En el capítulo 307 de Sueños de Libertad, la historia da un giro crucial mientras la boda de Don Pedro y Digna se perfila como un evento cargado de emociones, tensiones ocultas y consecuencias imprevisibles. Todo comienza con una escena aparentemente inocente: Digna intenta que Teo coma, pero el pequeño, ensimismado en su dolor, se niega. Su ánimo apenas mejora cuando Digna le habla de su nuevo colegio. Es entonces cuando entra Don Pedro, sereno, sonriente, como si el mundo no estuviera a punto de cambiar. Se dirige a Teo con afecto, lamentando la pérdida de su madre y prometiendo que los Merino serán una familia que lo cuidará bien. Luego, lanza la bomba: ¡ya tienen iglesia para la boda! Una en la que hasta princesas y duques han pasado por el altar. El niño se sorprende, y Digna le confirma: “Nos casamos”. Él, perplejo, solo alcanza a decir que no sabía que los adultos también se casaban.

Pero el desconcierto de Teo es solo el primero de muchos. Porque esta boda no es solo una unión sentimental: es una estrategia con muchas capas, con intereses cruzados, ambiciones encubiertas y promesas que podrían romperse.

En otro rincón del universo Merino, Marta y Pelayo tienen su propio conflicto. Marta intenta hablar, pero Pelayo llega con una maleta y una actitud defensiva. Él le reprocha que actúe por su cuenta, sin avisos, sin consultas. Ella le recuerda el acuerdo que hicieron: un matrimonio sin ataduras, por conveniencia, por protección mutua. Pero el roce entre ellos va más allá de la logística. Marta defiende sus acciones a favor de Fina, mientras Pelayo teme que esas decisiones puedan acabar dañándolos a ambos. Él quiere que ella se enfoque en su carrera política, pero Marta no se deja doblegar. Le recuerda que, aunque tiene miedo, no está sola: tiene a Fina, tiene una causa. La tensión crece hasta que Pelayo se dispone a marcharse para un evento político en Valencia. Ella le promete que lo acompañará a la próxima. Él acepta resignado, pero se va con un aire de despecho que deja entrever sentimientos más profundos.

Mientras tanto, Digna y Don Pedro hablan a solas. La boda se acerca, pero también crecen las preocupaciones. Teo no está bien, Julia está en un momento vulnerable y María ha perdido la tutela. Damián podría ser su nuevo tutor si el juez lo aprueba, y eso levanta nuevas alertas. Don Pedro, siempre práctico, propone una cena para hablar de la boda. Pero también planea estrategias más audaces: propone comprarle a María las acciones de Julia. ¿La razón? Convertirse en el accionista mayoritario y blindarse ante cualquier intervención de Damián o Joaquín cuando regrese a la dirección de la fábrica.

Y es ahí donde el verdadero juego comienza.

María, dolida por haber perdido la tutela, se ve tentada. Don Pedro le ofrece el doble del valor de las acciones, insistiendo en que solo busca proteger a Julia. Pero María desconfía: sabe que con esas acciones en su poder, Don Pedro podría dominar la junta sin necesidad de alianzas. Damián también había querido comprarlas, pero la oferta de Don Pedro es demasiado tentadora. María se lo piensa… y eso basta para que el peligro se instale.

La historia se fragmenta en escenas llenas de tensión. Claudia y sus amigas, entusiasmadas con los escritos de Luis. El doctor Herrera se despide de los Merino y de su puesto como médico. Luz y Luis discuten por su obsesión con el perfume, mientras Carmen lanza una crítica que lo desanima profundamente. Joaquín, por su parte, exige a Don Curita que le devuelva el dinero adelantado para una adopción, dado que ahora debe ocuparse de Teo, pero el dinero ya ha sido usado por las monjas.

El laboratorio se convierte en el refugio de Luis, que lucha contra la presión de crear una fragancia que conquiste a Miranda. Don Pedro le avisa que ya hay una propuesta lista y que debe enviarse al día siguiente. La presión aumenta. Luis promete que lo logrará.

Mientras tanto, Digna se entera de las intenciones de Don Pedro con las acciones de Julia. Ella no está de acuerdo: teme que, con ese movimiento, Julia pierda su lugar en la junta y en el legado de su padre. Don Pedro intenta tranquilizarla asegurándole que dejará sus propias acciones a Julia, ya que no tiene hijos y la considera su heredera. Pero Digna se siente traicionada por no haber sido consultada. Sus ojos delatan que algo dentro de ella se ha quebrado, aunque aún se prepara para salir a cenar como si nada hubiera pasado.

María también vive su propio dilema. En una escena íntima, recuerda un momento con Raúl, quien llega a buscarla en un arranque de pasión. Se besan, se coquetean, se confiesan. Raúl se pregunta por qué alguien tan sofisticada como ella estaría interesada en él. María, confundida, lo besa de nuevo, pero lo despide antes de que algo más ocurra. Sin embargo, Manuel, el fantasma del deber, aparece por detrás: ha visto, ha escuchado, y la tensión se acumula como pólvora.

Y no todo son juegos de poder. En la cantina, Manuela y Gaspar comparten una cena romántica. Ella le entrega una carta que él cree dirigida a su tío… hasta que descubre que es para él. Conmovido, le agradece. Ella le responde con un beso y una promesa: quizás ya no como maestro, pero como compañero, lo necesita más que nunca.

La noche avanza y todo se encamina hacia la boda, pero el verdadero matrimonio que se está forjando es entre la ambición y el poder. Don Pedro mueve sus fichas con precisión quirúrgica, Digna duda, María resiste, y Julia, sin saberlo, está en el centro del tablero. Porque si María vende las acciones, Pedro se convierte en el amo absoluto de la fábrica. Pero si no las vende… podría ser la última oportunidad para equilibrar la balanza.

Y mientras tanto, Julia, inocente, le pide a Andrés un solo favor: que vaya a ver su obra de teatro. Él acepta, y por un instante, la ternura se cuela entre tanto cálculo. María, al verlos juntos, estalla: les recuerda que fue ella quien luchó por Julia, no ellos. El padre de la reina le responde tajante: ya no tiene voz ni voto, la tutela ahora es de él.

Así cierra este capítulo: entre besos que esconden culpas, propuestas millonarias disfrazadas de bondad, cenas cargadas de tensión y promesas que podrían costar más de lo que valen. La boda entre Don Pedro y Digna no solo une dos destinos… podría marcar el principio del fin para muchos.

¿Conseguirá Don Pedro todo lo que se propone? ¿María cederá a la tentación? ¿Y Digna, hasta dónde está dispuesta a callar por amor? El fuego ya está encendido, y las consecuencias… solo acaban de empezar.