Imagina esto: una sala majestuosa, adornada con terciopelos y candelabros, se llena de murmullos y pasos contenidos. Pero de pronto, un grito desgarrador rasga la calma, un sonido que no es solo un lamento: es una verdad emergiendo de las sombras, una máscara cayendo, un linaje temblando.

En ese instante todo se detiene. Una dama noble, envuelta en un vestido carmesí que antaño irradiaba esperanza, cae al suelo con el rostro pálido. Las luces del palacio parpadean. Alguien ha desenterrado un secreto que debía permanecer dormido. Entre columnas ornamentadas, un criado tiembla: ha visto algo que no puede olvidar. Al fondo, voces susurran nombres prohibidos, hablan de una dote desaparecida, de una carta que podría arruinar un linaje entero, de una herencia que nunca debió ser reclamada…

La tensión no se limita a la nobleza. Rómulo y Emilia, aún ajenos al torbellino que se avecina, intercambian miradas cargadas de significado. No es amor todavía, pero es un pacto silencioso, un lazo que crece en medio del caos. Y mientras lo hacen, los muros del palacio respiran secretos: pasadizos ocultos usados para secuestros en siglos pasados, corredores por los que se movían reyes y traidores. ¿Serán estos mismos túneles los que revelen las verdades más devastadoras?

El palacio, testigo de generaciones de alianzas y traiciones, es ahora un hervidero de emociones contenidas. El bautizo de los mellizos de Catalina y Adriano se aproxima, un evento destinado a traer luz… pero que ahora se ve eclipsado por la sombra de Eugenia. Su transformación es evidente: enferma, quebrada, confundida. Algunos murmuran sobre venenos escondidos en las tierras de cultivo, otros de antiguos rituales mal ejecutados.

En este contraste entre celebración y tragedia, la figura del Duque Lisandro emerge como epicentro de las sospechas. Un noble respetado, sí, pero también un hombre cuyas manos parecen demasiado limpias para un mundo tan turbio. ¿Qué oculta el Duque? ¿Qué conexión tiene con la carta comprometedora que ha sido vista por manos equivocadas?

Mientras tanto, Emilia y Rómulo se aferran el uno al otro con la fuerza de lo no dicho. Gestos mínimos: una mirada sostenida, una mano rozando otra junto a un candelabro de cristal. Todo habla, todo arde en esa complicidad que nadie más se atreve a nombrar. Emilia arrastra el peso de un amor fantasma perdido en la guerra; Rómulo ofrece refugio en forma de presencia constante. Entre ellos crece algo más grande que el deseo: una promesa de lealtad en medio del derrumbe.

En otro rincón del palacio, Curro se enfrenta a una verdad que no quiere aceptar. Eugenia, su madre, ha cruzado la línea que separa la lucidez del abismo. Su desmayo durante la ceremonia de compromiso del hermano fue solo el principio. Pero Curro se niega a rendirse. El amor lo mantiene aferrado a la idea de que aún puede salvarla.

Lorenzo, en cambio, ya ha hecho las cuentas. Frío, calculador, sentencia que Eugenia no debe estar presente en el bautizo. Para él, no se trata de emociones, sino de seguridad. Y cuando la decisión se comunica, es como una cuchilla cortando generaciones de tradición. Por primera vez, una madre es excluida de un ritual sagrado.

Pero el destino no ha dicho su última palabra. Justo cuando todo parecía controlado, Eugenia desaparece. Su habitación está intacta: la copa caída, el libro abierto, la cama hecha. No hay señales de huida. Solo un vacío ensordecedor que grita más fuerte que cualquier palabra.

Y aquí es donde el misterio se retuerce: una sombra en los pasillos, un rastro invisible. ¿Quién ayudó a Eugenia? ¿Fue una fuga… o un secuestro? Las sospechas apuntan al Duque Lisandro, cuya conexión con los pasadizos secretos es más antigua y turbia de lo que nadie imaginaba. Viejos sirvientes recuerdan sus pasos nocturnos, sus visitas a la biblioteca cerrada al público, su obsesión por ciertos retratos familiares borrados del linaje oficial.

Todo apunta a él. Y todo lo niega. ¿Podría Lisandro haber sido parte de un pacto ancestral, una alianza forjada con sangre para asegurar poder a costa de la cordura de Eugenia? ¿Fue ella víctima de un experimento, de una traición familiar, de un sacrificio para mantener las apariencias?

Mientras las preguntas se multiplican, las campanas del bautizo comienzan a sonar. La ceremonia sigue adelante, pero cada mirada, cada palabra, está contaminada por el miedo. Catalina, Adriano, Alonso… todos sienten que el suelo tiembla bajo sus pies. Y cuando las campanadas llegan a su fin, un carrillón del siglo XVIII lanza su último eco, el candelabro tiembla, y una nueva carta aparece sobre el altar bautismal. Una carta firmada por Eugenia… y dirigida a Lisandro.

“Yo sé lo que hiciste. El bautizo no borrará el pasado. Cuando caiga la última piedra del palacio, tú también caerás.”

El silencio se apodera del salón. El Duque Lisandro palidece. Y entonces lo entienden todos: el enemigo no está fuera. Está dentro. La caída ha comenzado.

No te pierdas el próximo capítulo de La Promesa. Porque cuando los secretos salen a la luz, lo hacen para destruirlo todo. Activa la campanita, deja tu comentario y prepárate: el Duque Lisandro ha sido desenmascarado… y su pecado podría arrastrar a toda la nobleza al abismo.