Un viento oscuro recorre los pasillos de La Promesa cuando el temido Duque Lisandro de Carvajal y Cifuentes irrumpe en el palacio. Su llegada no es una visita diplomática, sino una inspección con claras intenciones: reafirmar la voluntad del rey y borrar todo rastro de desobediencia. Y en el centro de su mirada inquisitiva está Curro, el joven criado que no debería estar allí.
“Tu cara me resulta demasiado familiar”, espeta el duque con frialdad, marcando el inicio de una persecución implacable. Las órdenes de palacio eran tajantes: Curro debía desaparecer. Pero el muchacho no huye. Al contrario, sigue una pista clandestina que lo lleva hasta un taller de joyería en el pueblo, donde descubre el símbolo de una orquídea negra, un emblema que esconde una red de contrabando que podría amenazar al mismísimo reino.
En lugar de encontrar protección, Curro se ve envuelto en un torbellino de intrigas. Enfrentado cara a cara con Lisandro, el duque le hace una proposición insospechada: colaborar para desmantelar esta red secreta a cambio de su libertad. Un pacto peligroso que lo obliga a caminar por la cuerda floja entre la traición y la redención.
Mientras tanto, la atmósfera en La Promesa se vuelve irrespirable. La fachada de poder y nobleza se resquebraja. Alonso, el marqués de Luján, se ve atrapado entre su conciencia y el peso de su título. Sabe que ocultar a Curro es un acto de desafío directo al rey. Leocadia, siempre calculadora, intenta controlar la situación, pero la tensión crece por momentos. Y en el servicio, el miedo se palpa. Todos saben que si Lisandro descubre la verdad, caerá la ruina sobre la casa.
Curro, por su parte, no está solo. Ángela y Lópe lo apoyan en su arriesgada investigación. Se infiltran en la joyería con identidades falsas, arrancando pistas de los labios de Trinidad, la dependienta. Aunque la información es fragmentaria, las piezas comienzan a encajar: detrás de las vitrinas de joyas se esconde una operación más turbia, conectada con altos mandos, y tal vez… con alguien dentro de la Promesa.
El destino, sin embargo, tiene sus propios planes. En un instante fatal, Curro y Lisandro se cruzan en el salón principal. Un solo vistazo basta. Lisandro lo reconoce, y el aire se congela. El duque, implacable, convoca a Alonso al despacho. La acusación cae con el peso de una sentencia: “Ese joven es Curro. ¿Acaso cree estar por encima de la voluntad del rey?”
Alonso, entre el temor y la dignidad, opta por confesar: permitió que Curro se quedara por compasión. Pero Lisandro no se conmueve. “La compasión es un lujo que no todos podemos permitirnos. Las consecuencias serán graves.”

En paralelo, Eugenia, harta de los desprecios de Lorenzo y deseosa de ver a su hermana Cruz en prisión, mueve sus fichas. Aparece en el despacho de Lorenzo con un pequeño cuaderno en la mano. Dentro, pruebas comprometedoras sobre las actividades de Lorenzo: reuniones secretas, desvíos de fondos, alianzas con figuras sospechosas. Eugenia no está dispuesta a callar más. Quiere su parte de la herencia… y un permiso para visitar a Cruz.
La amenaza es clara: o Lorenzo accede, o sus secretos verán la luz. Por primera vez, el altivo capitán se ve contra las cuerdas.
Entre tanto, Martina, Ángela y López se debaten sobre qué hacer con Curro. Si Lisandro ata cabos y vincula al joven con la red de contrabando, será su fin. Deciden acelerar la investigación. Necesitan algo contundente que les permita negociar, distraer o chantajear. Curro, aunque acorralado, se niega a abandonar. Esta misión se ha vuelto personal. Quiere limpiar su nombre y demostrar que no es el delincuente que Lisandro imagina.
La noche cae sobre La Promesa y cada rincón respira incertidumbre. ¿Podrá Curro sobrevivir a la amenaza del duque y desmantelar la conspiración de la Orquídea Negra antes de que sea demasiado tarde? ¿Cederá Lorenzo ante el chantaje de Eugenia? ¿Y Alonso… logrará salvar a su familia de la caída?
Una nueva tormenta se cierne sobre el palacio. Las próximas horas podrían cambiarlo todo. Porque cuando se desenmascaran los secretos… nadie queda a salvo.