente y la humilla. Le dice que no tiene derecho a opinar, que ya no es parte de la familia y que no puede enmendar sus errores a través de Seyran.

Las palabras de Kazım son un golpe brutal, pero Nükhet no se derrumba. Guarda silencio, demostrando dignidad y fuerza. Seyran interviene, avergonzada por la violencia de su padre y conmovida por la humillación sufrida por Nükhet. El enfrentamiento marca un antes y un después. Por primera vez, Seyran se planta como mujer independiente. Por primera vez, Nükhet decide apoyar abiertamente a Seyran, no solo a Ferit. La mansión tiembla ante este cambio de fuerzas.

Pero no todo el caos es externo. En silencio, alguien más observa y calcula: Sultan. Con una excusa cualquiera, entra en la habitación de Ferit y Seyran, fingiendo cambiar sábanas. Cuando ve que Ferit está en el baño, se acerca a la puerta empañada, intentando mirar. Pierde el equilibrio y cae al suelo justo cuando Ferit sale, sorprendido. En ese momento entra Seyran. Su rostro se endurece. Ver a Sultan allí, sola, con Ferit recién salido del baño, la llena de incomodidad. La expulsa con voz firme.

Ferit intenta restarle importancia al incidente, pero Seyran, dolida, se marcha. Busca consuelo en su hermana Suna y le confiesa que Sultan le incomoda cada vez más. Suna la comprende, la apoya y le da la razón. Ferit, decidido a zanjar el asunto, busca a Sultan y le deja claro que sus actos fueron inapropiados y que si vuelve a ocurrir, habrá consecuencias. Sultan, avergonzada, se disculpa. Pero el incidente revela cuán frágiles son los límites dentro de la mansión.

Y mientras todo esto ocurre, Suna empieza a vivir su propio despertar. La determinación de Seyran, su libertad al tomar decisiones y la forma en que ha comenzado a brillar con luz propia, despiertan en Suna sentimientos encontrados. Orgullo, sí… pero también celos. En ese estado de confusión, sale al jardín y se encuentra con Kaya. Al principio quiere esquivarlo, pero algo la lleva a sentarse junto a él. Hablan, y algo fluye.

La conversación, que comienza siendo superficial, se vuelve íntima. Kaya, con su seguridad y su mirada firme, impresiona a Suna. Ella, por primera vez, se siente libre de ser quien es. Él no se queda indiferente. Algo en la timidez rebelde de Suna lo atrae. Al separarse, Suna siente algo nuevo: esperanza. La propuesta de matrimonio que İfakat le hizo en su momento, ahora empieza a tener un sentido diferente. Quizás casarse con Kaya no solo sea una salida… sino un inicio real.

Con esta chispa encendida, Suna invita a Kaya a una cena en honor a Seyran por su admisión a la universidad. La cena, aparentemente inocente, esconde algo más: el inicio de una conexión que podría romper todos los equilibrios familiares. Lo que parece una celebración, es en realidad el preludio de una nueva guerra silenciosa.

Por otro lado, Nükhet, cansada de las intrigas, toma una decisión inesperada. Una mañana, sin avisar a nadie, solicita un coche desde el hotel. Su destino: el lugar donde se hospedan Zerrin y Pelin. Está lista para enfrentarse a un pasado que aún pesa… y a un embarazo que amenaza con cambiar el presente.

🔴 La guerra por el poder, el amor y la libertad dentro de la mansión está al borde de estallar. ¡No te pierdas el próximo capítulo de Una nueva vida!

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