En La Promesa, la lealtad, el amor y la justicia colisionan de forma brutal, y esta vez, es Martina quien se sitúa en el centro del huracán emocional. Su última decisión ha dejado a la audiencia dividida, e incluso a los personajes dentro del palacio completamente consternados. Y es que, tras descubrirse que Martina ha visitado en secreto a Cruz en la cárcel, los pilares de la familia Luján comienzan a resquebrajarse.
Martina justifica su acto con una frase simple pero devastadora: “Lo que yo quería era mirarla a los ojos y decirle que, a pesar de todo, aún la quiero.” Y ese “todo” lo engloba todo: la traición, el crimen, el escándalo. Porque Cruz, su tía y figura materna, está en prisión acusada de asesinar a Hanna, una joven embarazada del nieto del marqués Alonso. Un crimen atroz que para muchos, incluso dentro de la familia, no tiene redención posible.
Pero Martina, cegada por el afecto, actúa desde el corazón. Para ella, Cruz fue más madre que Margarita, su verdadera progenitora. Y ese vínculo profundo parece superar cualquier límite moral. Sin embargo, el resto del palacio no opina igual, y especialmente Manuel, quien considera que Cruz dejó de ser su madre el día en que se tiñó las manos de sangre.
El enfrentamiento entre Martina y Alonso es inminente. Al descubrirse la visita, el marqués, por primera vez en mucho tiempo, actúa con frialdad absoluta. No hay espacio para compasión ni matices: “Cruz ha sido repudiada por esta familia. Ya no forma parte de ella.” Para Alonso, el dolor de perder a su nuera y casi a su nieto es una herida imposible de cerrar, y ver a su sobrina tomar partido por la asesina es una traición difícil de digerir.
Martina sabía que lo que hacía estaba mal. Por eso lo hizo en secreto. Pero su necesidad de reencontrarse con Cruz, de comprenderla, de decirle que aún la quiere, pudo más que cualquier consideración. ¿Es un acto de amor o de egoísmo? ¿Un gesto noble o una puñalada a los suyos?

La reacción de Manuel no tarda en llegar. Para él, este paso de su prima es el último clavo en el ataúd de su relación. Él, que ya había roto cualquier lazo emocional con Cruz, ahora se siente traicionado por Martina. Su dolor es visible, su decepción, insondable. “Te quedas con Cruz. A mí no me busques más”, parece ser el mensaje implícito que atraviesa cada una de sus miradas.
La comunidad de La Promesa, y los propios espectadores, viven este giro como uno de los más desgarradores de los últimos capítulos. ¿Es justificable el acto de Martina? ¿Debe el amor familiar sobrevivir incluso a los crímenes más horrendos? ¿O hay límites que, una vez cruzados, no permiten retorno?
Mientras tanto, Cruz permanece encerrada. Sabe que su posición es cada vez más delicada. Aunque el público conoce su inocencia respecto a la muerte de Hanna, los demás personajes no lo saben, ni tienen pruebas para sospecharlo. Y Cruz es consciente de que si se investiga a fondo, podría descubrirse su implicación en otros crímenes, como la muerte de Dolores o de Tomás. El silencio es su única protección. Por eso, ni siquiera ella desea que Martina escarbe demasiado.
Pero Martina, ahora mismo, no parece querer detenerse. Su apego por Cruz la lleva a justificar lo injustificable, y lo más peligroso: a olvidar a quienes han sufrido realmente por culpa de su tía. La joven actúa como si el mundo se redujera a ella y a Cruz, dejando a un lado a Manuel, a Alonso, a Catalina… todos ellos marcados por el dolor, la pérdida y el engaño.
Por todo esto, la actitud de Martina es vista por muchos como insensible y destructiva. Hay quienes ya piden su expulsión del palacio. ¿Cómo puede convivir con aquellos a quienes ha traicionado emocionalmente? ¿Dónde queda la lealtad al resto de su familia?
Sin embargo, otros defienden su postura. Alegan que su gesto, aunque incomprendido, parte del amor. Del amor hacia una figura materna, del deseo de no dejar sola a alguien a quien quiso toda su vida. ¿Es culpable por seguir queriendo a Cruz?
Lo cierto es que el conflicto está servido, y las consecuencias serán inevitables. Porque en La Promesa, las acciones siempre tienen consecuencias. Y esta vez, Martina podría acabar perdiendo no solo a Manuel, sino su lugar dentro de la familia.
¿Habrá redención? ¿Podrá reconectar con los suyos sin tener que renunciar a su afecto por Cruz? ¿O será este el inicio de su propio camino, lejos de los muros que la vieron crecer?
La historia de Martina da un giro oscuro y complejo, y lo que venga en los próximos capítulos marcará un antes y un después en la serie.