La noche cae sobre Estambul con un aire de fatalidad inminente. Tras una larga charla con el médico, Seyran sale del hospital agotada. Aunque su cuerpo le pide descanso, su mente no se detiene. Pero justo al cruzar la calle, el tiempo se congela: Tarık aparece ante ella como un fantasma del pasado, y su presencia la deja paralizada. Ese rostro, tan conocido como temido, le congela la sangre. Seyran no puede moverse, y su corazón late desbocado mientras Tarık, con su sonrisa oscura y mirada obsesiva, pretende fingir serenidad.
Sin embargo, la situación da un giro aún más inesperado: Ferit aparece con el rostro lleno de furia y un arma en la mano. A su lado está Saffet, silencioso, observando con tensión. Ferit no iba tras Seyran, sino siguiendo a Saffet con la esperanza de llegar a Tayyar. Pero lo que encuentra lo desarma por completo: la mujer que ama frente a él, junto al hombre que años atrás intentó matarlo. Todo se derrumba en su interior, y la traición arde como un hierro candente en su pecho.
Seyran intenta explicar. Le dice a Ferit que nunca había visto a Tarık hasta ese momento, que fue pura coincidencia. Pero el rostro de Ferit sigue endurecido. Tarık, sin perder oportunidad, lanza indirectas venenosas, provocándolo. Aunque el impulso de apretar el gatillo es fuerte, Ferit contiene su ira. Con voz gélida, le exige a Tarık su número de teléfono. “Esto no termina aquí. Hablaremos a solas, cara a cara”, le dice. Tarık, sorprendido pero desafiante, se lo da. Ferit entonces toma del brazo a Seyran y la arrastra fuera del lugar.
De vuelta en el coche, el silencio entre ellos es insoportable. La tensión es palpable y la rabia en los ojos de Ferit no se disipa. Mientras tanto, en otro rincón de la ciudad, Mezide inicia la última fase de su venganza. Está convencida de que Gülgün traerá a Hattuç, pero quien aparece es Halis Korhan. El encuentro la deja sin aliento, y el pasado resurge con una fuerza devastadora. A pesar de todo el odio, Mezide sigue amando a Halis. Con lágrimas en los ojos, le exige una vida a cambio de la de su hijo Akın. Halis se niega a entrar en su juego, pero esa decisión, noble y firme, podría costarle caro.
En la mansión, Suna y Kaya regresan tras una conversación tensa. Se cruzan con Abidin, cuya mirada hacia Suna revela un dolor mudo. Kaya, en cambio, lo observa con posesividad. Hay una batalla silenciosa entre ambos por un amor que quedó a medias.
Gülgün y Hattuç intentan relajarse en un centro de masajes, pero el fantasma de Mezide no deja en paz a Gülgün. Sabe que no puede seguir protegiendo a Ferit sola. Mientras tanto, Halis Korhan vuelve a casa, lleno de furia tras el encuentro con Mezide. Es entonces cuando Gülgün se quiebra. Le confiesa con voz temblorosa que fue ella quien puso el carnero en la habitación de Ferit. La revelación golpea a Halis como una daga. Aunque sus palabras son medidas, su contenido es devastador. Sin embargo, elige no destruir a Gülgün, sino preservar lo poco que queda de su familia.
Pero el dolor no desaparece. Recuerda las confesiones de İfakat y los sacrificios de Orhan, y su alma vuelve a llenarse de ira. Esta vez no se trata solo de enemigos externos, sino de traiciones internas que amenazan con desmoronarlo todo.
En otra ala de la mansión, Ferit descubre que Latif le ha mentido: le ocultó la visita de Seyran al médico y no le avisó de la liberación de Tarık. Esta cadena de silencios lo saca de quicio. Arremete con fuerza contra Abidin, a quien considera un traidor por no decirle nada. El lazo entre ellos se rompe gravemente.
Ya a solas en su habitación, Seyran y Ferit están al borde del colapso emocional. Ella decide no callar más. Le cuenta por qué fue sola al médico, que está recibiendo apoyo psicológico tras todo lo vivido, que no quería preocuparlo. Aclara que no tiene vínculo con Tarık, que verlo le provocó pánico. Ferit escucha, pero su corazón sigue dividido entre la desconfianza y el amor.
Finalmente, Ferit le dice que va a cerrar el capítulo con Tarık de una vez por todas. Va a enfrentarlo. Seyran, presa del miedo, le envía un mensaje desesperado a Tarık: “No te encuentres con Ferit. No te conviene…”
Tarık, mientras tanto, camina de un lado a otro, furioso por la traición de Saffet. Pero el mensaje de Seyran lo desconcierta. Por un instante, se detiene. Tal vez el veneno no lo consuma esta vez.
En otro rincón, İfakat lidia con su propio infierno. Se esconde en casa de Şehmuz, devastada por la muerte de su hermana Fikriye, a quien mató por accidente. No se atreve a volver, pero tampoco puede seguir huyendo. Entonces llega una invitación inesperada: Halis ha organizado una cena familiar… e İfakat está entre las invitadas. Esa cena no es un símbolo de reconciliación, sino una declaración de guerra. Ella acepta. Desea enfrentar a Halis y recuperar su lugar.
Esa noche, todo se tambalea. Ferit, aún destrozado por la revelación de Seyran, le suelta otra verdad demoledora: “Mezide está viva.” Seyran se desmorona. Creerla muerta no le trajo paz, pero saber que sigue viva reabre todas sus heridas. La ansiedad la ahoga, el miedo la paraliza.
Al amanecer, Kazım despierta en el suelo, con un fuerte dolor de cabeza. No recuerda nada. Esme le miente: le dice que fue el alcohol. Oculta que Tayyar lo golpeó. Kazım, aunque confuso, acepta su versión. Pero una duda se instala en su mente.
En la mansión, los preparativos para la cena avanzan. Halis convoca a Gülgün, Hattuç y Ferit. Luego, lanza la bomba: también asistirá İfakat. Ferit se enciende por dentro. ¿Cómo puede sentarse a la mesa con alguien que ha traicionado tanto? Pero un mensaje en su teléfono desvía su atención. Es Tarık. Le propone verse. Ferit acepta. Ya no será solo una cena. Será el campo de batalla final.
La cuenta regresiva ha comenzado. Y lo que está por ocurrir, cambiará sus vidas para siempre.
¿Te gustaría que prepare también el spoiler del capítulo 71?