En el próximo episodio especial de La Promesa, viajamos al pasado más desconocido de la poderosa familia Luján para descubrir un capítulo clave de su historia: ¿cómo obtuvieron realmente el Palacio La Fortuna? Esta entrega cierra la trilogía sobre el origen del linaje Luján y nos sumerge en una narrativa cargada de intrigas cortesanas, lealtades inquebrantables y oscuros episodios de la monarquía española.
El protagonista de esta historia es Felipe de Luján, conocido como el marqués de la fortuna. A diferencia de otros Luján de los que hemos oído mucho, como don Jacinto, Felipe es un personaje del que poco se ha hablado, pero cuya vida estuvo marcada por acontecimientos extraordinarios que definieron el futuro de su estirpe.
Felipe nació alrededor de 1720 y fue el heredero predilecto de la familia. Su padre, decidido a formar a un hombre digno de la nobleza, lo envió a Madrid a casa de un viejo amigo: el marqués de la Cruz de los Infantes. Curiosamente, este personaje podría estar emparentado con figuras de la serie Valle Salvaje, lo que sugiere una conexión directa entre ambas ficciones.
En Madrid, Felipe creció rodeado de jóvenes de familias nobles, compartiendo vivencias con nombres como José Luis Gálvez de Aguirre y Domingo de Maldonado, además de las encantadoras hermanas Félix y Bolaños. Aquellos años de juventud forjaron la personalidad del joven Luján: elegante, cortés, y cada vez más influyente en la corte.
Su estrella ascendió vertiginosamente cuando fue nombrado camarero mayor del rey Fernando VI. Fue entonces cuando se instaló en el Palacio de Aranjuez, epicentro del lujo y la política de la época. Pero la dicha duraría poco: en 1758, la reina Bárbara de Braganza falleció tras una larga enfermedad, sumiendo al rey en una profunda locura.
Felipe fue testigo directo del declive mental del monarca. Lo acompañó a Villaviciosa de Odón, donde Fernando VI, fuera de sí, protagonizó episodios cada vez más erráticos: mordía a sus criados, fingía estar muerto, reía como un poseso y se negaba a dormir en su cama. El doctor Andrés Piquer describió estos comportamientos con preocupación, y Felipe los sufrió en carne propia. Llegó a ser mordido por el propio rey, sin posibilidad de defenderse sin ser acusado de traición.
Y fue en ese contexto tan turbio cuando, en un gesto de gratitud —o de lucidez fugaz— el rey obsequió a Felipe de Luján con el Palacio La Fortuna, una residencia señorial en el corazón de Madrid. Este hecho, que parecía anecdótico, marcó un antes y un después para la familia: la herencia de aquel palacio se convirtió en símbolo de su ascenso y de su lealtad imperecedera a la corona.
Tras la muerte de Fernando VI en 1759, y con la llegada de Carlos III al trono, Felipe decidió retirarse de la vida cortesana. Cansado y marcado por los horrores que había presenciado, se refugió en su recién adquirido palacio. Sin embargo, su alma inquieta lo empujó tiempo después a regresar a su tierra natal: el valle de los Pedroches, donde se encontraba el ahora legendario Palacio de la Promesa.

Allí vivió sus últimos años, alejado de los excesos de la corte y rodeado de encinas, olivos y paisajes que parecían sacados de un sueño. Murió fiel a sus principios: servir con lealtad, resistir con dignidad y recordar siempre que la fortuna —como la gloria— es efímera como el soplo de una promesa.
Este episodio no solo nos revela el origen del nombre La Fortuna, sino que también deja entrever la verdadera raíz del poder de los Luján. No fueron solo tierras ni títulos heredados, sino la capacidad de resistir en tiempos convulsos, de mantenerse leales incluso en la oscuridad más profunda y de transformar un gesto de locura real en el legado que marcaría el futuro de su linaje.
¿Y tú? ¿Creías que lo sabías todo sobre los Luján? Este lunes, no te pierdas esta entrega especial de La Promesa, donde el pasado cobra vida, los secretos se revelan y el verdadero origen del poder se escribe con sangre, sacrificio y memoria.
📺 La Promesa, cada tarde en La 1 de RTVE.
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