El eco de los pasos de Cruz Ezquerdo vuelve a resonar entre los muros de La Promesa, y con ellos, una tormenta que arrasará todo a su paso. Durante semanas, el palacio permaneció en un estado de inquietud contenida, como si la piedra misma esperara, temerosa, el regreso de su dueña más temida. Aquella que cayó del trono entre acusaciones y grilletes, vuelve ahora más fuerte, más letal… y con la verdad como espada.

Tras ser acusada del atentado que casi acaba con Jana, Cruz fue encerrada, humillada y descartada. Su nombre, su título y su legado quedaron manchados. Pero la cárcel no quebró su espíritu: la endureció. El regreso no es un acto de reconciliación, sino de venganza. El sargento Burdina, guiado por una intuición que no lo deja dormir, ha descubierto una nueva pieza del rompecabezas que pone en duda toda la acusación contra la marquesa. Y la verdad que emerge es un dardo envenenado directo al corazón del palacio.

Con el apoyo de una investigación paralela llevada a cabo por Pía y Curro —quienes trabajan en silencio junto al doctor Teodoro— se destapa un horror oculto: Jana no murió solo por el disparo. Su tratamiento fue saboteado. Alguien, desde las sombras, manipuló sus medicinas, gota a gota, asegurándose de que no se recuperara. Esa revelación lo cambia todo.

Pía y Curro, armados con pruebas irrefutables, acuden a Burdina. En una escena densa de tensión y rabia contenida, presentan los documentos que podrían no solo exculpar a Cruz, sino también señalar al verdadero autor intelectual del crimen. La voz de Curro tiembla mientras revela: “Ella estaba mejorando… alguien se aseguró de que no saliera con vida.” Burdina escucha, lee, procesa… y comprende. El crimen fue orquestado con precisión quirúrgica, con veneno y traición. No se trató de un error, sino de un asesinato disfrazado de fatalidad.

“Esto lo cambia todo”, susurra el sargento. Con esos papeles, el caso contra Cruz se tambalea. Por ley, debe actuar. Y lo hace. El proceso de liberación de la marquesa comienza… y el palacio, aún sin saberlo, ya tiembla.

El primero en sentir el golpe sísmico es Leocadia. Había ascendido como una sombra elegante en la ausencia de Cruz, consolidando poder, manipulando al marqués Alonso, y construyendo un futuro donde ella se erigiría como la nueva marquesa. Su presencia se había vuelto cotidiana, su control sobre los asuntos del palacio absoluto. Pero el anuncio del regreso de Cruz le cae como un mazazo.

En un enfrentamiento feroz, Cruz y Leocadia se encuentran cara a cara. No hay diplomacia. No hay contención. Solo una guerra entre dos mujeres que se odian profundamente. La confrontación verbal se convierte en física. Cruz, llena de una furia acumulada tras los barrotes, arremete contra su rival. La escena estremece a todos: no por el dolor infligido, sino por lo que anuncia… la guerra ha comenzado, y no tendrá tregua.

Pero Cruz no regresa solo con ira. Regresa con una bomba: un secreto que puede reescribir el destino del palacio. Un nombre. Una verdad. Y una venganza pendiente.

Mientras tanto, Leocadia, en su mundo de cristal, aún cree que puede torcer el destino. Cree que puede atrapar a Alonso en su red de seducción y manipulación emocional. Con palabras suaves y caricias calculadas, intenta convencerlo de que Cruz pertenece al pasado. “Solo en el papel sigue siendo tu esposa”, le dice, ignorando que, en el horizonte, Cruz ya ha cruzado el umbral de La Promesa.

Alonso, atrapado entre la culpa por Jana, la ausencia de su hijo Manuel y la presión de una mujer que sabe jugar con su vulnerabilidad, duda. La decisión se cierne sobre él como una espada: ¿lealtad o conveniencia?

Pero mientras los adultos juegan al ajedrez del poder, Curro, armado con la rabia de un hermano y la esperanza de justicia, no cede. Quiere ver caer al verdadero asesino. Y quiere asegurarse de que Cruz no use su liberación como una excusa para retomar su trono impunemente.

Burdina le promete justicia, pero no venganza. Si Cruz no fue culpable del sabotaje a Jana, debe ser libre. “La ley no puede ser una herramienta de castigo personal”, le dice. Curro, entre frustrado y resignado, sabe que liberar a Cruz puede ser necesario… pero también es liberar a una fuerza que, si no se controla, podría arrasar con todo.

Fuera, el cielo se ennegrece. La noche cae sobre La Promesa como un presagio. Las piezas se mueven, las lealtades se tambalean y el regreso de Cruz no es solo el regreso de una mujer… es el inicio de una nueva era de enfrentamientos.

Porque lo que está por venir no es solo la lucha por el poder. Es la lucha por la verdad. Y en esa guerra, nadie saldrá ileso.

¿Puede una mujer marcada por la traición reclamar el trono sin desatar una nueva tragedia?

La Reina ha vuelto.
Y el palacio nunca volverá a ser el mismo.