El capítulo 336 de Sueños de libertad nos sumerge en una tormenta de tensiones laborales, ambiciones encubiertas y un drama personal que deja sin aliento. Lo que comienza como una disputa por una ausencia laboral, termina destapando una tragedia familiar que lo cambia todo.

En la fábrica, Pedro irrumpe en la oficina de Damián con el rostro desencajado por la frustración. Andrés no se ha presentado a una reunión clave con el abogado del seguro, y la situación con el peatón atropellado, Salcedo, es cada vez más crítica. “Está pidiendo una fortuna”, reclama Pedro, dejando en evidencia su preocupación por la imagen y la estabilidad económica de la empresa. Pero Damián, más sereno, responde que Andrés tenía un asunto personal urgente y que hablará con el abogado al día siguiente para resolverlo.

Pedro no está satisfecho. La tensión se palpa en cada palabra que lanza. Para él, la ausencia de Andrés es injustificable y dañina. “Esto es inconcebible”, estalla. En su mente, no hay espacio para las emociones; solo para resultados. Y Andrés, ausente, representa una amenaza directa al funcionamiento de la empresa. Damián intenta mantener la calma, recordándole que, aunque no es el momento de tomar decisiones apresuradas, él está disponible para resolver lo que se necesite.

Pero Pedro no cede. Cree que el cargo de Andrés debe ser revisado, y con firmeza, lanza una bomba verbal: “Voy a someter su puesto a una moción de confianza”. Es una amenaza directa, un golpe contra la autoridad de Andrés. Y es entonces cuando Damián, harto de tanta insensibilidad, rompe el silencio con una verdad que deja helado al ambiente: “Su mujer ha intentado suicidarse cortándose las venas”.

Las palabras caen como un mazazo. Pedro, que hasta ese momento solo veía cifras y responsabilidades, se queda en shock. “¿Quién?”, pregunta con incredulidad. “¿María está bien?” La preocupación asoma, por fin, en su voz. Damián le confirma que, afortunadamente, se está recuperando, pero la herida emocional es profunda.

Durante unos segundos, Pedro titubea. Lamenta su reacción inicial y reconoce que, ante semejante tragedia, es comprensible que Andrés haya priorizado a su esposa. Pero su empatía dura poco. Casi de inmediato, recupera su tono frío y empresarial. Le recuerda a Damián que, precisamente por la situación de María, Andrés debería considerar dar un paso al costado, al menos temporalmente. “La empresa necesita un jefe de logística 100% operativo”, dice sin pestañear.

Pedro no olvida que el caso de Salcedo no es el primero que ocurre bajo el mando de Andrés. Ya hay antecedentes de errores que han costado dinero y reputación, y el margen de tolerancia se ha agotado. Para él, lo que está en juego es el futuro de la fábrica. Cree que el sufrimiento personal de Andrés lo incapacita para tomar decisiones firmes en el momento más crítico. “No se trata de sentimientos, sino de responsabilidades”, añade.

Damián, aunque claramente dolido por la postura intransigente de Pedro, entiende que la situación es compleja. La empresa está al borde de una negociación delicada con el seguro, y la figura de Andrés está en entredicho. La moción de confianza podría marcar el inicio de un cambio drástico en la cúpula de mando.

Pero más allá de la política interna, lo que verdaderamente resuena en este episodio es la tragedia de María. Su intento de suicidio no solo revela el extremo dolor que ha estado viviendo en silencio, sino también la soledad que ha sentido en medio de su enfermedad. Andrés, al lado de ella, lucha con la culpa, la impotencia y la necesidad de protegerla… mientras ve cómo su vida profesional se desmorona.

Este capítulo es un retrato crudo de cómo los dramas personales se cruzan con las tensiones laborales, y de cómo el dolor humano muchas veces es eclipsado por la lógica empresarial. La reacción de Pedro —mezcla de pragmatismo, ambición y escasa empatía— es el reflejo de una visión del mundo que antepone la eficiencia a la compasión.

Al final del episodio, nada está resuelto. María sigue luchando por sobrevivir no solo físicamente, sino emocional y psicológicamente. Andrés se encuentra entre dos fuegos: cuidar a su esposa o defender su puesto en una empresa que parece estar dispuesta a darle la espalda. Y Pedro, firme en su propósito, sigue adelante con la moción de confianza, convencido de que la empresa necesita un líder ajeno al dolor.

La pregunta queda flotando en el aire: ¿Podrá Andrés sobreponerse a esta crisis personal y profesional al mismo tiempo? ¿O el intento de suicidio de María marcará también el fin de su carrera dentro de la fábrica?

Lo que es seguro es que, tras este capítulo, Sueños de libertad ha dado un nuevo giro, profundo y humano, recordándonos que detrás de cada puesto, cada decisión, y cada conflicto… hay vidas en juego.