El capítulo 328 de Sueños de libertad llega cargado de tensión emocional, revelaciones inesperadas y decisiones que podrían cambiarlo todo. Desde la delicada situación de María hasta las graves sospechas de Damián sobre la muerte de su hijo, cada escena del episodio promete sacudir los cimientos de la familia Reina.

La mañana comienza en la casa de los Reina con Andrés empeñado en motivar a María a que empiece su rehabilitación. Él entra a su habitación decidido a no dejarla rendirse. La invita a hacer un simple ejercicio para evitar que su cuerpo se atrofie. Con ternura, le recuerda cómo él mismo tuvo que pasar por una dolorosa recuperación después de su accidente con el padre de María. Pero sus palabras, lejos de reconfortarla, despiertan antiguos resentimientos. María le lanza una dura frase: “Sabemos con quién hacías esos ejercicios”, dejando claro que aún le duele el pasado.

Andrés, con firmeza, insiste: está con ella, quiere ayudarla, no ha perdido la esperanza. Le habla de un nuevo especialista que podría colaborar en su recuperación, y le asegura que recibirán los mejores cuidados posibles. María, por un momento, baja la guardia y agradece que él siga ahí. Pero lo que dice a continuación deja helado a Andrés: “Si volvieras a pedir la nulidad matrimonial, no me opondría”. Sorprendido, él intenta restarle importancia, pero María se muestra honesta y devastada: no ve futuro, se siente atrapada y cree que él también lo está por culpa del accidente. Es, dice, una cruel ironía del destino. Un comentario que deja a Andrés sin palabras.

Mientras tanto, en la fábrica, Marta le pide permiso a Damián para ir a casa a trabajar desde allí. Está preocupada por Andrés, quien ni siquiera baja a comer. La cena familiar organizada para esa noche le parece precipitada, pero acepta que quizá pueda ayudar a su primo a desconectarse del infierno que vive. Sin embargo, hay otro tema que la inquieta aún más: María. Como albacea de Julia, representa un riesgo. Su inestabilidad emocional es cada vez más evidente, y Marta lanza una propuesta escalofriante: inhabilitarla legalmente. Damián, con cautela, le dice que sería contraproducente soliviantarla en este momento. María aún culpa a Andrés del accidente, y cualquier provocación podría desatar consecuencias imprevisibles.

Pero las tensiones no acaban ahí. Entra en escena Tasio, molesto por no haber sido invitado a la cena familiar. Aunque Damián intenta minimizar la importancia del encuentro —“no es una celebración, solo conocerán a sus primos”—, Tasio no disimula su decepción. Siente que sigue siendo un paria en la familia, excluido de los momentos importantes. Su resentimiento sale a flote cuando recuerda que su relación con Damián no atraviesa un buen momento, y que estos pequeños desaires solo agravan la situación. Damián pierde la paciencia y le recuerda con dureza que fue él quien decidió enemistarse con la familia al priorizar decisiones empresariales que perjudicaron a su padre y sus hermanos. Tasio, herido pero orgulloso, se marcha dejando claro que nada de lo que diga Damián podrá cambiar lo que siente.

Pero lo más impactante del capítulo aún está por llegar. Damián se dirige al despacho de Joaquín para hablar de algo que no lo ha dejado dormir. Con un tono grave, le confiesa que ha estado pensando mucho en Jesús y en su repentina muerte. Y su conclusión es clara y perturbadora: no cree que su hijo se haya suicidado. Joaquín, perplejo, intenta razonar con él, recordándole que incluso la Guardia Civil ha cerrado el caso como suicidio. Pero Damián insiste. Ha realizado sus propias investigaciones y está convencido de que Jesús fue asesinado.

Según Damián, Jesús descubrió un plan para sabotear la empresa desde dentro. Un empleado, un tal Gorriz, fue pagado para sembrar el caos entre los trabajadores, haciéndoles creer que Joaquín se había subido el sueldo, cuando en realidad estaba tratando de salvar el proyecto del balneario. Jesús descubrió la verdad, encontró una transferencia bancaria sospechosa a la hermana de Gorriz, y cuando le exigió explicaciones, el hombre desapareció, no sin antes inventar una coartada poco creíble.

Joaquín se resiste a aceptar esta teoría. Incluso propone que el responsable podría haber sido la competencia, pero Damián niega categóricamente. Su conclusión es aún más devastadora: cree que el asesino de Jesús fue Pedro Carpena, el marido de su madre. Según él, Pedro tenía un plan para desestabilizar a Joaquín, quitarle la dirección y ocupar su lugar. A pesar de la intensidad de la acusación, Joaquín se niega a creerlo. Afirma con vehemencia que Pedro siempre ha estado de su lado, que lo ha apoyado incluso en los momentos más difíciles.

La conversación termina de forma tensa y abrupta. Damián, firme, le lanza una advertencia antes de marcharse: “Piénsalo muy bien, Joaquín. Muy bien”. Joaquín queda solo, visiblemente afectado por las palabras de su tío, debatiéndose entre la lealtad y la duda, entre lo que siempre creyó y lo que tal vez no quiso ver.

Así cierra este capítulo cargado de confrontaciones, dudas y verdades incómodas. María se hunde entre la culpa y el dolor, Marta trama soluciones legales que pueden romper la familia, Tasio se rebela contra el desprecio de los suyos, y Damián desentierra un crimen que podría destruir a todos. Pero sobre todo, Joaquín queda advertido, y el futuro de la familia Reina pende de un hilo.

¿Será capaz Joaquín de enfrentar la verdad? ¿O elegirá seguir ciego ante la amenaza que lo rodea?
No te pierdas Sueños de Libertad, este miércoles 11 de junio, solo por Antena 3.