El último capítulo nos dejó al borde del asiento con el inesperado beso entre Ferit y Seyran, un momento de intensa conexión que, sin embargo, no condujo a la reconciliación inmediata. En lugar de quedarse junto a Seyran, Ferit se retiró de la habitación, visiblemente turbado. Apenas cruzó el umbral, tomó su teléfono y realizó una llamada crucial a su madre, comunicándole con una frialdad y determinación sorprendentes: “Ya no tendré miedo de lastimar a nadie. Voy a dejar a Dillar”. Esta declaración marca un punto de inflexión en la compleja red de relaciones que envuelven a los protagonistas.
Mientras tanto, en otro rincón de la mansión, Suna realizaba un descubrimiento que la dejaba perpleja. Su mirada se detuvo en un retrato colgado en la pared, una imagen de Seyran. Incapaz de contener su asombro, miró a su hermana, quien con una mezcla de orgullo y angustia susurró: “Te lo dije, Ferit todavía me ama”. Como si necesitara una prueba tangible de sus palabras, Seyran extendió su mano, mostrando un anillo. “Este anillo le pertenece a Ferit. Después de besarme, se fue y se olvidó de llevárselo”. Este objeto se convierte en un símbolo silencioso de la persistente conexión entre ellos.
Sin embargo, la calma de esta confesión se vio bruscamente interrumpida por un suceso violento en el exterior de la casa. Dillar, preparándose para marcharse, fue sorprendida por la aparición repentina de un motociclista. Al pasar a su lado, el desconocido le arrojó un pequeño trozo de papel. Dillar apenas tuvo tiempo de reaccionar cuando el mismo hombre aceleró y se dirigió directamente hacia ella. En un instante, un estruendo, un disparo y un silencio helador se apoderaron del lugar.
La llegada de Ferit a la escena fue caótica. Frente a la casa de Dillar, varios policías se congregaban con rostros tensos. En el suelo, Dillar yacía herida, aunque aún consciente. En la mansión, Seyran, intuyendo la ausencia de Ferit y presintiendo una desgracia relacionada con Dillar, lo llamó de inmediato. Al otro lado de la línea, la voz de Ferit, aunque contenida, confirmó sus temores: “Sinan le disparó a Dillar, pero no es tan grave. La bala solo la había rozado, aunque el miedo seguía latente en sus ojos”.
Dillar, con un hilo de voz, realizó una súplica desesperada: “No le digas nada a mi familia”. Suna fue la encargada de transmitir a Seyran la noticia de que Dillar se encontraba estable. Sin embargo, la mente de Ferit estaba lejos de la tranquilidad. Consumido por la rabia y la sed de justicia, sentenció: “No descansaré hasta encontrar a Sinan”. Abidin, observándolo con preocupación, le preguntó directamente sobre sus intenciones. La respuesta de Ferit, con los ojos entrecerrados, reveló un plan audaz e inesperado: “Secuestraremos a Aila, la madre de Sinan. Él no se quedará escondido si su madre está en peligro”.
Mientras este plan comenzaba a gestarse, en el hospital, Dillar insistía en abandonar el centro médico: “Quiero salir de aquí”. Ferit y Abidin intercambiaron miradas dubitativas ante esta petición. “No puedes volver sola. Te quedarás en la mansión”, ordenó Ferit, tomando una decisión que tendría consecuencias inmediatas. Al llegar a la mansión, Dillar notó un detalle significativo. “¿Dónde está tu anillo?”, preguntó, observando la mano de Ferit. Él apenas titubeó antes de responder con frialdad: “Se me atascó el dedo. Lo envié a reparar”. Seyran observaba esta interacción en silencio, analizando cada palabra y gesto.
Finalmente, Seyran se acercó a Dillar y, con una voz cargada de culpa, le dijo: “Lamento que esto te haya pasado por mi culpa. Deberías haberte quedado en el hospital un poco más”. Pero Dillar negó con la cabeza, sonriendo con una confianza extraña: “Mi prometido me cuidará bien aquí”. Este comentario provocó un escalofrío en Seyran, quien sintió que algo no encajaba en la actitud de Dillar.
Cuando Atice llamó a la abuela de Dillar para informarle de lo sucedido, la reacción de Dillar fue de furia: “No quiero que mi familia se entere de esto”. El peligro, sin embargo, aún acechaba. Ferit, con el ceño fruncido, reveló a su familia lo ocurrido: “Sinan pasó por la casa en una motocicleta y disparó contra Dillar”. Seyran frunció el ceño, cuestionando la veracidad de esta afirmación: “¿Estás seguro de que era Sinan?”. Ferit sacó un papel de su bolsillo y lo extendió. “Este loco dejó una nota”. Seyran tomó el papel y leyó en voz alta la amenazante misiva: “Mientras Seyran permanezca en esa casa, haré daño a todos los que te rodean”.
Pero algo en esas palabras no terminaba de convencer a Seyran. “Esta no es la letra de Sinan y él no sabe conducir una motocicleta”, afirmó con voz tensa. Se giró hacia Suna, su mente comenzando a tejer peligrosas conjeturas: “Esta situación es extraña. Algo dentro de mí me dice que Dillar está mintiendo”. Suna la miró con incredulidad: “¿Estás diciendo que esta chica está loca hasta el punto de contratar a alguien para que le dispare?”.
En otra parte de la mansión, Ferit buscaba desesperadamente algo en la habitación de Seyran. Ella lo sorprendió en su búsqueda y, con una mezcla de enojo y curiosidad, le preguntó: “Si encuentras el anillo, ¿te lo pondrás en el dedo?”. El silencio que siguió fue más elocuente que cualquier respuesta verbal.
Ferit se dirigió a la puerta de la habitación donde Dillar se recuperaba y la abrió sin anunciarse. Dillar descansaba en el sofá, con el rostro marcado por el cansancio. Ferit la observó con atención antes de preguntarle: “¿Por qué no vienes a cenar?”. Dillar suspiró, su voz sonando frágil: “No puedo, me duele. No quiero comer sola”. La respuesta de Ferit fue inmediata y reveladora: “Entonces comeré aquí contigo”.
Mientras tanto, en la mansión, Atice se acercó a Seyran con un tono firme: “Llama a Ferit. Tenemos que hablar sobre qué hacer. Que nos cuente sus planes”. En la habitación contigua, Dillar levantó la mirada hacia Ferit, con un brillo nostálgico en los ojos: “¿Recuerdas el día que nos conocimos?”, preguntó en un susurro. Ferit permaneció en silencio por un momento, recordando perfectamente aquel día. “Eras un niño mimado”, continuó Dillar, “pero psicológicamente estabas en un estado lamentable. Me preguntaba cómo habías llegado a ese punto”. Ferit la miró fijamente antes de responder: “Sí, y tú me sanaste”. Se inclinó para revisar la herida de Dillar, asegurándose de que estuviera bien.
Pero en ese instante, la puerta se abrió de golpe. Seyran entró y lo vio inclinado sobre Dillar. Un extraño dolor le recorrió el pecho. “Me sentí mal cuando vi tu herida”, dijo Seyran sin apartar la vista de la escena. Ferit se puso de pie con una expresión neutral, pero Seyran no le dio tiempo a hablar: “Mi tía Atice quiere hablar contigo”. Sin esperar respuesta, Seyran se acercó a Dillar para ayudarla a vestirse. Mientras la ajustaba con cuidado, no pudo evitar susurrarle: “Me parece ilógico que Sinan quiera hacerte daño, pero al menos estás a salvo en la mansión”. Dillar sonrió levemente, su tono seguro: “Mientras Ferit esté conmigo, estaré a salvo”. Un escalofrío recorrió a Seyran. Había algo en la forma en que Dillar hablaba, en la seguridad con la que pronunciaba cada palabra, que le resultaba demasiado perfecto para ser verdad.
En la cena, Ifat se sintió visiblemente molesta al ver a Abidin y Suna en la mesa. La tensión en el ambiente se hizo palpable cuando Esme habló, dirigiéndose a Ifat: “Cuando dejemos Estambul, Sinan dejará en paz a la familia Korhan”. Pero Orhan intervino con un tono imponente: “Seyran tiene un contrato con nuestra empresa y debe asistir a las reuniones”. Abidin aprovechó el momento para dar una noticia importante: “Ah, Dillar dejará la clínica mañana. La traeremos aquí”.
Horas después, en la mansión, Ferit se dirigió a Seyran con una mirada intensa: “¿Por qué le dijiste a Dillar que había perdido el anillo?”. Seyran no apartó la mirada: “Se me cayó en esa habitación y se perdió”. Alice, que había estado observando en silencio, intervino, dirigiéndose a Seyran: “Dices que estás bien, pero tus ojos no lo dicen”. Seyran suspiró: “Dillar es una muy buena persona. Me defendió, me consoló. Cuida bien a Ferit”. Pero Alice alzó una ceja: “¿Pero qué?”. Seyran frunció el ceño, susurrando como si temiera que alguien más la escuchara: “Tengo un sentimiento extraño hacia ella. Actúa demasiado bien para ser verdad”. Alice sonrió de una manera enigmática: “La bondad a veces es tiránica. Algunas personas te asfixian siendo demasiado amables contigo y cuando alguien es demasiado bueno, tarde o temprano espera algo a cambio. Si no lo obtiene, crea su propio infierno”. Sus palabras dejaron a Seyran pensativa. “Si tienes dudas”, continuó Alice, “observa atentamente tu entorno. La verdad siempre se delata a sí misma”.
Más tarde, Seyran miró fijamente a Ferit y le preguntó directamente: “¿Y qué pasará cuando todo termine? ¿Podrás romper con Dillar fácilmente?”. Ferit respondió sin titubear: “Sí. A la velocidad de la luz”. Seyran sintió que su corazón se apretaba ante esta contundente respuesta, pero no podía detenerse ahora: “No entiendo el ataque de Sinan a Dillar. Solo espero que este plan no te meta en problemas”.
Por otro lado, Esme observaba con preocupación a Kazim y habló sin rodeos: “Seyran ama a Ferit, quiere estar con él, pero Ferit dijo que dejaría a Dillar y, sin embargo, la trajo a la mansión”. Kazim, con la voz grave, respondió sin dudar: “Nuestra hija no será la segunda mujer en esa casa”. Hizo una pausa antes de añadir con una certeza que heló la sangre de Esme: “Nosotros, los Sanli, siempre somos la primera opción”.
El próximo capítulo promete desvelar las verdaderas intenciones de Dillar, las consecuencias del arriesgado plan de Ferit y la evolución de los sentimientos entre Seyran y Ferit en este tenso y complejo escenario. ¿Lograrán descubrir la verdad detrás del ataque a Dillar? ¿Cuál será el papel de Alice en este juego de apariencias? ¿Y qué futuro le depara a la relación entre Seyran y Ferit? No te pierdas el próximo y emocionante episodio de “Una Nueva Vida”.