El capítulo 307 de Sueños de Libertad se convierte en una tormenta emocional cuando el amor, la lealtad y la desconfianza colisionan con una fuerza devastadora. En el centro del conflicto, Marta toma una decisión crucial para proteger a Fina, la mujer que ama, y despierta la furia contenida de Pelayo, que ya no sabe distinguir entre el amor y la traición.

Todo comienza cuando Marta, firme pero serena, le recuerda a Pelayo que fue él quien le pidió no hacer testamento a favor de Fina. No obstante, Marta no podía quedarse de brazos cruzados. Ha encontrado una vía alterna para asegurar el futuro de Fina sin desafiar directamente los deseos de Pelayo. Para ella, esto no es una cuestión de rebeldía, sino de coherencia con su corazón. Pero Pelayo no lo percibe así.

Su respuesta es gélida, mordaz. Le lanza un comentario cargado de sarcasmo: si Marta está tan decidida a tomar decisiones importantes, que vaya al banco y le cuente a todo el personal la hermosa historia de amor que vive con Fina. La frase no es solo cruel; es un dardo venenoso que revela su herida profunda, su enfado latente, su sensación de estar quedando al margen.

Marta, atónita, le reprocha que haga ese tipo de comentarios frente a su padre. Pero Damián, incómodo, intenta alejarse. Marta lo detiene con firmeza: ya está al tanto de todo, no hay secretos para él. Y en medio de ese clima denso, Marta intenta que Pelayo comprenda. Le recuerda que evitó ir al notario precisamente por él, porque sabía lo que eso implicaba. Lo hizo para protegerlo, para que no se sintiera arrastrado a una situación que lo comprometiera más de lo que estaba dispuesto. Por eso ahora no acepta que él cuestione sus actos.

Pelayo, sin embargo, saca otra carta. Le informa, con una mezcla de frialdad y reproche, que el banco lo llamó alertado por la gran cantidad de dinero que Marta retiró. Ella no lo niega. Estuvo allí. Hizo lo que hizo con plena consciencia. Y lo más importante: era su dinero. No siente que deba explicaciones ni al banco ni, mucho menos, a su propio esposo.

El ambiente se enrarece. Damián intenta calmar las aguas, pide que no conviertan la discusión en un espectáculo, pero Pelayo está cada vez más iracundo, disfrazando su herida con ironía. Se muestra “tranquilo”, tan tranquilo como cuando descubrió que había un detective privado merodeando por la colonia. La comparación deja claro que se siente vigilado, expuesto, traicionado. El hombre empieza a sonar paranoico. Aunque hayan destruido las fotos del detective, ¿cómo estar seguros de que no queda alguna copia por ahí? ¿Cuánta gente sabe demasiado ya?

Marta, herida pero firme, intenta volver al eje. No está dispuesta a ceder en lo más mínimo en lo que respecta a Fina. Le dice con claridad que no puede ni quiere dejar de protegerla. Y esta es la forma que ha encontrado de hacerlo. Entonces, Pelayo rompe todo límite. Con un tono despiadado, sugiere que tal vez Fina ya se esté gastando la herencia, y que Marta pronto tendrá que volver al banco por más dinero.

La crueldad de sus palabras deja a Marta congelada. No puede creer lo que acaba de oír. Le recuerda, con una mezcla de dolor y furia, que Fina rechazó todo desde el principio: el dinero, las joyas, cualquier símbolo de interés material. Lo hizo porque lo único que la une a ella es el amor. Así, con el corazón en la mano, Marta defiende su relación con una intensidad conmovedora. Fina está con ella por lo que sienten la una por la otra, no por lo que podrían tener. Y le lanza una pregunta que corta como una daga: “¿Tú sabes lo que es el amor verdadero, Pelayo?”

La pregunta lo sacude. Atrapado entre la rabia y la culpa, Pelayo intenta justificarse. Le dice que no puede entender lo que él ha tenido que sacrificar. Pero Marta no lo deja escapar por esa vía. Le dice que sí lo sabe, que ha estado a su lado en todo momento, que lo ha apoyado incluso cuando decidió luchar por lo que realmente lo hacía feliz. Y que ahora le toca a él ser coherente con lo que han construido juntos.

Marta no lo ataca, lo llama a la reflexión. Le recuerda que este es el momento de sostener con dignidad las decisiones que tomaron. Ella arriesgó todo por apoyarlo, por creer en él. Y ahora le pide que no huya, que no se esconda detrás de reproches ni sarcasmos.

Pelayo, finalmente, dice lo que lleva tiempo sintiendo pero no había confesado. El verdadero problema es que las decisiones que están tomando los están llevando por caminos opuestos. La frase cae como una losa entre ambos. Pelayo se retira, dolido, con el alma rota y la mirada baja. Marta se queda allí unos segundos, congelada en el dolor, antes de marcharse también.

Damián, testigo mudo de la tragedia, queda solo. Su rostro lo dice todo: no entiende cómo esta familia, que parecía encontrar una nueva forma de amar, está ahora desmoronándose frente a sus ojos.

En este capítulo desgarrador, Sueños de Libertad nos recuerda que el amor verdadero no siempre basta para sostener puentes si no se camina juntos hacia el mismo horizonte. Marta y Pelayo, cada uno con sus razones y sus heridas, empiezan a despedirse no con palabras, sino con silencios que lo dicen todo.

¿Será este el principio del fin para su historia? ¿O acaso aún hay esperanza en medio del caos? El corazón de Marta late por Fina, y su decisión es firme: protegerla, pase lo que pase. Aunque eso signifique perderlo todo. Incluso a Pelayo.

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