La calma que se respiraba en el Palacio de La Promesa está a punto de hacerse trizas. Justo cuando Catalina y Adriano habían logrado sellar su amor en secreto, creyendo que su boda pasaría desapercibida y que podrían disfrutar, al menos por un tiempo, de cierta felicidad silenciosa, una figura del pasado regresa para ponerlo todo patas arriba. Don Lisandro de Carvajal y Cifuentes, nada más y nada menos que el Duque, Grande de España, hombre de confianza del mismísimo rey, ha llegado… y no ha venido solo: trae consigo las consecuencias del pasado, los secretos mal enterrados y una mirada escrutadora que amenaza con desnudar cada rincón del palacio.

La noticia de su llegada no es simplemente un asunto protocolario. Su sola presencia encierra un mensaje implícito: la corona quiere respuestas. Y lo más alarmante no es que venga… sino que ya está aquí. Sin aviso, sin carta previa, sin una mínima cortesía, el Duque se ha presentado en el umbral de La Promesa dispuesto a inspeccionar todo lo que ha estado ocurriendo. Su presencia desata una oleada de tensión en todos los miembros de la familia Luján y su servidumbre. Porque si hay algo que este poderoso hombre no tolerará, son las mentiras… y en La Promesa sobran.

Leocadia, a quien muchos ya llaman con sorna “la postiza”, se encuentra en la cuerda floja. Ella, que había jurado controlar la situación tras los escándalos recientes, parece ser la primera en tambalearse. Fue ella quien, en su momento, intercedió para que Curro no fuera completamente despojado de sus títulos tras revelarse su origen ilegítimo. Gracias a sus contactos y maniobras, logró que solo se le despojara del título de “varón de linaje”, pero ahora, con don Lisandro en el palacio, todo ese acuerdo se tambalea.

Y es que la presencia de Curro en La Promesa es, quizás, el secreto más peligroso de todos. Aunque oficialmente repudiado por el marqués, su existencia todavía está atada al palacio, moviéndose por los pasillos como una sombra que no se atreve a salir a la luz. La solución más lógica sería esconderlo durante la estancia del Duque, quizá enviarlo a la posada de Luján o incluso a la casa de Ramona, ese refugio en el bosque que suele funcionar como escondite improvisado. Pero seamos honestos: si todo se resolviera con lógica, La Promesa no sería el hervidero de dramas que tanto disfrutamos. La pregunta no es si don Lisandro descubrirá a Curro… sino cuándo.

Pero no todo gira en torno a Curro. El matrimonio entre Catalina y Adriano es otro de los escándalos que deben mantenerse en las sombras. Catalina, hija noble, ha contraído matrimonio con un plebeyo, un hombre que, aunque digno, no pertenece a su clase. Y por si fuera poco, ya tienen dos hijos. ¿Qué pasará si Lisandro se entera? ¿Los considerará bastardos por no haber nacido dentro de un matrimonio “apropiado” según las normas de la nobleza? ¿O plebeyos indignos de cualquier tipo de reconocimiento?

Y aquí surge otra incógnita legal y social: mientras que Curro fue despojado de sus títulos por no ser legítimamente hijo del marqués, los hijos de Catalina sí han sido reconocidos por su padre y nacieron dentro del matrimonio. ¿Bastardos o simplemente plebeyos? Una diferencia que podría marcar el futuro de sus vidas… si el Duque decide intervenir.

Y mientras todo esto ocurre, un detalle no menor salta a la vista de los más atentos: antes, el padre del joven que pretendía a Martina fue presentado como Cayetano de Carvajal y Cifuentes. Ahora, ese mismo personaje aparece como Lisandro. ¿Cambio de nombre? ¿Error de continuidad? ¿O simplemente un segundo nombre que no se nos había revelado antes? Sea cual sea la explicación, lo cierto es que Lisandro —o Cayetano— ha regresado con sed de respuestas.

Otro asunto delicado es la reciente visita de Martina a la cárcel para ver a su tía, la marquesa doña Cruz. Recordemos que Cruz fue encarcelada por su implicación en la muerte de su propio marido. Este hecho, ya de por sí escandaloso, es una bomba social en los círculos aristocráticos. ¿Qué pasará si don Lisandro descubre que una de las damas más influyentes de La Promesa está tras las rejas? El escarnio público podría ser demoledor.

La tensión aumenta minuto a minuto. Cada personaje parece tener algo que esconder. Y mientras el Duque recorre los pasillos del palacio con su mirada inquisidora, los Luján intentan desesperadamente maquillar la realidad. Pero en un lugar como La Promesa, donde los secretos florecen y se marchitan como las flores del jardín, nada puede permanecer oculto por mucho tiempo.

Lo que parecía un simple capítulo de inspección real se transforma en un vendaval de consecuencias. Don Lisandro no ha venido solo. Trae consigo el juicio de la corona, la amenaza de destituciones, el poder de despojar títulos y, sobre todo, la capacidad de desmoronar la fachada perfecta que durante tanto tiempo ha mantenido a flote a la familia Luján.

Leocadia lo sabe. Por eso tiembla. Porque su prestigio, su poder y su influencia están ahora bajo el escrutinio de un hombre que no se conforma con respuestas fáciles. Si cae ella, arrastrará a muchos con ella. Y en ese grupo podría estar Curro, Catalina, Adriano, incluso Martina. Todos están expuestos.

Así que prepárate para una semana cargada de sobresaltos, revelaciones y decisiones que podrían cambiar el rumbo de todos en La Promesa. Porque cuando la corona decides mirar, no lo hace con compasión… sino con juicio.

Y don Lisandro ha venido precisamente para eso.