El plan maestro de Damián para recuperar el control de la empresa empieza a tambalear, y no precisamente por culpa de sus enemigos. En estos momentos críticos, el verdadero problema está más cerca de lo que imagina: Marta, atrapada por sus propios temores, se convierte en una amenaza silenciosa que podría desbaratarlo todo.
En lugar de centrarse en el verdadero enemigo, Pedro Carpena, Marta ha fijado su atención en Ángel, el detective encubierto que Damián introdujo como asesor de seguridad. Para Marta, él es el origen de sus inseguridades, sin darse cuenta de que el verdadero peligro se teje desde otras sombras, con hilos mucho más fuertes y oscuros. El miedo de que su secreto sentimental salga a la luz la empuja a actuar sin lógica, presa de un impulso que amenaza no solo su integridad, sino el legado de su padre.
Entre gritos, exige a Damián que saque al detective y mete a Fina en el conflicto, sembrando una tensión que puede romper la ya frágil unidad del equipo. Lo más grave es que, al actuar desde el miedo, Marta pierde perspectiva: está dispuesta a arriesgarlo todo por protegerse, sin darse cuenta de que ese instinto de defensa podría ser su ruina.
Mientras tanto, Pedro Carpena sigue avanzando con astucia y frialdad. Gracias a sus maniobras en la iglesia, ha logrado frenar la anulación matrimonial de Andrés, atando así a María a su juego y asegurándose un peso aún mayor en la junta directiva. Su estrategia es tan clara como peligrosa: manipular la fe, usar las conexiones más altas —como Monseñor Mercader— y consolidar su red de poder. Ya no se trata solo de negocios, sino de una guerra silenciosa donde la iglesia, la familia y la empresa son piezas en su tablero de ajedrez.
El problema es que Damián empieza a perder el control desde dentro. Con Marta al borde de la paranoia, Fina dividida y el detective en riesgo de ser traicionado, la estructura se tambalea. Si Marta intenta manipular pruebas o tenderle una trampa a Ángel, este podría alejarse de Damián… o peor, vender la información al mejor postor. Ángel sabe demasiado. Si decide actuar por su cuenta, podría volcar toda la balanza a favor de Pedro.
Es ahora cuando Damián debe reaccionar. Debe proteger a su pieza clave —el detective—, frenar los impulsos de Marta y exigir lealtad con acciones, no con palabras. Porque si sigue tolerando divisiones internas, no hará falta que Pedro los destruya: se destruirán ellos solos.
En esta guerra, no gana el más fuerte. Gana el más inteligente, el más calculador. Y mientras Carpena juega con estrategias de largo plazo, Damián debe aprender que la fuerza bruta y el orgullo ya no bastan.
El tiempo corre. Marta está al borde de un error fatal. Y Damián, si no mueve ficha pronto, podría perder mucho más que una empresa… podría perderlo todo.