El episodio 320 de Sueños de Libertad sacude los cimientos emocionales de la serie con una serie de revelaciones desgarradoras, decisiones implacables y un adiós que deja un vacío imposible de llenar. María, uno de los personajes más complejos de la trama, cruza una línea definitiva, y su traición no solo rompe vínculos, sino que deja una estela de dolor, desconfianza y consecuencias imposibles de revertir.
Todo comienza con una investigación que no da tregua. El sargento Pontón sigue atando los cabos sueltos del trágico final de Jesús. La teoría del suicidio pierde peso con cada nueva pista. Ahora el foco está puesto en una posibilidad más oscura: un asesinato. Y dos nombres se hacen cada vez más presentes en el caso: Andrés y Begoña. La presión es insoportable, y Pontón interroga a Manuela, buscando entender qué sucedió realmente en la residencia de los De la Reina aquella fatídica noche.
Mientras las piezas del rompecabezas empiezan a encajar, Begoña vive en un estado de tensión constante, temiendo en cada momento ser arrestada. La única válvula de escape que encuentra es una conversación íntima con Luz, donde por fin puede desahogar el peso que la asfixia. Pero el peligro no deja de acecharla.
Damián, por su parte, se muestra firme como pocas veces. En un acto de fe y defensa, se enfrenta al sargento Pontón asegurando con total convicción que ni su hijo ni Begoña están involucrados en la muerte de Jesús. Señala otra dirección: Don Pedro. Está convencido de que él es el verdadero responsable, pero le falta la prueba definitiva que pueda hundirlo. En medio de esta incertidumbre, Don Pedro continúa con sus planes matrimoniales, centrado en su luna de miel y dejando a Joaquín al frente de la empresa, mientras Tasio es, una vez más, desplazado. El desprecio lo devora por dentro, y su frustración empieza a contagiar el ambiente.
En paralelo, Damián intenta que Cristina entre a trabajar en el laboratorio, dándole su currículum a Luis. Pero este desconfía. Su negativa no solo frustra los planes de Damián, sino que marca un nuevo punto de quiebre en la familia.
Y entonces llega una de las escenas más desgarradoras del episodio. Raúl, con el alma hecha trizas, le confiesa a Manuela que su relación con María ha terminado. Pero lo que duele no es solo la ruptura, sino la sensación de haber sido una simple distracción. “Solo fui un pasatiempo para ella”, dice con la voz quebrada. Es el desencanto absoluto, el darse cuenta de que lo que sintió no fue correspondido, que su presencia fue instrumentalizada, vaciada de afecto genuino.
Pero nada se compara con el giro que viene a continuación. El sargento Pontón avanza en su investigación sobre las denuncias anónimas que casi destruyen a Begoña. Contra todo pronóstico, Don Pedro no es el responsable. Las llamadas provienen de una mujer… y todas las miradas se posan sobre una sola persona: María.
El descubrimiento es un terremoto emocional para Andrés. Él mismo confirma la verdad: María fue quien denunció a Begoña ante la Guardia Civil. No hay forma de justificar semejante traición. No hay disculpa, no hay razón que pueda explicarlo sin romperlo todo. En un acto de determinación dolorosa, Andrés toma una de las decisiones más drásticas de su vida: expulsar a María de su historia. La mujer a la que alguna vez amó, por la que luchó incluso contra su propio juicio, queda fuera de su vida para siempre. No hay lugar para el perdón. No hay espacio para segundas oportunidades.
Esta decisión marca un antes y un después en la serie. El vínculo entre Andrés y María, uno de los ejes emocionales de la trama, queda completamente destruido. Lo que alguna vez fue esperanza, ahora es ceniza. María ha cruzado un límite del que ya no puede volver.
Mientras tanto, Digna también enfrenta sus propios fantasmas. La cercanía de su boda con Don Pedro, lejos de llenarla de ilusión, se convierte en una tortura emocional. Su malestar es evidente para todos. Incluso contempla la posibilidad de cancelar la ceremonia. Algo dentro de ella —un presentimiento, una certeza callada— le grita que está a punto de cometer un error catastrófico. Lo que calla podría destruir no solo su futuro, sino también el de Don Pedro.
Pedro, al percibir que Digna podría echarse atrás, empieza a perder el control. Intenta mantener las apariencias, pero la tensión se filtra por cada palabra, por cada gesto. Irene, su hija, intenta hacerle entrar en razón, pero es evidente que ya es demasiado tarde: el castillo de mentiras está a punto de desmoronarse.
El nombre de Gorriz, que parecía olvidado, resurge como clave potencial del caso. El sargento lo busca con insistencia: puede ser la pieza que falta en el rompecabezas de la noche fatídica.
Al margen del caos, una decisión inesperada ofrece un rayo de esperanza. Doña Clara, tras una conversación con Marta y Fina, decide financiar más personal para la Casa Kuna. Este gesto cambia no solo la dinámica del hogar, sino el rumbo de las vidas que se entrecruzan allí. Sin embargo, no todo es armonía. Marta y Pelayo tienen una fuerte discusión. Él teme que si el caso de Jesús se reabre, su carrera política esté acabada. Ella, indignada por su egoísmo, lo enfrenta sin filtros. Pelayo empieza a considerar una salida radical: dejar todo atrás e irse a vivir a Madrid.
El episodio 320 de Sueños de Libertad concluye con una certeza dolorosa: nadie sale ileso. Las traiciones se han cobrado sus víctimas, los secretos han roto vínculos y las decisiones, una vez tomadas, ya no pueden revertirse.
María, al delatar a Begoña, ha sellado su destino. No solo ha perdido a Andrés, sino que ha elegido, voluntaria o no, el lado oscuro de la historia. Un adiós sin retorno, un cambio que golpea a todos.