Los cielos de La Promesa se nublan con la llegada de un visitante inesperado: el duque de Carvajal y Cifuentes. Nadie lo esperaba, nadie lo deseaba… y todos lo temían. Su presencia irrumpe con fuerza en la vida de los habitantes de la finca, amenazando con desenterrar secretos que deben permanecer enterrados. Catalina, los recién nacidos… incluso Curro, cuya permanencia en la propiedad debería seguir siendo un misterio. Todo se tambalea ante los ojos inquisitivos del nuevo huésped.

La tensión crece cuando Lóe y Espósito regresan de la joyería Job sin respuestas claras. Junto a Ángela, deciden volver una vez más. Algo se esconde en ese lugar, algo que aún no han descubierto. Las joyas parecen hablar en un lenguaje críptico, y la intuición les dice que no deben rendirse. Mientras tanto, Eugenia sigue con su plan maestro: acercarse a Cruz. Pero al ver sus esfuerzos infructuosos, opta por una estrategia más arriesgada. Ahora, apunta al marqués, sabiendo que si conquista su favor, el camino hacia Cruz se abrirá de par en par.

En otro rincón de la casa, Ricardo logra que Rómulo confiese parte de su pasado con Emilia. La grieta que se abre deja entrever oscuros recuerdos y heridas aún sin sanar. Y mientras Lorenzo se niega a darle espacio a Eugenia, ella toma la delantera y actúa sin permiso. Se instala en la habitación de Lorenzo sin mediar palabra. Es una declaración de guerra. Eugenia no ha venido a negociar: ha venido a quedarse, cueste lo que cueste.

Pero quien verdaderamente desestabiliza todo es Lisandro. Su actitud arrogante, sus aires de superioridad y su forma despectiva de tratar a todos hacen que la finca entera se contenga. Nadie quiere enfrentamientos directos, pero el silencio solo alimenta el resentimiento. Leocadia, más calculadora que nunca, le advierte al capitán que deben moderarse o el conflicto será inevitable. Mientras tanto, ella misma aprovecha para acercarse a Manuel, apoyándolo en su emprendimiento con Toño.

Toño, decidido a limpiar su nombre, regresa a La Promesa. Busca el perdón y la confianza de Manuel. El negocio entre ellos avanza lentamente, aunque la presencia constante del sargento Burdina parece despertar algo en Toño. ¿Culpa? ¿Miedo? ¿Una amenaza del pasado?

En medio de este hervidero, Teresa comenta lo bien que se entienden Manuel y Toño, pero Simona no está dispuesta a rendirse al optimismo. Su dolor como madre sigue vivo. Por su parte, Samuel ya no puede contener su molestia ante la falsa transformación de Petra. La enfrenta, hastiado, en un cruce que marcará un antes y un después en su relación.

Rómulo intenta evitar nuevos conflictos con Emilia, acercándose una vez más. Pero las heridas del pasado pesan más de lo que creía. Y justo cuando parecen hallar un pequeño respiro, algo —o alguien— vuelve a abrir la cicatriz. Emilia y Rómulo tendrán que decidir si vale la pena volver a intentarlo.

El paquete que Esmeralda envía a López siembra nuevas dudas. Ni él ni Curro logran descifrar su contenido. Deciden ocultárselo a Ángela, al menos por ahora. No es el momento de más revelaciones. Pero las joyas siguen sin hablar, y cada día parecen más un rompecabezas sin solución.

Mientras tanto, Adriano se sincera con Lisandro: le revela toda la verdad sobre sus orígenes. La reacción del duque es más violenta de lo que nadie esperaba. Este impacto lleva a Catalina a tomar una decisión: confesarle a Alonso que desea marcharse de La Promesa. Pero lo que nadie imagina es que la llegada de Lisandro no fue una simple visita… sino parte de un plan cuidadosamente orquestado.

Leocadia, astuta como siempre, se muestra conciliadora con Eugenia. Pero en secreto conspira con Lorenzo para eliminarla del tablero. ¿La enviarán de vuelta al sanatorio? ¿O tienen en mente métodos más… definitivos?

Por otro lado, Curro y Lóe vuelven a la joyería, donde se encuentran cara a cara con Esmeralda. Ella reconoce de inmediato a Curro. La tensión es palpable. Les entrega nuevas joyas, pero la información que acompaña a esas piezas es aún más desconcertante. Están más cerca de la verdad, pero también más perdidos que nunca.

Martina, por su parte, lucha por mantener la cordura ante la constante presencia del insufrible Lisandro. El aire se vuelve irrespirable. Mientras tanto, María Fernández sigue sin confiar en Petra. ¿Puede alguien cambiar tan drásticamente de un día para otro?

Eugenia, fiel a su estilo, juega su carta más atrevida: desaparece de La Promesa sin previo aviso. La finca entra en estado de alerta. Cuando reaparece, su presencia deja a todos sin aliento. ¿Dónde ha estado? ¿Con quién ha hablado? ¿Qué ha descubierto? Nadie tiene respuestas… y eso lo hace aún más inquietante.

El padre Samuel recibe noticias perturbadoras del obispado. Algo se está gestando en las alturas y no parece bueno. A la vez, Catalina y Adriano fingen que han pospuesto su partida hasta que el duque se marche. Pero todo apunta a que tienen otros planes, mucho más arriesgados.

El pasado no se rinde. Emilia y Rómulo, aún tambaleantes, se enfrentan a un nuevo escollo que amenaza con separarlos definitivamente. ¿Podrán resistir esta última embestida?

La semana culmina con una certeza: Lisandro no ha venido por cortesía, ni por descanso. Ha llegado con un propósito claro, oculto, y cada uno de sus movimientos responde a un plan más grande. La Promesa está en peligro, y el tiempo se agota.

¿Podrán los habitantes de la finca enfrentarse a las amenazas externas e internas que se ciernen sobre ellos? ¿O caerán uno a uno en las trampas que se están tendiendo en silencio?

La Promesa jamás volverá a ser la misma.