En La Promesa, las tragedias han sido el pan de cada día: asesinatos, envenenamientos, traiciones y hasta un bautizo que promete teñirse de sangre. Sin embargo, entre tanta oscuridad, emerge una historia que, pese a haber nacido en la sombra del escándalo, podría convertirse en el rayo de luz que los fans necesitaban: la historia de amor entre María Fernández y Samuel, el sacerdote caído en desgracia.
Sí, como lo lees. Esta semana la serie nos lanza una bomba emocional de proporciones bíblicas: ¡el padre Samuel ha sido excomulgado! La noticia cae como un trueno sobre los muros de La Promesa y cambia por completo el rumbo de su vida… pero también, tal vez, del corazón de María.
Todo comienza con la tensa sospecha: ¿quién fue el culpable de que el obispado recibiera la información sobre las acciones del padre Samuel? Las principales sospechosas están más que claras: Petra Arcos, la eterna enemiga de María, y Leocadia, la mujer de la lengua viperina que ya ha demostrado más de una vez que no tiene escrúpulos para hacer daño. ¿Fue Petra, movida por celos y resentimientos pasados? ¿O fue Leocadia, decidida a dinamitar la paz del palacio como ya lo hizo en su momento con Curro y su herencia? Lo cierto es que las cartas ya están echadas y la consecuencia es devastadora: Samuel es apartado de su vocación sagrada.
Pero aquí es donde esta tragedia podría esconder un giro del destino. Porque aunque la excomunión es un golpe durísimo para el sacerdote, también lo libera del voto que lo separaba del amor terrenal. Y más concretamente, del amor por María Fernández, esa mujer con la que ha compartido miradas, silencios cómplices y una historia que, hasta ahora, parecía condenada a ser imposible.
María, por su parte, sigue arrastrando las heridas del pasado. Las artimañas de Petra no han sido pocas: desde robarle su libro, hasta implicarla en un robo para forzar su despido, sin contar el daño que le causó a su amiga del alma, la fallecida Jana Expósito. Con esos antecedentes, no es de extrañar que María no pueda perdonar ni olvidar con facilidad, y que ahora, más que nunca, sospeche que Petra ha tenido algo que ver con el castigo impuesto a Samuel.
Y, sin embargo, Samuel la defiende. Él cree en las segundas oportunidades, incluso para Petra. Esa diferencia de opiniones está comenzando a tensar la relación entre ellos. María se siente traicionada por la ingenuidad del sacerdote, mientras él intenta mantenerse fiel a su bondad innata. Pero esta tensión, lejos de alejarlos, podría ser la llama que encienda una pasión largamente contenida.
Porque lo que viene ahora es una nueva etapa. Ya no hay sotana que los separe. Ya no hay votos que repriman lo que ambos sienten. Samuel, si logra permanecer en el palacio, podría por fin vivir libremente su amor por María. Y aunque el futuro inmediato es incierto —pues se desconoce si será echado de La Promesa, si decidirá marcharse por voluntad propia o si incluso Leocadia intentará traer de nuevo a Petra para desestabilizarlo aún más—, lo cierto es que la puerta está abierta para que el amor florezca.
El Marqués ya ha comunicado a Catalina que Samuel no podrá bautizar a sus hijos, confirmando que la excomunión es un hecho. Y si bien eso significa que ha perdido su estatus como sacerdote, también significa que puede mirar a María a los ojos y no sentir culpa ni conflicto moral. La Iglesia lo ha rechazado, pero ¿y si esto fuera un acto divino para unirlos?
En medio de todo este torbellino emocional, La Promesa sigue apostando por la intensidad. Esta semana estará centrada en el fatídico bautizo y las locuras de Eugenia, con una tensión que amenaza con desbordarse. Pero en cuanto ese arco llegue a su clímax, será el turno de que la historia de María y Samuel tome el protagonismo, quizá con más fuerza que nunca.
Y aquí viene la gran pregunta: ¿se atreverán? ¿Tendrá Samuel el valor de quedarse en el palacio, no como sacerdote, sino como hombre? ¿Dará María el paso definitivo hacia el amor que tanto ha anhelado pero que siempre creyó prohibido? ¿O el peso de la vergüenza, el qué dirán y los obstáculos de siempre acabarán por enterrar lo que apenas empieza a nacer?
Muchos ya se atreven a soñar: Samuel como maestro de los niños del palacio, o como ayuda en la biblioteca, o simplemente como alguien más entre el servicio… pero, sobre todo, como el hombre que, libre de votos y de sotanas, por fin puede amar sin miedo a la condena.
Y no olvidemos que, en La Promesa, nada es casual. Si Dios obra de formas misteriosas, quizá esta excomunión es el empujón que Samuel necesitaba para salir del limbo emocional y lanzarse a los brazos de María.
Sea como sea, lo que viene promete ser de alto voltaje emocional. El amor, el perdón, la redención… y, por supuesto, los fantasmas del pasado que siempre vuelven cuando uno menos lo espera.
Así que, fan de La Promesa, abre bien los ojos, porque después de tanto dolor, la esperanza podría estar más cerca que nunca. Y si esta historia se convierte finalmente en una historia de amor real, entonces quizá podamos decir que, por una vez, el corazón ha ganado la batalla.
Nos vemos la próxima semana con más Crónicas de La Promesa.