En el desgarrador capítulo 306 de Sueños de libertad, María se encuentra en el ojo del huracán emocional. Todo a su alrededor parece derrumbarse, y la conversación que mantiene con Raúl, el chófer de la casa, pone de manifiesto hasta qué punto ha perdido el control de su mundo. En una mezcla de rabia, dolor y orgullo herido, María se enfrenta a una realidad que ya no puede sostener: Andrés, la persona más importante en su vida, ha decidido dar un paso atrás que podría alejarla definitivamente de Julia.
Todo comienza en uno de los rincones más silenciosos de la mansión. Raúl se acerca con cautela a María, visiblemente afectada, para preguntarle si está bien y si sabe cuándo volverá don Damián. Su tono es respetuoso, casi temeroso, como si supiera que cada palabra puede desencadenar una tormenta. Y no se equivoca. María le responde con dureza: hace mucho que dejó de estar bien. La acumulación de conflictos con quienes la rodean, la tensión permanente, la falta de apoyo y la soledad, la están dejando al borde del colapso.
Lo que más la desgarra es la reciente decisión de Andrés: ha renunciado a la tutela legal de Julia. Esa niña que representa todo lo que queda de humanidad y esperanza para María está, de un momento a otro, fuera de su alcance. Ya no tiene poder legal para acercarse a ella. Y lo que es peor, María cree que Andrés ha tomado esa decisión deliberadamente para castigarla.
En su estado de vulnerabilidad, María se pregunta si Andrés ha descubierto algo entre ella y Raúl. Aunque nada ha sucedido entre ellos, su cercanía emocional podría haber generado sospechas. Raúl se apresura a negarlo con vehemencia. Le asegura que no ha pasado nada, que no hay nada que esconder, y que nadie lo sabrá nunca. Pero María no se tranquiliza. En su mente, todo se ha vuelto una red de traiciones y castigos velados. La reciente negativa a la nulidad matrimonial le ha cerrado puertas, y siente que ahora, más que nunca, está a merced del desprecio ajeno.
Uno de los nombres que surge con más fuerza es el de Begoña. María está convencida de que Begoña no descansará hasta eliminarla del entorno de Julia. Cree que su rival en la casa está usando todas las armas disponibles para arrebatarle no solo la custodia emocional de la niña, sino también su lugar dentro del hogar. El golpe más reciente: Begoña fingió que se marchaba de casa, hizo las maletas, teatralizó su salida, solo para provocar en Julia una reacción de dependencia emocional. La niña, al verla “irse”, le rogó que se quedara. Y eso, para María, no fue más que otra jugada fría y calculada.
Raúl intenta inyectar algo de esperanza. Le recuerda que, aunque haya perdido la tutela legal, Julia sigue adorándola. Y que Begoña, tan ocupada con su trabajo en el dispensario, podría dejar espacios en los que María podría seguir viéndola, aunque sea de forma informal. Pero estas palabras apenas consuelan. María se siente excluida, humillada y completamente desplazada. No es solo una pérdida legal: es un destierro emocional. Y lo peor, según su visión, es que todo parece haber sido orquestado por Begoña con precisión quirúrgica.
En un momento de cercanía, Raúl se acerca un poco más e, impulsivamente, la tutea. Ese desliz, en otro contexto, podría haber sido insignificante. Pero en medio de la tensión, es una chispa que desata el fuego. María se indigna de inmediato. Su rostro se endurece, su tono se vuelve frío y autoritario. “Que no se te olvide que yo soy la señora de esta casa y tú eres unmiserable chófer”, le espeta con desprecio. La distancia de clases, que parecía haberse desdibujado en los momentos compartidos, vuelve a imponerse como una muralla. María necesita reafirmar su poder, su estatus, aunque ya no tenga nada más que eso.
Raúl, avergonzado, se disculpa. Promete que no volverá a ocurrir, que fue un error y no pretendía faltarle el respeto. Pero el daño ya está hecho. María ha trazado una línea definitiva entre ellos. Lo que hubo —si es que alguna vez hubo algo más allá de la complicidad y el consuelo mutuo— queda roto para siempre.
Así, el episodio cierra con un nudo en el alma de los espectadores. María, cada vez más sola, ve cómo se le escapa Julia de las manos, cómo Andrés la castiga con una frialdad que no puede comprender, y cómo incluso Raúl, el único que parecía entender su dolor, cruza un límite que no le perdona. En Sueños de libertad, el amor, la culpa, el poder y la clase chocan como fuerzas implacables. Y en ese choque, María comienza a quedar reducida a una sombra de lo que fue.
¿Quieres que te adelante qué hará Begoña ahora que María ha perdido la tutela legal o si Julia tomará partido por una de las dos?