En La Promesa, las emociones estallan como una tormenta en pleno verano, y el palacio es una olla a presión a punto de estallar. Mientras Curro vive uno de los momentos más dulces y emocionantes de su vida al confesarle su amor a Ángela —y ser correspondido—, una sombra devastadora comienza a alzarse sobre su recién conquistada felicidad. Lo que parecía una historia de amor juvenil y luminosa, pronto será atravesada por una revelación tan brutal que cambiará su mundo para siempre.
La tensión venía gestándose entre miradas, susurros y silencios prolongados. Mientras Rómulo se despide con lágrimas de sus años de servicio, el destino vuelve a girar sus engranajes y lanza una bomba: Lorenzo podría ser el padre biológico de Curro. Y no es un simple rumor. Las pistas empiezan a encajar de forma escalofriante.
Todo comienza cuando Pía y Curro, ahora más cercanos que nunca, se dedican a las tareas cotidianas del protocolo en el palacio. Es en ese ambiente tranquilo, casi mecánico, donde surge el caos. Un periódico, una fotografía, una conversación aparentemente inocente… y de pronto, el pasado regresa como un látigo afilado. Alguien menciona un nombre: Lorenzo. Una carta olvidada. Un secreto familiar que llevaba demasiado tiempo enterrado y que ahora empieza a abrir grietas irreparables.
Curro, sin saber que su vida está a punto de tambalearse, sigue creyendo que es hijo de Alonso de Luján. Pero la verdad está a punto de emerger. Según documentos rescatados por Jerónimo —y ocultados por Leocadia durante años—, Lorenzo mantuvo una relación clandestina con Eugenia, la madre biológica de Curro, mucho antes de que esta fuera obligada a casarse con Alonso. Lo que entonces se presentó como una unión por conveniencia fue, en realidad, un pacto para encubrir un embarazo no deseado.
Y el niño… era Curro.
La conmoción no tarda en llegar. Primero es Catalina quien se enfrenta al horror de la verdad. Luego Martina, que empieza a conectar piezas de su propio pasado. La tensión entre las primas, ya inflamable, se convierte en pólvora pura. Si Lorenzo es el padre biológico de Curro, ¿eso qué implica para los derechos de herencia? ¿Y para la relación de Ángela y Curro, si se descubre que hay más secretos compartidos entre sus familias?
Pero el más impactado es, sin lugar a dudas, Curro. Cuando escucha la noticia de labios de su propia madre, Eugenia —quien, tras meses de delirio y manipulación, ha tenido un fugaz momento de lucidez—, su mundo se desploma. El joven noble, que había comenzado a construir una identidad basada en su apellido y su linaje, se queda sin suelo. Su primera reacción es de incredulidad. Luego, de ira. Después, un dolor silencioso que lo paraliza por dentro.
—“¿Lorenzo? ¿Ese hombre… ese traidor… ese es mi padre?” —balbucea Curro, con los ojos clavados en la nada.
Y no es el único. Alonso, al enterarse del secreto, entra en una profunda crisis. Siempre creyó que Curro era su hijo, que podía mirarlo con la tranquilidad de quien ha cumplido con su deber. Ahora, el peso de la traición —por parte de su esposa y de su hermano— lo hunde en un abismo de humillación y amargura. La rivalidad con Lorenzo, que ya era feroz, se transforma en una guerra abierta. Las consecuencias podrían ser catastróficas.
Mientras tanto, en los pasillos del palacio, el caos se expande. Leocadia, siempre manipuladora, parece haber sabido la verdad desde hace años. Su silencio no fue ignorancia, sino estrategia. ¿Acaso la ha utilizado para proteger a Lorenzo? ¿O para chantajear a Eugenia? Lo que está claro es que nada fue casual, y su juego de sombras empieza a quedar al descubierto.
Por otro lado, Cristóbal Ballesteros, el nuevo mayordomo con conexiones secretas con el Duque de Carvajal, llega al palacio justo en el momento más vulnerable de la familia. Su presencia levanta sospechas, especialmente en Alonso, que aún no ha digerido la imposición de Leocadia. Pero Cristóbal no viene solo: trae consigo una agenda oscura, y parece estar muy bien informado sobre los secretos más escabrosos de los Luján. ¿Será él quien explote la verdad del parentesco de Curro para su propio beneficio?
Y mientras Curro trata de asimilar lo inasumible, Ángela se convierte en su único refugio. Pero incluso ese amor empieza a tambalearse cuando los rumores se intensifican. Si Curro no es quien dice ser, si Lorenzo es su verdadero padre… ¿qué significa eso para su futuro? ¿Y para el de Ángela, atrapada entre la presión de su madre y su lealtad al corazón?
En paralelo, el misterio del medallón robado de la joyería Hob, que ha sacudido a la alta sociedad, también parece entrelazarse con el pasado de Lorenzo. Se dice que él podría haber estado implicado en su desaparición… ¿Acaso lo robó como prueba de algo más grande? ¿O fue un gesto desesperado para comprar el silencio de alguien?
Todo esto ocurre mientras Rómulo, lejos ya del palacio, inicia su nueva vida en Zahara de los Atunes. Pero hasta él, en la distancia, siente la sacudida de la noticia. Su nombre todavía resuena en los pasillos, y su sucesor, Ricardo, se encuentra atrapado entre la sombra de su legado y la amenaza del recién llegado Ballesteros.
La Promesa ha activado su bomba más explosiva: la verdad sobre la paternidad de Curro. Un secreto guardado por años, una traición que involucra a tres generaciones, y una revelación que podría redefinir los destinos de todos los habitantes del palacio.
Y ahora, con los ánimos caldeados, con los hilos del poder tensándose, y con el amor amenazado por el peso del pasado, solo queda una pregunta:
¿Podrá Curro perdonar… o decidirá alejarse de todo lo que conocía?