La calma en Sueños de Libertad es solo aparente… porque lo que se avecina en el capítulo 310 es una tormenta emocional y empresarial de dimensiones impredecibles. Y en el ojo del huracán, como siempre, está María. Cada uno de sus pasos es una declaración de guerra, una jugada letal en un tablero donde las alianzas cambian y el poder está en juego. Esta vez, va más allá de cualquier límite moral: exige que Begoña sea expulsada de la casa… o venderá las acciones de Julia a don Pedro. Un chantaje directo, cruel y sin filtros que podría cambiar para siempre el destino de los de la Reina.

Mientras tanto, en otro frente, don Pedro se derrumba ante su hermana Irene. Su rabia es evidente. Ha discutido con Digna y siente que ha sido traicionado. La culpa, según él, la tiene Damián, quien habría influenciado a Digna para evitar que Pedro se haga con las acciones. Pedro está convencido de que la familia de la Reina siempre ha querido arruinarlo, y ahora, cuando estaba a punto de conseguir el control absoluto, siente que le han cortado las alas. Irene intenta razonar, explicar que a veces la gente cambia de opinión por motivos legítimos, pero Pedro no quiere escuchar: para él, todo es una cuestión de poder. Nada más.

Y ahí radica el verdadero peligro.

Pedro se confiesa: quiere destruir a los de la Reina. Esta no es solo una transacción financiera. Es una vendetta. Un ajuste de cuentas. Irene, preocupada, le advierte sobre las consecuencias de sus actos, pero Pedro ya no tiene freno. Está dispuesto a todo.

Mientras tanto, la tensión dentro de los Merino crece. Joaquín no comprende por qué Digna ha dejado a María como gestora de la herencia de Julia. Luis intenta ver el lado positivo: tal vez es solo un intento de proteger el legado familiar. Pero las dudas están sembradas. Nadie se fía de María… y con razón.

Digna empieza a arrepentirse. Advierte que María está descontrolada, y que es peligrosa. La idea de apartarla de la empresa toma fuerza, pero todo se complica cuando se revela que Pedro ya le ha hecho una oferta formal por las acciones. Una guerra silenciosa se ha desatado, con las acciones como arma de poder.

En la casa de los de la Reina, Damián y Andrés discuten a gritos. Damián está furioso y decidido: no dejará que Pedro se haga con las acciones. Propone una estrategia arriesgada: que los primos compren las acciones y las mantengan dentro de la familia. Pero Andrés se niega a hablar con María. La detesta. No soporta siquiera verla. Damián insiste: Andrés es el único que puede detener a María. Si no lo hace, todo estará perdido.

En paralelo, Digna plantea usar las tierras que arrebataron a Jesús para conseguir el dinero y hacer una contraoferta. Luis y Joaquín dudan: no tienen capital suficiente, pero tampoco pueden quedarse de brazos cruzados mientras María y Pedro se reparten el futuro de la empresa.

Mientras tanto, Julia vuelve a casa exultante tras una presentación teatral brillante. María, manipuladora, la felicita con calidez fingida… y luego lanza su bomba: la empresa Brosa también le ha hecho una oferta por las acciones. Lo dice con una sonrisa en los labios y un brillo de ambición en los ojos. Está disfrutando el juego.

El momento tierno de la familia reunida se rompe con ese anuncio. María se retira, dejando la semilla de la incertidumbre plantada en todos. La guerra por las acciones ya no es solo entre Pedro y Damián. Hay más jugadores, más amenazas. María juega a varias bandas, y nadie sabe realmente cuáles son sus intenciones.

En otro rincón de la historia, Teo enferma levemente y Luz lo atiende con cariño. Mientras tanto, Luis triunfa en el mundo de los perfumes, firma un contrato exclusivo con Marta y propone un nuevo nombre para el proyecto: “Despertar”. Un símbolo, quizás, de lo que necesita esta familia: abrir los ojos antes de que sea demasiado tarde.

Las chicas de la tienda celebran el bono que Miranda les ha prometido, pero la alegría es efímera. La bolsa con los perfumes y las muestras que debían entregar… ha sido robada. Claudia y Carmen están al borde del colapso: han perdido todo y podrían enfrentarse a graves consecuencias.

De vuelta al núcleo del drama, María pone sus cartas sobre la mesa con Andrés. Le deja claro que no piensa vender las acciones… a menos que él cumpla su exigencia: echar a Begoña de la casa. Andrés se niega rotundamente. La acusa de estar motivada solo por el rencor, por venganza. María no lo niega. Sonríe. Está dispuesta a todo para salirse con la suya. Incluso si eso significa traicionar el legado de Julia. Incluso si eso arrastra a todos por el barro.

Y mientras todos discuten, pelean, traman y conspiran, Julia se queda sola, mirando al horizonte. Pensativa. Como si intuyera que algo grande está por romperse. Que el mundo que conoce, el legado que quiso construir, está a punto de estallar en mil pedazos.

Y entonces, como si no faltara más caos, don Pedro lanza un comentario inapropiado en una reunión de trabajo y Marta se retira, visiblemente incómoda. El ambiente está cargado. Todos caminan sobre un campo minado.

Así avanza Sueños de Libertad, capítulo 310: con traiciones, chantajes, conspiraciones y decisiones que marcarán el destino de todos. María ha cruzado la línea. Y nadie sabe hasta dónde está dispuesta a llegar.

¿Podrá alguien detenerla? ¿O ya es demasiado tarde para todos?

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