En este capítulo cargado de tensión, la historia sigue tomando giros dramáticos. La escena comienza en el hospital, donde la tensión se respira en el aire. La noticia llega de la mano de Atice, quien aparece con el rostro sombrío y una voz temblorosa para anunciar que, aunque Suna está a salvo, el bebé de Esme no ha sobrevivido. Este evento marca un giro decisivo para varios personajes, que enfrentan sus propias luchas internas mientras la tragedia se desata.
Abidin, que aún no sabe nada sobre la situación de Suna, se entera por una enfermera de que el corazón de Suna dejó de latir por unos momentos. Alarmado y con el corazón en la garganta, sale corriendo hacia el hospital, temiendo lo peor. Mientras tanto, en la mansión, la tensión crece cuando Ferit enfrenta a Alisaga con furia contenida. La pregunta clave surge: ¿Dónde está el Ali Saga que Ferit conocía? La familia ha perdido mucho, y la desesperación empieza a apoderarse de ellos. A pesar de la ira de Ferit, Alice le responde con firmeza que la venganza no servirá para nada. Su único propósito es asegurar que la familia viva en paz, aunque la situación no parece mejorar.
A las puertas del hospital, Seiran, consumida por la rabia por la pérdida de su hermano, se encuentra con Abidin. En un impulso, corre hacia él, descargando toda su furia con golpes y gritos, acusándolos de ser responsables de la tragedia. “¡Todos ustedes son asesinos!” grita, mientras sus lágrimas empañan su visión. Gulgun, tratando de calmarla, le explica que la guerra ha terminado, que Alice ha decidido ceder la mansión a Cicek como un intento de reconciliación entre las familias. Sin embargo, este gesto no hace sino avivar más la furia de Seiran, quien no parece dispuesta a ceder ante lo que ella considera una injusticia.
En la mansión, Abidin regresa solo, solo para encontrarse con su madre celebrando su nuevo poder sobre la casa. La imagen de su madre, feliz mientras todo se derrumba a su alrededor, lo llena de desprecio. En su opinión, la muerte de un bebé inocente es una carga de la que no podrán escapar tan fácilmente. Mientras tanto, Seiran hierve de rabia. No puede soportar la idea de que Alice duerma tranquila en la mansión después de todo el daño causado. A partir de ahí, su deseo de venganza solo crece, y comienza a buscar maneras de hacerle pagar a Alice.
Suna, aún recuperándose en el hospital, toma una decisión irreversible. Al enterarse de que está embarazada, su mundo se tambalea. La desesperación la consume, y le confiesa a Esme que no desea tener este bebé. Sin embargo, Esme, intentando encontrar algo de esperanza en medio de la oscuridad, le dice que el bebé podría ser su luz. Suna, aún confundida y atrapada en su propio dolor, se enfrenta a un dilema emocional mientras se enfrenta a su propio futuro y al futuro del niño que lleva en su vientre.
Por otro lado, Abidin sigue atormentado por sus propios sentimientos de culpa. Aunque está convencido de que el bebé puede ser la clave para una reconciliación, Suna le deja claro que no hay lugar para él en su vida. “No quiero este bebé”, dice, dejando claro que no puede vivir con un hombre al que considera un asesino. El conflicto entre los dos alcanza su punto álgido cuando Suna le dice que el niño crecerá sin él, rodeado de una familia que lo amará y protegerá, pero sin Abidin. Abidin, lleno de desesperación, intenta convencerla de que él es el padre y que no permitirá que su hijo crezca sin él, pero Suna no cede.
Mientras todo esto ocurre, Seiran, furiosa por la situación, se arma de valor y se enfrenta cara a cara con la persona que considera responsable de tanto sufrimiento. Sin pensarlo, la confronta con una furia imparable, dispuesta a vengar a su familia y a todos los que han sufrido por culpa de esta guerra sin fin. “Vas a experimentar lo mismo que le hiciste a mi madre”, le dice con odio, mientras el aire se vuelve denso y cargado de tensión. Con una mirada llena de furia, Seiran lanza una amenaza escalofriante: “Vas a perder a tus hijos, pero no al mismo tiempo. Tendrás que decidir cuál de ellos salvar”.
En ese instante, la amenaza se convierte en acción, y el ruido de un disparo rompe el silencio de la noche. Sin embargo, Ferit, quien había llegado justo a tiempo, se interpone entre Seiran y su objetivo, logrando detener lo que podría haber sido un desenlace fatal. La bala, finalmente, encuentra a Cicek, quien queda herida en la mano. El caos estalla en la mansión, y la violencia que se estaba gestando se descontrola por completo.
Mientras tanto, Ferit, atormentado por su propio pasado, decide confesar sus errores y abrir su corazón. La traición y el dolor lo han perseguido, y ahora siente que es el momento de enfrentarse a sus demonios. Suna también toma decisiones difíciles, mientras el futuro de su hijo y su relación con Abidin se encuentran en juego. Pero en medio de todo este torbellino emocional, Ferit recibe un golpe devastador cuando Alice le revela la verdad sobre su enfermedad. “Moriré pronto”, le dice con una serenidad aterradora. Las acciones de la familia y el legado que deja serán un peso enorme sobre los hombros de Ferit.
Este capítulo de Una nueva vida termina con un fuerte giro en la trama, lleno de decisiones dolorosas, revelaciones impactantes y un futuro incierto para todos los involucrados. La confrontación entre Seiran y sus enemigos es solo el comienzo de una serie de eventos que cambiarán para siempre el curso de sus vidas.