Todo apunta a que el bautizo de Rafaela y Andrés, hijos de Catalina y Adriano, lejos de ser una celebración de alegría, se convertirá en el epicentro de una tragedia que sacudirá La Promesa hasta sus cimientos. Y es que, con una pistola en mano, Eugenia Izquierdo irrumpe con una mirada desbordada por la angustia y la desesperación, proclamando con voz temblorosa pero decidida: “¡Nadie va a encerrarme nunca más!”.

Las alarmas ya estaban encendidas desde hacía días. Los avances de Televisión Española lo anunciaban: se acercan despedidas. Y el uso de un ramo de flores en pantalla no era casual. Como sucedió con la muerte de Jana Expósito, las señales se alinean para otro adiós inminente. ¿Será que un personaje importante cae este jueves?

La verdad es que los ingredientes del desastre están servidos: una mujer manipulada, un arma a su alcance, y un salón repleto de inocentes y villanos. Eugenia, víctima de las maquiavélicas maniobras de Leocadia y el infame capitán Lorenzo de la Mata, ha sido llevada al límite. Su mente, ya frágil por un pasado tormentoso, ha sido empujada al abismo con cruel precisión. “Hay que hacerla desaparecer”, decía Leocadia. Y lo están consiguiendo… aunque no como esperaban.

Desde que Eugenia volvió al palacio, se convirtió en una piedra en el zapato para los dos grandes antagonistas de la historia. Por primera vez, alguien se atrevía a hacerles frente, a plantarles cara en su propio terreno. Y eso, claro, no lo iban a tolerar. La solución: volverla loca. Poco a poco, la convencieron de que su mente le estaba fallando, que no debía confiar en nadie, y especialmente, que el bebé Andrés estaba en peligro si no actuaba.

Catalina, angustiada al ver el deterioro de su madre, pedirá a Curro que mantenga a Eugenia alejada de los niños. No es para menos: Leocadia ha comenzado a susurrarle a Eugenia que debe proteger al bebé, mientras el capitán Garrapata —como muchos lo llaman en broma— deja deliberadamente su arma cargada en el cajón, a sabiendas de la tormenta que se avecina. ¿Negligencia o trampa premeditada?

El miércoles, cuando el comportamiento de Eugenia se vuelve más errático, los Luján deciden apartarla del evento. No debe asistir al bautizo. Pero Leocadia ya ha sembrado el caos en su mente. Y el jueves, como si se tratara de una última jugada desesperada, Eugenia escapa del palacio… con la pistola de Lorenzo escondida en su vestido.

La ceremonia apenas comienza cuando el horror se apodera de todos. Eugenia aparece en el umbral del salón, temblorosa pero decidida. Señala con el arma. “¡No voy a volver al sanatorio! ¡No me encerraréis otra vez!”. Los asistentes enmudecen. La tensión corta el aire. Catalina, con sus bebés en brazos, se aferra a Adriano. Rómulo y Pía intercambian miradas de pánico. Y entonces… el disparo.

¿A quién apunta? Las imágenes filtradas dejan algunas pistas: Don Lisandro, Lorenzo y Leocadia observan, atónitos, hacia el suelo. No son ellos los heridos. Pero alguien está tendido frente a ellos, fuera de cámara. Las posibilidades se reducen.

Los rumores son muchos. Algunos temen por Adriano, que aparece en varias fotos al lado de Catalina, precisamente en la zona que miran los otros personajes tras el disparo. ¿Habrá querido Eugenia arrebatarle al bebé y disparado contra él para conseguirlo? Otros apuntan a Rómulo, basándose en su expresión devastada en los avances. Incluso Emilia, la enfermera, aparece justo detrás en varias imágenes, lo que también la convierte en posible víctima.

Sin embargo, una fuente confiable ha confirmado que el viernes, Pía y Rómulo compartirán una escena hermosa, lo que descarta su fallecimiento. Por tanto, el disparo no va por ese lado.

Otra posibilidad es más simbólica: que el disparo no mate a nadie, pero cambie el curso de la historia. Que sea la gota que colme el vaso. Que obligue a todos a mirar con nuevos ojos a Eugenia, no como una loca peligrosa, sino como una mujer destruida por la manipulación de los poderosos.

Porque si algo ha quedado claro, es que Eugenia no es la verdadera villana de esta historia. Es una víctima. Una mujer utilizada, maltratada y empujada al borde de la locura por los oscuros intereses de su entorno. Leocadia ha sido el veneno en su oído. Lorenzo, la amenaza constante bajo el mismo techo. Y ahora, con un arma en la mano, Eugenia solo intenta recuperar el control. Evitar ser encerrada otra vez. Defenderse. Ser escuchada.

El disparo retumbará en La Promesa como un trueno. No solo por el daño físico que pueda causar, sino por las consecuencias que desatará. Las máscaras caerán. Las lealtades se pondrán a prueba. Y quizás, solo quizás, comenzaremos a ver la caída de los verdaderos culpables: los que han jugado con la mente de una mujer rota como si fuera una marioneta.

Por ahora, lo único seguro es que el jueves marcará un antes y un después. Un bautizo teñido de sangre, locura y secretos a punto de estallar. ¿Morirá alguien? ¿Será Adriano? ¿O simplemente alguien caerá herido mientras el verdadero disparo es emocional y moral?

La respuesta nos aguarda en los próximos capítulos. Pero prepárate, porque La Promesa está a punto de cruzar una línea de la que no hay retorno.